miércoles, 28 de noviembre de 2012

Mar del Plata 2012 (II): Las premiadas


Dentro de la Competencia internacional el premio más importantes recayó en la rumana Beyond the hills, de Cristian Mungiu, un relato sorprendente y humanista sobre un grupo de religiosas ortodoxas comandadas por un pastor que en pleno siglo XXI intentan rescatar a una joven posesiva y violenta que llega a la comunidad en busca de su amiga de infancia. Los fallidos intentos por recuperarla, hospitalización mediante, les lleva a concluir a los religiosos que se trata de una posesión demoníaca y practican lo que ellos consideran un servicio, más conocido como exorcismo. A partir de allí, y como en otras películas de ese país, quedará al descubierto la burocracia policial y la ineficiencia del sistema de salud, temas característicos del cine rumano, y que hace unos años tuvo en La noche del Señor Lazarescu de Cristi Puiu, uno de sus grandes ejemplos.

La solvencia del montaje y de la puesta en cuadro es tal que la película termina siendo una sucesión de planos casi pictóricos. Hay una sola secuencia que me pareció que escapa un poco a esta armonía y es cuando Voichita va a buscar al hermano de Alina para preguntarle si está de acuerdo con que le practiquen el servicio a su hermana. En esta secuencia vemos que Voichita se acerca al cuarto, lo despierta y luego van a encontrarse con Padre. No suma a la historia, ni a la estética de la película. El resto es impecable y así lo confirmo el silencio que reinó en la sala durante las más de dos horas y medio de proyección.

En la Competencia argentina se premió a Celestino Campusano como Mejor director por Fango, y a Hermanos de Sangre de Daniel de la Vega como Mejor película. Si algo une a estos directores es el hecho de que ambos se han mantenido leales a su estilo y modo de producción. En el caso del primero, haciendo un cine visceral que se mete en los lugares pocos visitados del conurbano bonaerense: donde las motos, las armas, el alcohol y el sexo desenfrenado son moneda corriente; y en el otro caso, manteniéndose fiel a las coordenadas de los géneros de terror y del suspenso. Además los hermana el modo de producir sus películas: mucha creatividad con poco presupuesto.

De la Vega está en el cine hace muchos años y sus primeros cortos son una muestra de su habilidad para crear mundos fantásticos con pocos recursos. Sueño profundo, uno de sus cortos de graduación, es un ejemplo. Daniel es también una referencia ineludible de eso que un tiempo atrás se definía como HorrAr, películas argentinas que trabajaban con el género, raramente se estrenaban en el país pero se comercializaban en el exterior. Campusano tiene muchas virtudes como narrador y lo ha venido demostrando a lo largo de su filmografía. Los reconocimientos para ambos son más que merecidos.

Este año hay que felicitar también al público que, además de mostrarse respetuoso e interesado, votó como Mejor Película al maravilloso documental del ítalo- argentino Daniele Incalcaterra: El Impenetrable. Narrado en primera persona El Impenetrable es la lucha del mismo Daniele por recuperar unas tierras que su padre, con el que no se llevaba bien, compró en el Chaco paraguayo. A partir de allí se encontrará con registros de propiedad que no coinciden, un Al Capone de la región, y un Estado que, a pesar de sus buenas intenciones, poco y nada hace, o puede hacer, frente al desmonte y la pérdida de biodiversidad, entre otras cosas. La triste historia, sin embargo, no deja de tener sus momentos cómicos, encarnados sobre todo en Incalcaterra quien frente a las vicisitudes que atraviesa termina pareciéndose a un anti- héroe woodylleanesco

No queremos develar muchos detalles de la trama, ni el desenlace que como espectadores descubrimos al mismo tiempo que el protagonista de la película, pero sí contar que el rodaje duró más de un año y que en el medio Incalcaterra fue padre junto a su pareja, también productora del film, Fausta Quattrini. Consecuentemente el legado material y simbólico es uno de los temas principales de la película. La buena noticia para los lectores es que El impenetrable se exhibirá a partir de este jueves en el Gaumont:

Otra película que obtuvo distintos premios, incluidos los no oficiales como el de ACCA, es de Martes a martes de Gustavo Fernández Triviño. La película tiene una potencia narrativa y una puesta en escena arrolladoras - en parte es uno de los ejemplos en los que pensaba el Presidente del festival cuando sostuvo que el cine argentino está recuperando su capacidad de contar historias-,pero si la analizamos a la luz de las acciones de su personaje principal (un fisicoculturista que tiene múltiples trabajos para mantener a su familia) es más difícil elogiarla. Es que el personaje tiene dos tipos de comportamientos bien marcadas; el primero en el que parece “bueno” (y todos se aprovechan de él), el segundo en el que se transforma en malo. Este punto de giro se produce cuando el susodicho, abyectamente, mira detenidamente como un hombre viola a una mujer. A partir de allí  nuestro protagonista hará un giro drástico y con tal de conseguir su objetivo hará uso de la frase “el fin justifica los medios”.

El desenlace de la película es inquietante. Por un lado, parece un final de película bizarra, inusual, del estilo de películas de cárcel de los años ’70. Por otro lado, si tomamos este final y lo que allí pasa como muestra de una ideología mayor, como sociedad estamos en problemas.
Me hubiese gustado preguntarle al director qué punto de vista tiene sobre su personaje (actuado maravillosamente por Pablo Pinto un actor hasta el momento desconocido que está cosechando varios premios) mas no lo crucé. Ojalá cuando se estrené la película se inicie una reflexión que vaya más allá de las virtudes cinematográficas que indudablemente tiene de Martes a martes

martes, 27 de noviembre de 2012

Mar del Plata 2012 (I) La Sirga/El Limpiador


Se desarrolló en la ciudad de Mar del Plata, el 27 festival Internacional de Cine. Presidido por José Martínez Suárez, este año en especial el evento contó con una programación de calidad, y pareja. Esto en parte explica que las salas hayan estado colmadas y se produzcan pocos éxodos. Además, el festival programó actividades especiales entre las que se contó la muestra de afiches del cine suizo curada por el periodista y crítico Pablo De Vita.



También hubo presentaciones de los libros: Imitación de la vida – Crónicas de cine, compilación de críticas publicadas entre 1980 y 1995 del reconocido crítico de cine peruano Isaac león Frías (más conocido como Chacho), el último tomo de las crónicas de Alsina Thevenet y Estado Transitorio. Cinefilia en el Siglo XXI de quien firma. Para la ocasión proyecté el corto Artaud doble Bill del cineasta armenio-canadiense Atom Egoyan, corto integrante de la película To each his own cinema (2007). Estuvo muy bueno, todas las presentaciones son diferentes y aportan algo nuevo, en este caso me reencontré con seres queridos y  personas de Córdoba y El Bolsón, entre otros.


Además el festival ofreció  clases, focos como el del cine sur-coreano, retrospectivas como la de la francesa Sandrine Bonnaire, charlas  y etc. Y por supuesto, anécdotas: graciosas, penosas, patéticas. Una de ellas protagonizada por esta cronista que nuevamente fue confundida con la actriz Valeria Bertuccelli en este caso por un director de cine independiente argentino. Que ciertos directores de cine argentino se creen que son genios iluminados, superiores en alguna medida al resto de los mortales no es una novedad. Pero en esta situación este rumor quedó particularmente en evidencia. Quien suscribe estaba desayunando, mirando la nada, cuerpos sin forma en el ángulo de visión. El director  se acerca, me saluda y me dice: ¡Hola Vale! Frente a lo cual respondo “me parece que te estás confundiendo.” “¿Cómo. No sos Valeria?. No, respondo. A lo cual el tipo agrega: “¿Y por qué me mirabas con cara de Valeria como diciéndome salúdame?”. A lo cual le respondo: “Perdoname, pero a vos no te miraba”.

Cada uno con sus gustos desde ya, pero no miraría a este señor con otros ojos que no sean como cineasta de buenas películas. Es decir, lo miraría con todo el respecto que como artista se merece, y no a él sino a su obra. Lo significativo de la situación no es que me haya confundido  (me ha pasado varias veces y me he divertido mucho al respeto) sino que me haya acusado de que se confundió porque yo lo miraba. En fin… Por suerte, había otro colega que,  si lo pienso bien, es como una especie de caballero que me viene a rescatar de ciertas situaciones extrañas en los festivales de cine que puso paño frío a la situación, así que a él mis agradecimientos. Ciertamente, aparte depara ver  películas, un festival de cine es un momento de convivencia y, de alguna manera,  una muestra de conductas sociales. Y de limitaciones propias, y ajenas.

Yendo a las películas, empiezo por las latinoamericanas. En primer lugar, por la coproducción colombiana- mexicana- francesa La Sirga de William Vega. La película está en ese confuso horizonte entre el documental y la ficción. Emplazada en un paraje del interior de Colombia los protagonistas de la película (una mujercita y su tío)  lidian con el día a día de un lugar en el cual, para sobrevivir, deben autoabastecerse. Están además a la espera de unos turistas, y por eso están refaccionando el lugar (La Sirga). Debo decir que la película me recordó por momentos a La teta asustada (no solo por el plano donde un hombre grande espía a una mujer menor desvestirse) sino por la mirada sobre el lugar entre distante y comprensiva. Está muy bien filmada, excelentemente filmada, aunque un poco  me dejó la sensación de que es  una película pensada para el ojo de los programadores de los festivales de cine europeo.



El limpiador es, por el contrario, una película de guión y enteramente de ficción. En su ópera prima Adrián Saba, de apenas 23 años, eligió controlar el entorno y a los personajes (que se cuentan con las manos) y hacer una película un poco a contramano, en el mejor sentido, de lo que cine latinoamericano debe ser: refiriendo sutilmente al género de la ciencia ficción, retratando los lugares de una manera abstracta (es decir lejos del pintoresquismo) y contando una historia, un encuentro entre dos seres: un hombre y un niño. En este sentido,  si hubiera que emparentar a la película con alguna otra ésta estaría más cerca de ciertos directores norteamericanos (tal Sofía Coppola) que de otros compatriotas.



Eso no significa que  Saba no aproveche Lima y sus alrededores (de hecho ha dicho que quiso filmar en una época determinada porque la niebla tiene una densidad particular en ese momento)  pero los utiliza resignificándolos, dotándolos de un sentido que no tenían. Es prometedor el debut de Saba y ojalá que la buena recepción que está teniendo la película en distintos festivales, lo ayude a hacer otra. 

jueves, 15 de noviembre de 2012

Eugenio Zanetti, homenajeado en Tandil Cortos 2012


Eugenio Zanetti es cordobés. En los ’60 emprendió un viaje que hoy lo hace residir entre la Argentina y Los Ángeles. Su primer trabajo en el cine fue de la mano del director e intelectual italiano Pier Paolo Pasolini. Nunca se imaginó ganador de un Oscar, pero en Hollywood se ganó uno. A propósito de esta carrera sorprendente, el maestro fue homenajeado el fin de semana pasado en Tandil Cortos. El clásico evento de la ciudad homónima (con la dirección general de Luciano Majolo y la dirección artística de Pablo De Vita) que este año celebró su 9 edición y proyectó 49 cortos entre las distintas categorías: Ficción, Animación, Documental, Videominuto, etc. 

El film que se llevó el Ojo de Piedra al Mejor Cortometraje fue "Crónica de la muerte de Paco Uribe" de Santiago Canel quien también se quedó con el Ojo de Piedra al mejor director. Abajo un fragmento de una entrevista con Zanetti publicada en el número de marzo de esta año de la revista Caras y Caretas.

(Teatro del Fuerte, domingo 11/11. Foto: Cesar Tynik)

- Su primer trabajo en cine ¿fue en Afganistán?
E.Z: A los 19 años fui a Europa, y a los 20 fui por tierra con unos amigos a Pakistán, Irán... A mí me interesaba el sufismo, esa filosofía no religiosa con origen en Asia Central. Eran los años ’60, y si bien no fui a buscar un gurú como Los Beatles, fui como todo joven a por una búsqueda. Llegué a Afganistán y por distintas razones tuve la suerte de acercarme a Pasolini y sugerirle como locación para su Medea Turquía Central. Eso me valió mi primera experiencia en cine y trabajar con él en el departamento de arte.

-¿En qué se basa para crear, o recrear, mundos imaginarios o reales?
E.Z: Yo tengo la impresión de que todos los espacios en el universo son imaginarios. En Oriente dicen que la realidad es una ilusión, pero que la verdad siempre es mostrada. Por ejemplo, el lugar donde estamos ahora refleja mi idea de Buenos Aires, de cómo era mi infancia, etc. Lo que yo hago, en el teatro o el cine, es seleccionar algunas imágenes de esa ilusión y darle una forma que ilustre el conflicto dramático, las fuerzas que se oponen en el texto.

- ¿Cómo es trabajar en Hollywood?
E.Z: Yo creo en la adaptabilidad, ser adaptable es la base de la supervivencia. Siendo argentino, y con mi formación europea, fui a trabajar allá no para aportar sobre lo técnico sino sobre otras cosas, como mis conocimientos en Historia del Arte. Pero al hablar de estas cosas allá hay que ser flexible, ellos no son intelectuales como nosotros.

- Ganar un Oscar ¿en qué le redundó?
E.Z. El Oscar a mí no me cambió la vida, pero creo que me cambiará la muerte. Es que seguro que lo primero que dicen es Ganador de un Oscar (Risas). Es un punto, son marcas en el espacio y en el tiempo que ocurren en la vida de todas las personas. Estoy contento, aunque no significa nada muy especial.

- Me ha dicho que el segundo acto de su vida fue en Los Ángeles, y el tercer acto es entre Los Ángeles y Argentina. ¿Se siente cómodo aquí?
E.Z: Hoy siento que a la Argentina tengo cosas que devolverle. He vivido muchas argentinas, y la Argentina de hoy, a pesar de sus contradicciones, me gusta, me encanta, es mucho mejor que muchas argentinas que vivimos antes en medio de conflictos tremendos y tiranías militares. Pero no le pido nada al país: todo lo que no pude hacer acá, lo hice afuera.


martes, 6 de noviembre de 2012

Leonardo Favio/Aniceto

Este texto lo escribí cuando se estrenó Aniceto en el 2008, la última película de Leonardo Favio. Le agrego una foto que es de Leonardo en pleno rodaje, mirando por el objetivo. Quiero recordarlo así. Es que de acuerdo con distintas entrevistas que se estuvieron difundiendo en las últimas horas, él, como realizador, prestaba particular atención al encuadre, y a mirar por el objetivo. En una de esas charlas también dijo que su obra se acababa cuando se acababa su vida, y en eso me voy a tomar el atrevimiento de disentir...


Aniceto

Leonardo Favio es, sino el más, uno de los cineastas más importantes de la Argentina. Tiene, a diferencia de otros grandes directores como Manuel Antín, David José Kohon, Hugo Santiago y otros tantos, la particularidad de interesar a dos sectores de la cinematografía que en el país están, muchas veces, simbólicamente enfrentados: el público y la crítica o estudiosos. Leonardo es nuestro Hitchcock, si bien su cine poco se relaciona con el del maestro inglés. Su figura como cantautor fuera de la pantalla es, además, objeto de adoración: A veces en tanto sincero reconocimiento, otras como gesto simplemente kitsch o snob, sus canciones son citadas, o referidas, en la obra de varios colegas y coetáneos.


Los avatares de su vida y su lucha son también objetos de reflexión. Y a sus ’70 años las declaraciones hechas estos últimos días a propósito del estreno de Aniceto en el país, lo muestran como un hombre ameno, dulce, que da sus respuestas acerca de fuertes interrogantes como la muerte, el lugar del cine en la vida, las influencias, lo que significa ser de un lugar y terminar en otro y cómo se sobrelleva ese desgarro.

El estreno local de Aniceto tiene una importancia que excede lo meramente cinematográfico para transformarse en un hecho cultural de envergadura. Hace años que Favio no presenta una nueva película. En su caso el tiempo entre uno y otro film enaltece su producción dándole variaciones. Es que él, como siempre dice, no vive del séptimo arte: Sus necesidades para filmar son meramente artísticas y no económicas liberándolo de condicionamientos de todo tipo.

En cuanto a su estilo, éste transitó por distintas formas narrativas: Del neorrealismo/nouvelle vaguista propio de los años ’60 en Crónica de un niño solo a un ascetismo formal no exento de ecos bressonianos en El dependiente; de la exageración y las posibilidades técnicas con el 35 mm y el color en Nazareno Cruz y el lobo a la experimentación digital en Aniceto, sin dejar de mencionar sus reflexiones sobre le peronismo y su lugar en la sociedad en Gatica, el mono o Perón, sinfonía del sentimiento, Así, su filmografía toda podría ser estudiada como un muestrario de los movimientos artísticos y sociales de una parte del S.XX y principios del S.XXI en el país.

Al igual que sus contemporáneos más jóvenes, en Aniceto gracias a la tecnología digital, el cineasta amplificó las posibilidades plásticas de la imagen. Hay planos que por su artificiosidad remiten a las pinturas de Magritte, tanto como a la abstracción. Otro tanto podemos afirmar del sonido, muy presente a través del canto de unos grillos y la partitura musical. Pero también incorporó otras expresiones como la literatura y la danza, haciéndose eco de la frase del filósofo Alain Badiou: “El cine es todas las artes más una”.

La historia de la película está basada en el cuento de Zuhair Jury (su hermano) llamado El cenizo, el mismo que tiempo atrás le sirvió de inspiración para Este es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza... y unas pocas cosas más. Apenas comenzada la película, la suave voz del mismo Leonardo nos indica que ésta lo visitaba en sus desvelos y por eso decidió retomarla. La misma cuenta las vicisitudes de Aniceto (Hernán Piquín) entre dos amores: Francisca (Natalia Pelayo) que responde al estereotipo de la mujer de su casa del interior del país y Lucía (Julieta Baldoni), una variante de femme fatale. En el medio, y quizás en tanto verdadero objeto del amor del hombre, se encuentra un gallo el cual, es sabido, desencadena la tragedia final.

Dicho esto valga una aclaración: es cierto que la polarización entre estas dos mujeres podría parecer un tanto vetusta para ciertos parámetros de representación actuales, pero también lo es que ir a ver Aniceto no es ir a ver un melodrama. Finalmente, el desenlace ya lo conocemos.

Ir a ver Aniceto es como ir a ver una obra de teatro Noh japonés: Los espectadores conocen el final, pero igual van a disfrutar las habilidades para la representación de sus intérpretes y, en este caso, el prodigio para filmar de su demiurgo. Ir a ver Aniceto es conectarse con el placer que puede brindar el arte, eso que alguna vez alguien definió como opuesto al mundo, sin condicionamientos de cánones de ningún tipo.

De todas maneras, la película no se consume en su interioridad. Pues si lo que prima en la pantalla, chica sobre todo, es un naturalismo extremo el cual nos lleva a mirar como se practican en un quirófano operaciones de todo tipo que el cine nos proponga cada tanto conectarnos con otros aspectos de la realidad, la danza por ejemplo, es un acto de resistencia. 

Cierta vez, el cineasta iraní Abbas Kiarostami escuchó que su amigo Milan Kundera le contaba que su padre, al final de la vida, solo decía “¡Es extraño! ¡Es extraño!”. Abbas interpretó esa frase no como que el hombre no tuviera más que decir sino como resumen de su existencia, y a propósito del estreno de una de sus películas dijo: “Si me preguntaran qué hice yo como director de Ten, diría, nada. Sin embargo, si yo no existiera esta película no existiría… Estas son mis dos palabras, sintetizan casi todo.”
Aniceto, quizás sea las dos palabras de Leonardo Favio. Esperamos que el destino nos brinde su próximo film. 

viernes, 2 de noviembre de 2012

Entrevista de Oscar Razani sobre Estado Transitorio, en Página 12


“El cine tiene un vínculo desacralizado”

La autora hace un análisis exhaustivo del profundo cambio que experimentó en los últimos años la relación del espectador con lo que sucede en pantalla. En ello juega un rol central la explosión tecnológica, que desarrolló una multitud de foros virtuales de debate.

 Por Oscar Ranzani
La irrupción de las nuevas tecnologías ha provocado cambios sustanciales en la mayoría de las disciplinas artísticas, y el cine no es la excepción. La investigadora Lorena Cancela se vale de herramientas como la filosofía y la semiótica para dar cuenta de ellas en el libro Estado transitorio: Cinefilia en el siglo XXI (Editorial Djaen), para analizar cómo se modificó el comportamiento de los espectadores en los últimos tiempos. La inclusión del 3D, el cambio de los escenarios públicos a los privados, el surgimiento de los denominados “cinéfilos mutantes”, el estado de la crítica, la relación entre el cine y el consumo son algunos de los ejes temáticos que llevaron a Cancela a reflexionar sobre ese “estado transitorio” que, según describe, en la actualidad “es preferible decir que el cine está siendo tal o cual cosa a decir que el cine es tal o cual cosa”. Cancela señala que, a lo largo de su historia, el Séptimo Arte siempre se preocupó por tratar de definirse y de buscar su esencia. “Por supuesto que, a lo largo de los años, la pregunta tan maravillosa ‘¿Qué es el cine?’ fue respondida de diferentes maneras. Y hoy es transitorio porque no podemos llegar a dar una respuesta unívoca de qué es el cine. No hay una idea generalizada a propósito de esto. En todo caso, hay muchas ideas sobre lo que es el cine hoy.” Bajo ese marco conceptual, la investigadora analiza la recepción y las nuevas formas que el espectador tiene de relacionarse con las películas a través de nuevos hábitos de conducta.
–¿Cómo analiza al nuevo espectador con un rol más activo?
–Pasan dos cosas. El espectador tiene nuevas maneras de acceder al material y nuevas maneras de involucrarse con ese material. Antes, uno para tener la película que le gustaba inevitablemente tenía que ir al cine. La única manera de ver las películas y comentarlas era yendo al cine. Ni siquiera en los ’60 existía el VHS. El VHS fue modificando esto, pero las nuevas tecnologías lo tiraron por la borda. Hay un tema: uno no podía pasar el VHS como un archivo a alguien que está en Tailandia. Y hoy esto es posible. De hecho, se arman grupos colectivos de cinéfilos que intercambian información de esa manera. Y esto se ve en la cantidad de publicaciones que proliferan. Hay como una cuestión global y colectiva de gente que se junta porque comparte ciertos gustos o intereses por películas que no necesariamente fueron exhibidas en sus países de origen.
–¿El cambio en la recepción del cine se debe solamente a estos avances tecnológicos o también tiene que ver con cuestiones sociales y culturales?
–Obviamente tiene que ver también con cuestiones sociales y culturales. Yo lo pienso desde el lado del cine, pero hay gente especialista y experta en ver cómo las nuevas tecnologías modifican la manera en que las personas se relacionan: desde conocer a alguien por Internet (un gran cambio social) al hecho de que la tecnología sea la “memoria” de la gente. Para bien y para mal, las nuevas tecnologías están condicionando la forma en la cual se relaciona la gente y hay un montón de embrollos que se generan por esto. Y también hay muchas películas que hablan de esto.
(foto Raúl Iturrieta, San Juan8)
–¿Por qué señala en su libro que, a diferencia de otras artes, “cualquiera puede hablar de cine”?
–Todos podemos hablar de cine porque éste es mucho más desacralizado que la pintura o el teatro, por ejemplo. Es un medio de expresión mucho más cercano a la gente y genera que todos opinen. En la televisión pasa todo el tiempo: uno ve la TV y, en algún momento, aunque no sea un programa de cine, siempre sale una película que uno recuerda. Genera un vínculo mucho más desacralizado con el espectador que otras artes.

–La “interacción moral” que comenta en su libro que se producía entre el espectador y los personajes, ¿se modificó en la actualidad?
–Depende qué película uno mire, porque hay films con los cuales uno entabla una relación mucho más estrecha con los personajes o que se involucra mucho más moralmente. Digo “moralmente” estando a favor o en contra. Lo que pasa es que este involucramiento está ligado al cine de Hollywood, que es un poco el que nos enseñó que tenemos que identificarnos con los personajes y aceptarlos o rechazarlos en sus acciones. Hay otro cine que no nos pide eso, porque también nos muestra más los matices de los personajes: no son enteramente buenos, sino que, también, como todas las personas, tienen sus cosas. Insisto en que depende la película, es la relación que el espectador entabla con ésta.
–¿Cree que se intensificaron las relaciones entre el espectador y la imagen a partir del 3D?
–Sí, totalmente. El 3D intensifica esta idea de que uno está dentro de ese mundo. Avatar fue el ejemplo más claro. La película misma te está proponiendo eso. ¿Qué te propone? Que hay un hombre al que lo enchufan a algo y que se mete en un mundo que, en realidad, no existe. Pero todo el film es estar dentro de ese mundo irreal. Entonces, desde ese lugar creo que es como una relación “más carnal”.
–¿Por eso señala que esa interacción que antes era cognitiva y emocional ahora también es sensorial?
–Sí. Uno está metido con su cuerpo adentro.
–¿Pero eso no sucedía antes?
–Creo que antes era más ver la pantalla y uno trabajar con el intelecto, no tanto con el físico. De hecho, en muchos casos a las historias había que seguirlas intelectualmente. En cambio hoy, es una cuestión sensorial que se ve intensificada por el sonido envolvente, la butaca súper confortable y otra serie de cuestiones técnicas que coadyuvan a esta sensación. Seguramente también antes existían otras películas, pero no era tanto esa búsqueda ni era ésa su propuesta narrativa.