viernes, 28 de junio de 2013

Antes del anochecer, de Richard Linklater

Las palabras y las cosas.


Debo ser sincera. No tenía enormes expectativas con Antes del Anochecer de Richard  Linklater protagonizada por Julie Delpy  y Ethan Hawke. De todas maneras, me adentré en la sala cinematográfica como trato de hacerlo siempre: sin prejuicios. Pero lamentablemente, la verdad no me siento del todo cómoda teniendo razón, mi primera intuición no falló y, muy a mi pesar, tengo que decir que esta entrega no me parece tan lograda como las anteriores. Sobre todo porque en su afán para que estos filósofos andantes digan frases inteligentes, terminan diciendo, por momentos, cualquier cosa. Y la saga  nunca se destacó por sus méritos cinematográficos sino por sus diálogos.

En la primera escena Jesse, por primera vez en rol de padre, le pregunta a su hijo si tiene todo lo necesario para abordar un avión que lo devolverá al hogar materno. Esta escena me atrapó. Hasta ese momento no sabemos si la madre es la señorita francesa con la que tuvo un romance entre Viena y Paris, o su esposa norteamericana. Luego de despedirse del muchacho los espectadores comprendemos que el niño se reunirá con su mamá norteamericana porque su actual mujer es Celine con quien tiene, además, dos hijas. Jesse sube al auto, mientras Celine habla por teléfono y las nenas duermen. Cuando ella corta no le pregunta cómo fue la despedida.

Cinematográficamente hablando la escena que sigue a esta del aeropuerto es bastante pobre: la cámara está fuera del auto, detrás del vidrio, aunque los espectadores escuchamos todo el diálogo. Insisto, las virtudes formales nunca fueron el aspecto fuerte de la saga, pero dado los recursos con los que cuenta creo que podría haber estado un poco mejor filmada. Pero dejémonos llevar por la impresión de realidad y volvamos a los diálogos. El largo rodeo por una ruta ondulada entre ruinas ancestrales –están en Grecia- los hace incurrir en frases entre el lugar común y lo políticamente incorrecto. Por ejemplo, ella en un momento “juega” con que sus hijas podrían ser cocainómanas en el futuro porque él se comió su manzana.


Efectivamente, todo ha cambiado. Aún cuando los protagonistas sigan siendo metatextuales y hablen todo el tiempo sobre sí mismos, tengan un punto de vista bien formado sobre casi todo, la acción transcurra en un día y estén en otro país, han cambiado. Jesse no es más el escritor apuesto, formal, contenido, reservado. Más bien parece (aunque es más culto) un personaje de las películas de Apatow, un tanto grosero, desalineado e histriónico por demás. Y ella se ha transformado en una mujer controladora (le pregunta repetidas veces ¿me vas a querer cuando sea así o asá?) y fría. Otra vez, no repara en que su hombre, no sin sufrimiento, acaba de dejar un hijo casi adolescente, al que no verá por meses, en un aeropuerto.

Así es como ese hermoso e idealizado cuento romántico transnacional en el Siglo XXI que era el fuerte de las entregas anteriores se transforma aquí en otra película sobre la alienación conyugal y la frustración del hombre y/o la mujer posmoderno dentro de ese enclave que es la pareja en los, o cerca de, los 40 años.

De todas maneras, y ya lo dijo Barthes, en la medida que existan escenas conyugales habrá problemas que plantear al mundo. No es que no sea interesante hablar de la pareja, pero con la antesala que tenían estos dos personajes ¿no se podía haber planteado el tema desde un lugar diferente? ¿No podían estos personajes, con la prehistoria que los unía, tener un modo de relación distinto, sin tanta alienación? Antes del anochecer es más que una película sobre los encuentros y desencuentros, o el amor y el enamoramiento, o las mutaciones del amor, un tratado sobre la neurosis extrema, sobre el control de las palabras sobre las personas y sus acciones.

A Jesse no se lo ve, ni oye, muy feliz. Y Celine se queja y despotrica contra casi todo. Celine bien podría ser, no digamos amiga, pero simpatizante de “la tana Ferro”, la protagonista de Un novio para mi mujer. Aunque si esta última encontraba finalmente el canal de expresión adecuado en la radio, su par francesa no y descarga todo en su conyugue. La verdad, me cuesta entender por qué Celine está tan enojada con Jesse. ¿Por qué dejó a su esposa norteamericana, engendraron dos hijas, y se fue a vivir con ella a su ciudad, Paris?¿O es que Jesse no elige bien a sus mujeres? La actual es colérica y la anterior, según refieren, es alcohólica.

Volviendo a la trama de la película, los personajes están en Grecia porque han sido invitados por otro escritor a pesar una estadía allí. Es época estival y una pareja anfitriona los invita con una noche de hotel. La invitación es rara (es incómodo que otros se metan en la intimidad de una pareja), aún así van. Previo a eso en la mesa del almuerzo se discute sobre al amor. Excepto porque hablan del futuro del amor, y el romanticismo en la era tecnológica, la escena podría haber sido parte de Cartas a Julieta, esa película con intertexto de la obra de Shakespeare filmada en la Toscana.

Camino al hotel, con deambuleo turístico incluido (sí, la capillita que visitan es muy linda) se empieza a gestar la tragedia griega que tendrá su catarsis explosiva en la habitación del hotel. A diferencia de lo que pasaba en las entregas anteriores es en el interior, en el cuarto, donde tiene lugar la escena más lograda de la película. Más cerca de Tape, otra película de Linklater, que de Antes del atardecer aquí los personajes y actores, aunque para mal, están más conectados. Digo para mal porque ella le echa en cara, incluso, que él es un aburrido para encarar la relación sexual. Lo sorprendente del caso es que después eso él insiste en seducirla.


Antes del anochecer trabaja con la saturación, con el extremo, con el descontrol, o mejor dicho el control, de las palabras sobre sus personajes principales. Casi no hay en esta película tonos, matices o momentos contrastados entre la pareja protagonista. Si los personajes llegan a un equilibrio este es rápidamente desbarajustado por lo que se dicen. Es verdad, vivimos en un mundo extraño, convulsionado, y los parámetros de relación están cambiando. Eso, por supuesto, repercute en el vínculo conyugal. Ahora ¿cuál es exactamente el problema de estos personajes? ¿Por qué están en una guerra interior sin, siquiera, causas reales?

¿Estamos frente a un ejemplo de “guerra de guerrillas contra nosotros mismos”, como sostenía Deleuze? ¿O será algo más banal y terrenal que el marketing llegó a la conclusión de que ver una película sobre una pareja feliz no garpa? Formulo otras preguntas ¿qué quiere decir Celine cuando le dice a Jesse que parece un español? ¿O que quiere decir cuando dice que la mujer norteamericana hace como si no pasara nada? ¿Acaso se puede generalizar así? De hecho, la que actúa así en la primera escena es ella cuando niega el sufrimiento de su esposa por la despedida de su hijo.

En pocas palabras, Antes del anochecer tiene momentos interesantes pero también tiene momentos bastante forzados. Es que en su afán de buscar todo el tiempo sorprender con latiguillos de diálogo inteligentes, estos personajes terminan diciendo cualquier cosa. Al final, el Indio Solar tiene, otra vez, razón: “pero dos que se quieren se dicen cualquier cosa”.


jueves, 20 de junio de 2013

Bárbara de Christian Petzold

Amaneciendo en un día feriado para la Argentina me topo espontáneamete con unos conductores de un programa de televisión de un canal de aire que repasan los estrenos de la semana. Uno de ellos es, por supuesto, la película Bárbara de Christian Petzold. Los que están en el piso no vieron la película pero de alguna manera la descartan “por dura”. Uno de ellos dice algo así como que “hay que tener ganas de ver algo así”.  Bárbara, efectivamente, trata de una mujer que intenta hacer su vida cortina de hierro mediante.

La elegida unánimemente por los que están en el piso es: Monster University, una nueva entrega del fenómeno Monster Inc que se ha convertido en saga. Desde ya, no se pueden negar las virtudes de esta genial película animada “para chicos y grandes” (al que le interese más este tema lo invito a que se acerque al primer capítulo de ESTADO TRANSITORIO), ni el impacto que seguramente tendrá en la taquilla en el preámbulo del receso invernal. No son los méritos de la película los que están en discusión. Lo que sí tendría que estar en discusión es que los comunicadores descarten una película, como Bárbara, sin haberla visto.

En general, el canon, o mejor dicho el gusto de la televisión, es pochoclero. Obviamente, eso no está mal (todos hemos tenido, o tenemos, algún tipo de filiación con el cine de Hollywood), pero tener un interés por un tipo de cine, no tendría que generar que se descarte otro tipo de cine. Más aún cuando se trata de una película interesante, de un realizador alemán talentoso que ha realizado varios films ya y que ha obtenido el Oso de Plata a la Mejor Dirección en el Festival de Berlín por esta película. ¿O solo cuentan los premios cuando los ganan las películas argentinas?


Bárbara está interpretada por Nina Hoss, la misma actriz de otra genial película de Petzold llamada Yella. Yella es la historia de una mujer que busca escapar de un cuadro de violencia de género.  Es cierto, Petzold toca temas “duros” pero los aborda respetando las convenciones de la ficción: creando personajes atractivos, y en muchos aspectos misteriosos, construyendo una trama abierta y al mismo tiempo con buenas dosis de suspenso. También crea historias cuyos personajes centrales son femeninos: mujeres de “armas” tomar, fuertes aún en sus debilidades que sobrellevan cargas pesadas pero no se quedan aferradas a estas.

Este es uno de los aspectos que más llama la atención de Bárbara dentro del conjunto de películas que han abordado la escisión de las dos Alemanias después de la segunda Guerra: el personaje femenino y su dimensión existencial. Bárbara de Petzold no es solo una película sobre contrastes y la “lógica” de una sociedad represiva es también una reflexión sobre la intimidad de una mujer en un contexto particular. Una intimidad que, por otro lado, será expuesta hasta donde el personaje de Bárbara lo permita: Sí, Petzold respeta como creador a su creación, y la describe sin golpes bajos, en su orfandad y soledad, con sensibilidad.

Por supuesto, en Bárbara hay escenas que responden al género de thriller ambientado en la posguerra, pero magistralmente Petzold se instala  en la cotidianeidad de Bárbara, en su esquiva interioridad. Una escena de la película es clave para explicar este exilio interior. Me refiero a la escena donde conduce su bicicleta al costado de un campo. Bárbara conduce, el viento la rodea y como espectadores sentimos, o intuímos, el cúmulo de sus emociones aunque ella no diga directa o explícitamente, nada. Respetar los silencios de Bárbara es uno de los aciertos de esta película que, como cualquier otra, merece ser vista, y comentada. 

miércoles, 5 de junio de 2013

El Gran Simulador

El Gran Simulador de Néstor Frenkel  no solo sigue en cartel sino que a un mes de su estreno ha sumado nuevas salas. Compartimos abajo la nota completa publicada en el número de mayo de la revista Caras y Caretas.


Por Lorena Cancela

Un género que algunos consideran menor, el documental, a veces termina siendo más interesante que muchas ficciones. Y el estreno este mes de El Gran Simulador la película de Néstor Frenkel sobre Héctor Lavandera, más conocido como René Lavand, es una prueba. A tiempo,  el genial ilusionista que prefiere reconocerse como “experto en cartas y artista”, y tuvo una participación cinematográfica en Un Oso Rojo, tiene una película que lo honra, lo descubre, lo muestra con el respeto y la admiración que un hombre como él, mundialmente reconocido, se merece. Como dice Frenkel: “Lavand es en lo suyo equivalente a  Maradona, (o al Papa!)”

La historia de René Lavand es conocida entre de sus seguidores: A los 9 años un accidente hizo que perdiera su mano derecha, pero no su interés por las barajas. Pero El Gran Simulador no es una película sobre el giro trágico de su vida, es sobre el hombre, el artista que es seguido por miles y miles de personas a lo largo y ancho del mundo: España, Francia, Estados Unidos, Japón, y también Colombia, Venezuela, México. “Alguien que desarrolló un arte para el que aparentemente tenía todas en contra, y pudo convertir las dificultades en ventajas revela una fuerza, una fe y una inteligencia poco comunes.”, sostiene Frenkel.

El documental se posa en el presente de Lavand con su esposa, en su casa de Tandil y su laboratorio, como le gusta llamarlo, con su paño verde donde todas las mañanas se sienta a practicar y a crear. “Cuando llegue la inspiración que me encuentre trabajando” dice Lavand citando a Picasso. Y también arremete: “La gente cree que soy culto pero en realidad soy un traficante de frases, aunque algo he aprendido en esta vida”. Ese aprendizaje tuvo que hacerlo solo (de allí su autodidactismo) porque en el mundo del ilusionismo no existían libros para zurdos y mucho menos que les falta una mano. “Aprender a aprender” es uno los lemas que le trasmite a algunos discípulos, muy pocos, porque Lavand se rehúsa a ser un “fabricante de artistas”.

La fama transnacional de René es tal que, incluso, fue invitado al famoso programa norteamericano “Ed Sullivan Show”. A propósito de cómo consiguió el sorprendente material de archivo de la película Frenkel nos cuenta: “Estuve buscando entre coleccionistas varios, además del propio archivo de René. Miré muchas horas de material y traté de privilegiar lo que me sirviera desde lo cronológico que no fuera lo más visto o conocido, que lo mostrara a René en distintas partes del mundo y que no redundara en  los juegos que yo mismo había registrado con mi cámara. Además, tuve la suerte de conseguir un material  desconocido, incluso para René: una filmación casera en 16 milímetros del año 1960 que aparece en los créditos.”

Dentro de este material de archivo los espectadores podrán ver una entrevista que un periodista español le hace a Lavand donde le comenta que existen rumores sobre su persona como por ejemplo que  usa solo una mano para hacerse el pícaro, o que no la usa porque recibió un disparo pues andaba en asuntos no lícitos. Pero como dice el ilusionista lo suyo solo son las “nobles trampas”. Lavand demuestra un humor, y un buen humor, a prueba de todo. Pero cuanto tiene que ponerse serio no duda en afirmar que necesitó de mucha fuerza y voluntad para sobreponerse del golpe que le dio la vida.

El documental de Néstor Frenkel – realizador también de Construcción de una ciudad  y Amateur- describe, se acerca al misterio Lavand y a su sorprendente universo (con su colección de bastones, su casa de madera con ascensor, su gato negro, una mano colgada como timbre, buen vino y buena grapa) con interés genuino: “Filmar la intimidad de su laboratorio me dio la posibilidad de ver su trabajo despojado de ciertos ornamentos que usa en sus apariciones públicas, y así conseguir un retrato cercano y cálido.” cierra Frenkel.


Su mayor acierto como documentalista es no querer ser más, como realizador, que al gran artista que retrata e intenta conocer sin preguntas capciosas, con las ganas de compartir con nosotros, o de tratar de entender, que hay detrás, o delante, de este hombre excepcional que afirma: "No se trata de que la trampa no se vea, se trata de que ni siquiera se sospeche" El Gran Simulador se podrá ver este mes en: Malba, Monumental y Cosmos UBA.