El cine latinoamericano (el cine producido en América Latina por sus
habitantes y con historias que nos reflejan) es bien diverso. Esto lo tuvieron
bien en claro en el año 1967 aquellos que en el Primer Festival de Viña del Mar
debatieron en la ciudad chilena que mira al Pacífico estos temas. En la
Argentina, hace unos atrás, el Festival de Cine de Mar del Plata quiso darle un
sesgo más latinoamericano a su programación pero tratándose de un Festival
Clase A eso fue técnicamente imposible: para conservar esta nomenclatura se
deben cumplir ciertos requisitos (de formato, de exhibición) y no todas las
películas producidas en la región los cumplían. Amén de que el cinéfilo
argentino, en general, también está más pendiente de lo que pasa en los
festivales europeos como Cannes, Berlín, Venecia y las películas que se
programan allí.
Hace dos años, a caballo de la
organización política UNASUR, el gobierno de San Juan, junto al INCAA y
Secretaría de Cultura de La Nación, retomó la intención de que existiera en el
país un evento dedicado exclusivamente a las realizaciones de la región y
crearon UNASUR CINE. Así, por segunda vez y por unos pocos días, tuve la
oportunidad de llegar a la cálida ciudad cuyana (que en este caso me recibió
con frío y su cielo cubierto) para visionar interesantes y sorprendentes películas
que, de otra manera, no hubiera podido mirar. ¿Por qué? Primero, porque la
región, frente a la presencia de Hollywood, todavía no logra organizar un
sistema de distribución y exhibición por el cual puedan circular las películas entre los
países. Si bien las cinematografías nacionales, en general, vienen creciendo en
la región, la exhibición transnacional atraviesa un momento diferente. Segundo
porque, y no hay por qué negarlo u ocultarlo, en los festivales internacionales
tiendo a ver obras de todos los países del mundo y no seguir tanto, por
ejemplo, las secciones dedicados a una región en especial. Mirar películas de
Uzbekistán, Irán, Filipinas, África también es parte de una formación cinéfila
que se precie de tal.
Esta segunda edición de UNASUR,
mejorable y perfectible en algunos aspectos como suele suceder en eventos así,
también mostró un compromiso más importante del habitante de la ciudad y eso,
desde mi punto de vista, es muy auspicioso. Por un lado, en las salas se notaba
más la presencia de los sanjuaninos y en los cursos de formación ofrecidos
también afluían una destacable cantidad de inscriptos. Además, la Universidad
de San Juan cobró protagonismo no solo por su coro (que se lució en la
apertura) sino porque anunció Proyección de fragmentos de Los protagonistas de
registros de la memoria sobre los juicios por delitos de la lesa
humanidad en San Juan, durante la última dictadura militar. Por otro lado,
porque los sanjuaninos comprometidos con la organización se van
profesionalizando, adoptando roles y actitudes más claras. Como sostengo en
ESTADO TRANSITORIO un festival de cine es, sobre todo y fundamentalmente, de los
ciudadanos.
Dicho esto, ahora sí paso a
detenerme en algunas de las películas que vi concentrándome en los documentales.
No seguiré un orden cronológico para escribir la crónica sino que las agruparé
por temas, o estrategias narrativas. En ese sentido es que dos películas a
primera vista bien diferentes como HIJA
de la chilena María Paz González y LA FORMA EXACTA DE LAS ISLAS de los
argentinos Daniel Casabé y Edgardo Dieleke, terminan unidas en mi recorrido. Es
que ambas hacen uso del discurso indirecto libre (recurren a la primera y la
tercera persona en el mismo plano), trabajan sobre la construcción de la
identidad (propia y ajena), y muestran una marcada presencia de un fantasma
simbólico: el padre real y el padre simbólico, por un lado, y la guerra de
Malvinas, por el otro.
A su vez, proponen una novedad
dentro del panorama del cine documental latinoamericano pues si en los últimos años
crecieron los films en primera persona (que se diferenciaron, a su vez, de los
relatos observacionales o de entrevistas a cámara más clásicos) en estos dos
ejemplos estamos frente a relatos donde la enunciación cuenta su propia
historia pero también la historia de otro u otra.
En HIJA, la elección es clara.
María Paz cuenta la historia de su mamá, dada en adopción en su niñez y que
quiere reencontrarse con su familia biológica, pero también cuenta su propia
historia como hija que creció con un padre creado por su mamá e imaginado por
ella pero que no era su verdadero padre. Es decir, la condición de padre en su
imaginario es una construcción fantasmática porque su madre le mintió sobre su
verdadera identidad. Una identidad que, a su vez, a la propia madre le fue
negada cuando fue dada en adopción por sus papás biológicos. De esta manera, el
documental busca “matar” por un lado el fantasma del padre inventado, pero
también el fantasma del padre biológico al ir a enfrentarlo. Verdaderamente, al
psicoanálisis le hubiera llevado años - y sangre sudor y lágrimas-, recomponer
este complejo entramado simbólico pero María Paz de alguna manera “ordena” los
pedazos del rompecabezas de su vida en un documental que es, sin dudas, un
viaje terapéutico y cinematográfico.
El recurso de la road movie por la carretera chilena
ayuda para con este reencuentro con la identidad. En su ir y venir entre el mar
y la montaña, incluso el desierto, el documental, quizás sin proponérselo,
también da cuenta de esa forma de ser de algunos chilenos más pausada, menos
dramática que la forma de ser de algunos argentinos. Pues si bien entre
argentinos y chilenos tenemos cosas en común (una historia socio- político
trágica, violaciones a los derechos humanos de uno y otro lado que a través de
algunas películas son rememorados continuamente en este blog) tengo la
impresión (esta no se basa en ningún dato científico ni pretende ser una
afirmación dogmática) de que en algunas situaciones procesamos las cosas de
otra manera. Y en HIJA percibí eso, percibí la presencia de la geografía (los
imponentes Andes de un lado, el inmenso Océano Pacífico por otro) como una
presencia que acota, o contiene la exacerbación del yo. Como si el paisaje de
alguna manera lo comprimiera ubicándolo
en un lugar con relación a un cosmos y a un universo más grande. Para decirlo
con otras palabras, si mi madre me hubiera mentido sobre mi propia identidad yo
probablemente no hubiera reaccionado como María Paz. HIJA es de esas películas
chicas (un equipo reducido, un presupuesto acotado) que nos sorprende y nos
conecta con una pregunta esencial: quiénes somos realmente.
LA FORMA EXACTA DE LAS ISLAS también
trata de la búsqueda de la identidad y la amenaza del fantasma simbólico.
Julieta Vitullo, argentina que realiza una tesis de doctorado en una
Universidad norteamericana, quiere realizar su investigación sobre la Guerra de
Malvinas en la literatura y el cine argentinos. A tales efectos se nutre de los
relatos de Fogwill y Gamerro, y también de un viaje a las Islas. Pero en la
llegada a las Islas su hipótesis se trastoca desde el momento en que se
encuentra con dos excombatientes: Dacio Agretti y Carlos Enriori que están
allí, a su vez, para sepultar con honores a uno de sus amigos muertos en el
monte Dos Hermanas. El relato de LA FORMA DE LAS EXACTAS es fragmentario,
disruptivo, y para nada lineal. Va y viene del pasado al presente (el primer
viaje en 2006, el segundo en 2010, e intercala momentos del 2008), por un lado.
Por el otro, fusiona las texturas y las fuentes: la fuente de la cámara de la
misma Julieta en 2006, y la fuente de la cámara de los realizadores en 2010. En
este caso, a la primera y tercera personas juntas (y hay una imagen de la
película en un espejo que es elocuente en este sentido) se suma una polifonía
de enunciación.
Esta polifonía enunciativa se
condice con una especie de polifonía de sentido a propósito de las islas: qué
son y con relación a quién: Qué son las islas para los lugareños, qué fueron y son
las islas para Dacio y Carlos, que terminan siendo finalmente las islas para la
propia Julieta. En este sentido, es que LA FORMA EXACTA ISLAS no es exacta, o
exclusivamente, una película sobre la Guerra de Malvinas. Tampoco es
exactamente una película sobre la soberanía de las Islas Malvinas. De hecho, se
escuchan distintas posturas al respecto sobre estos temas. LA FORMA EXACTA es
una película sobre el duelo, pero no sobre cualquier duelo: sobre el duelo
traumático y forzado, abrupto, ese que llega frente a la pérdida súbita como
puede ocurrir en una guerra, un accidente, u otra circunstancia. Es, además,
una de las películas más originales sobre las Islas que puede promover al
desacuerdo. LA FORMA EXACTA DE LAS ISLAS es, en el mejor sentido y como
proclamaron los cubanos a fines del los años ’60, una película imperfecta que,
y como debe ocurrir es la esfera del arte, tiene más preguntas que respuestas.