lunes, 24 de septiembre de 2012

El cine y lo que queda de mi/Hernán Musaluppi


Me preguntaron si quería leer y escribir algo al respecto de “El cine y lo que queda de mí”, firmada por Hernán Musaluppi y publicada por Capital Intelectual, y aquí estoy.


A primera vista, me sorprende el uso de la primera persona en el título, y la inclusión en la colección Confesiones, por dos cuestiones: La primera porque se me viene a la memoria la frase que, como al pasar, dice el personaje del productor en La Noche americana (1973) de Truffaut: algo así como que los productores prefieren permanecer en el anonimato. La segunda porque si bien Musaluppi es productor de varias películas argentinas importantes convengamos en que aún, con sus apenas pasados 40 años, no es Val Lewton, ni Selznick, ni Ponti u Olivera. Por otro lado, desconocía su vocación literaria: nunca me crucé con un blog suyo, o un texto de cine de su autoría en otro lado.

Comienzo a leer el libro y, efectivamente, encuentro que la primera persona literaria es contundente en el texto. Encuentro datos de la vida personal de Hernán más allá de su actividad, información sobre sus gustos o disgustos (culinarios y musicales). Sigo leyendo y aparecen testimonios de otros productores, balances del oficio, sus convicciones a propósito de lo que el cine local debería ser.  Y entonces, como lectora, me pierdo.

En las películas es común “perderse” y en algunos casos es, incluso, esperable que esto suceda. Pienso en las obras “incompletas” de Ruiz o Kiarostami donde el espectador tiene que hacer el esfuerzo de “seguir” el relato, o crearse un relato paralelo a aquel. En las películas también es común intercalar registros (Antonioni en El Pasajero, 1975), mezclar texturas (Egoyan),  incorporar testimonios (Naikor de Trapero) y cambios de punto de vista (Scorsese).  El tema que una película no es sinónimo de un libro. Y lo que en una ópera prima podría “festejarse” (como en Quien golpea a mi puerta, 1967, M.S) en un libro no es necesariamente así.

En otras palabras encuentro que “El cine y lo que queda de mí” es una publicación ecléctica, una sumatoria de fragmentos más que un todo, o un objeto en sí mismo. Esto no significa que esos fragmentos no sean interesantes, dramáticos, cómicos, o que estén mal escritos. Todo lo contrario: el autor tiene talento para la escritura y ojalá lo siga desarrollando.  Mas personalmente hubiera elegido escribir un texto de tono autobiográfico, o un libro de divulgación, o un libro de opinión, o un libro de análisis de casos: las cuatro facetas juntas hacen que una parte pierda valor sobre la otra.

La parte, digamos, de tono autobiográfico me gusta. El autor construye un anti héroe fóbico, criticón y contradictorio (se dice vegetariano pero come pescado), una especie de humanista al que el mundo del cine le pasó una factura equivocada. Este tono woodyallenesco que hace Musaluppi de su yo (un yo traumatizado por hechos tristes de la realidad y, por otros momentos, auto traumatizado) bien se bancaría un libro entero de ficción. O - ¿por qué no?- una película. Me imagino que esta podría ser como Vaquero de Juan Minujín, pero del lado del productor.

Es que Musaluppi, catárticamente, “se carga” a todos: a los que él considera críticos  (no voy  a dar aquí mi posición al respecto porque acabo de hacerlo en mi libro ESTADO TRANSITORIO), a productores, a actores, a algunos directores, a estudiantes de la FUC, a tipos de más de 50 años que no entendí bien que particularidad tienen…  Parece un somelier, pero de personas. Y cuando acusa el autor no da datos concretos o expone fuentes.

Después está el otro registro del libro: el de las entrevistas, o las conversaciones que aparecen en cualquier momento con otros productores. Luego están los análisis  o las comparaciones de casos (el cine español y el  nacional, el de Hollywood y el argentino, El Estudiante de Santiago Mitre), y también están sus opiniones sobre lo que el cine argentino debería ser.

Todo es interesante, y necesario discutir en el contexto actual, pero tantas ideas juntas, insisto, se diluyen unas en otras. De todas maneras, y dada las pocas publicaciones de cine editadas en nuestro país firmadas por autores nacionales, celebro desde este pequeño espacio el nacimiento de “El cine y lo que queda de mí” de Hernán Musaluppi. 

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Unasur Cine, San Juan/El año del Tigre


Estuve unos días en la ciudad de San Juan, capital de la provincia homónima, a propósito del primer Festival de Cine de la UNASUR que se desarrolla del 15 al 22. La inauguración, a la que asistió el gobernador de la provincia Ing. José Luis Gioia junto a embajadores de la Unasur, el Secretario de Cultura de la Nación Sr. Jorge Coscia y la directora del festival Paula de Luque,  tuvo lugar en la playa seca del Centro Cívico. La película de Apertura fue Aballay de Fernando Spiner seguida de un cóctel en el mismo lugar.


(Oscar Ranzani)


(frente Dirección de Turismo)

Uno de los aciertos es que el festival se realiza en una geografía distante de la capital, en medio de unos de los entornos más hermosos del país: la Región de Cuyo. Otro de los aciertos es que el espectador, o el profesional del cine como es mi caso, tiene la posibilidad de entrar en contacto directo y sin muchos rodeos con las películas que se están produciendo en la región a las que, paradójicamente, fuera de los festivales no tenemos prácticamente acceso en los canales tradicionales de exhibición. Festivales así ayudan a entender un poco más el mapa cinematográfico de la región porque las películas se pueden ver una detrás de otra. Es que, a veces, en el contexto de otro festival las películas latinoamericanas no ocupan el centro de la escena. O uno mismo privilegia ver películas de países a los que quizás nunca vaya. Países que quedan lejos simbólica y geográficamente.

La Argentina necesita un festival así: temático y especializado como lo tienen Perú y Cuba y como, en algún momento, intento ser el Festival de Mar del Plata. Sé que algunos no están de acuerdo con esta premisa porque, dado el actual mapa de producción, a veces las películas que se dicen latinoamericanas tienen subvenciones de países europeos, y de alguna manera responden a ese canon, pero si consideramos a la nacionalidad de una película ligada a la autoría de quien, o quienes, la realizan, la cosa cambia. Por otro lado, que festivales así se consoliden quizás también coopere a que se produzcan películas que para mostrarse no estén sujetas o condicionadas por el “gusto” o el canon de los festivales de cine europeos.

Sin contar la apertura, en dos días vi 8 películas. Algunas de ellas, como El año del Tigre de Sebastián Leio, ya se habían exhibido en otros festivales del país, pero otras se exhibieron en calidad de pre estreno. Aquí no voy a hablar de las películas que me impactaron (sobre todo el documental ecuatoriana Mi corazón en el Yambo de María Fernanda Restrepo), o de aquellas que están prontas a proyectarse en Buenos Aires porque las guardo para mi cobertura para la revista Caras y Caretas que oportunamente subiré a este blog, pero si quiero decir algunas palabras de la película chilena citada más arriba.


El año del Tigre es, a mi criterio, una película que va al Chile profundo. El Chile de hazlo tú mismo, el Chile donde el Estado apenas llega, el Chile del Norte, o del Sur, como en este caso, que se hace con, y casi exclusivamente, el esfuerzo,  la inteligencia y la resilencia de la gente en un contexto de orfandad y de una naturaleza amenazante. Por supuesto en El año del Tigre esto está exacerbado porque acaba de pasar el Tsunami del 27 de febrero del 2010. Pero la película, y si bien se concentra en cierta trama (en seguir los pasos de su protagonista que en medio del caos se escapa de una cárcel) no habla solo del después de una catástrofe tan terrible sino, insisto, del sentimiento de estar a la deriva espiritual.

Una deriva que parece carnal bajo la piel de los personajes de El año del Tigre: del preso que se escapa, de la viejecita muerta, del cazador que, de alguna manera, pide que lo liberen de ese sentimiento con su propia muerte.  Un sentimiento tan potente que incluso el hombre prófugo prefiere volver a encerrarse que hacerle frente. La película está, además, atravesada de distintas referencias las cuales, depende quien la mire, pueden pertenecer al mainstream o al llamado cine de arte. Pero más allá de estos guiños (el del comienzo un tanto explícito)  el film logra transformarse en un “objeto” por sí mismo.

Me parece que con esta película Leio demuestra voluntad de filmar y de no repetirse. Pues si con su ópera prima (La Sagrada Familia) se focalizaba en personajes alienados pertenecientes a la clase media alta chilena, aquí se mete con la faceta del Chile menos explorado por la cinematografía chilena contemporánea y que los cineastas de la capital suelen eludir: la de los personajes que hablan bajito, a los que apenas se les entiende, y que tienen que autoabastecerse para subsistir. El modo en que cuenta esto es, en alguna medida, similar a aquella otra película: por momentos cámara en mano, acercamiento al rostro de sus actores, pero la comprensión de su país es distinta y más abarcativa.


jueves, 13 de septiembre de 2012

Estado Transitorio, en Otra Trama por TV Pública

El domingo 9 de septiembre pasado conversé con Osvaldo Quiroga en el programa Otra Trama, emitido por la TV Pública. Osvaldo hace 12 años que conduce este ciclo (antes se llamaba El Refugio de la Cultura) en el que convoca a directores de teatro, actores, ensayistas, escritores, literatos para que muestren y se explayen sobre sus producciones. Verdaderamente, el programa es una gema. Un lugar donde, guiados por los comentarios y/o las preguntas de su conductor, los entrevistados dan rienda suelta a sus visiones del arte, y también del mundo. 

El día que yo asistí, por ejemplo, otros dos escritores presentaban sus libros: Pablo Ramos y Andrés Neuman. Escucharlos fue un verdadero placer por la autoconciencia que cada uno de ellos manifestó a propósito de su obra, y sobre la manera que tienen de crear (sus resortes creativos). Aquí dejo el video para que lo vean.





martes, 11 de septiembre de 2012

Fimfárum/Martín Vandas

                                              


Fimfárum es una saga de películas de animación checas inspiradas en fábulas infantiles centenarias de ese país. La técnica de este país, junto con las de países como Rusia e Inglaterra, se destaca por el uso de la técnica stop motion. Es decir, la animación sobre cada muñeco gesto por gesto que se hizo conocida, o mejor dicho masiva, con el lanzamiento de Pollitos en fuga.

Para tener apenas una idea de lo que significa animar de esta manera tomemos este ejemplo: La sensación de que un brazo sube a una velocidad verosímil para el ojo humano se obtiene a partir de aproximadamente 8 poses del brazo de un muñeco. Esto, traducido a una película entera de una hora y media de duración, significa que para animar 5 segundos  se necesita, de acuerdo a lo que comentó Vandas a propósito del proceso de realización de Fimfárum, un día entero de trabajo.

Como otras fábulas chechas, Fimfárum no está exenta del humor negro, el aspecto sombrío, que caracteriza a algunas de las expresiones culturales nacionales. En ese sentido es que Vandas sostuvo que,  si bien la primera parte de la saga fue una de las películas más vistas en la historia del cine checo, esa comicidad tan particular hace que sea imposible presentársela a un distribuidor norteamericano.


De todas maneras, y a contramano de lo que se espera escuchar de boca de un productor, Vandas sostuvo que esa es la historia que a él le gusta porque lo representa y que no le importa tanto ganar dinero como hacer algo con lo que se sienta a gusto. Y en este sentido también destacó la importancia de hacerse de un grupo de trabajo con el cual tener correspondencia al momento de llevar adelante un proyecto de estas características.


Proyecto que, en su segunda parte, fue realizado no en un estudio sino en cuatro que simultáneamente fueron animando distintos pasajes de las historias. Vale destacar que la saga está compuesta por distintos cuentos. Y que, algunos de ellos, fueron animados por distintos artistas.


A propósito de ser consultado sobre si Tim Burton está de alguna manera influenciado por esa comicidad, y por supuesto por la técnica en películas como A Nightmare before Christmas por ejemplo, afirmó que Burton visitó la República Checa para interiorizarse sobre algunas técnicas de animación.


La película fue estrenada en Francia y en distintos países francoparlantes como Canadá, Bélgica, Luxemburgo. En la Argentina fue exhibida en el marco del Festival Nueva Mirada donde también se presentó un adelanto de la animación Metegol de Juan José Campanella. Lo dicho más arriba fue extraído de una clase especial de Vandas para un grupo de alumnos de la carrera Producción de eventos y espectáculos en la Universidad de Belgrano.



                                       
                                        (izq. Martín Vandas, der: Ondrej Pometlo, Agregado Cultural)