sábado, 25 de enero de 2014

Escándalo Americano y El lobo de Wall Street

El de 2 de marzo se entregan los Oscar y en la Argentina ya se han estrenado algunas de las películas que competirán en las distintas categorías. Confieso que en los últimos años no he visto en su totalidad la ceremonia y, si mi memoria no me falla, el año pasado me olvidé de verla. Sin embargo, me interesa ver las películas nominadas para comprender qué es lo que valora Hollywood, cómo ve y comprende al mundo, o su país, y qué estética elige. Este año son nueve las películas nominadas y dos, al menos, tratan sobre estafadores.

Me refiero a Escándalo Americano de David O. Rusell y El lobo de Wall Street de Martin Scorsese. Blue Jasmine de Woody Allen, aunque desde ya su foco es Jasmine, también trata indirectmante sobre un estafador pero sobre esta última ya me he referido en otro post anterior (concentrándome en el roles de Jasmine y su hermana Ginger, una estupenda Sally Hawkins que, si tenemos en cuenta a los Globo de Oro, quizás pierda frente a Jennifer Lawrence: una muy buena y joven actriz que deslumbra a la Academia de Artes y Ciencias) y además no compite como Mejor Película sino como mejor Guión y mejores actrices.


Escándalo Americano, como El Lobo de Wall Street, se centra en una historia real: una pareja de estafadores que en los años ’70, por una negociación con el F.B.I, terminó desbarajustando una serie de sobornos a distintos congresistas. Ahora bien, la película ¿trata sobre una estafa  con sus vericuetos, luces y sombras, como puede tratarla El lobo de Wall Street? ¿O más bien trata de las relaciones interpersonales entre los estafadores? Me inclino sobre esto último. Una de las características de Rusell como director – además de obtener notables actuaciones de todos sus actores y actrices- es conseguir mostrar la intimidad de ese mundo, el plano detalle de las relaciones, para bien y para mal.

Para bien, porque permite composiciones más detalladas de sus personajes, no tan esquemáticas, con interesantes matices y ambigüedades (Irving Rosenfeld, Christian Bale, ama y al mismo tiempo detesta a su esposa Rosalyn interpretada por J.L). Para mal, porque al querer reconstruir la época con exactitud (el vestuario y los peinados son perfectos), el círculo de no dichos, de sentimientos encontrados y miradas dice poco sobre la estafa en sí, sobre qué y cómo es que ocurre. En este sentido, es diametralmente opuesta a la película de Scorsese. Mientras este último construye una puesta en escena (más lejana de la emoción del personaje y más cercana al espectador) al servicio de una tesis, O. Rusell elige la intimidad, el ir y venir del personaje al centro de la escena, el fluir de la emoción y la ansiedad para mostrar la cotidianeidad de los estafadores. Salvando las distancias, la cámara de O. Rusell es más Cassavetiana

Es más, en la película de Rusell la estafa, excepto cuando Irving y Sydeny se conocen, casi no es un tema de conversación (una de las escenas más importantes de la película en este sentido transcurre en el fuera de campo quizás, también, porque O. Rusell coloca al espectador en el mismo lugar que a Richie), y en la película de Scorsese el modus operandi de la estafa sí lo es, es parte de los diálogos, de lo que se dicen los personajes. Por otro lado, esta última es una característica de Scorsese: que los hombres hablen y estén concentrados en temas, que no sean las mujeres, y los una como grupo.


Por eso la película de O. Rusell podría haber sido sobre una estafa, o sobre cualquier otra cosa. En cambio, la última película de Scorsese no: es sobre un estafador, sobre como un sistema posibilita la creación, el desarrollo, la caída y la reinserción de un sujeto como Jordan Belfort. Por otro lado, en El lobo de Wall Street el FBI cumple su tarea y en Escándalo Americano no la cumple tanto, o la cumple a medias: Si Patrick Denham vuelve en subte a su casa un tanto amargado pero con la conciencia tranquila por la misión cumplida, Richie DiMaso queda como el auténtico tonto de la película. Otro tanto podríamos decir de las relaciones internas entre los propios agentes del FBI: en la película de Marty son formales, se atienen al código, en la película de O. Rusell no tanto y más bien se mueven motivados por su propia vanidad y divismo.

A favor de Rusell hay que decir que distribuye bien y con equidad el protagonismo entre todos sus personajes. Entre las dos mujeres (las citadas Rosalyn y la cautivante Syndey), los dos hombres (Irving y Richie), Carmine Polite (Jeremy Renner) el gobernador amigable de New Jersey, Thorsen, el compañero de DIRichie, todos tienen su momento y un desarrollo parejo a lo largo de la trama. Scorsese, por el contrario, tiene claramente un protagonista principal (Di Caprio), y un excelente secundario interpretado por Jonah Hill y otros acompañantes, entre las que se cuentan algunos personajes femeninos que, en el campo no tienen tanto despliegue, más bien alguna que otra escena importante.

O. Rusell obtuvo, junto con Gravedad, la mayor cantidad de nominaciones por su película y Scorsese obtuvo algunas. Y es el mejor Scorsese de los últimos años con reminiscencias a Buenos Muchachos e, incluso, a su ópera prima ¿Quién golpea a mi puerta? por la presencia del rock y las escenas cliperas, espectaculares, de sexo, drogas y música. Y sin embargo, en una escena de Escándalo Americano que no develaré aquí (no quiero sacarle el gusto a aquellos que no han visto la película) O. Rusell hace un guiño a la filmografía del maestro neoyorquino. Es verdad que la cantidad de nominaciones no es necesariamente un indicador de victoria  en los Oscar (Lincoln el año pasado obtuvo muchas y no ganó casi ninguna) pero quizás sí sea un indicador de qué es lo que Hollywood busca, o considera valioso hoy.