martes, 26 de noviembre de 2013

Post 3: Festival de Cine de Mar del Plata 2013/Películas ganadoras

La identidad en el centro de la escena

Concluyó la 28 edición del Festival de Cine que se realiza en la ciudad balnearia de Mar del Plata y se conocieron las películas ganadoras. Sin dudas, la gran ganadora fue “La Jaula de Oro” de Diego Quemada-Diez un relato contundente sobre un grupo de adolescentes que desde Guatemala atraviesan el territorio mexicano con la intención de cruzar la frontera hacia los Estados Unidos. El jurado- integrado por el director coreano Bong Joon-ho, el español Javier Angulo, el italiano Luciano Sovenea, el escritor argentino Guillermo Martínez y la mexicana Paula Astorga Riestra- premió a esta película con el Astor de Oro.

El relato de Quemada-Diez,  basado en una investigación de 7 años y en entrevistas a personas que intentan o han podido cruzar la frontera de México hacia Estados Unidos- es intenso. La primera escena es contundente: Una muchacha entra a un baño de un barrio carenciado, se corta el pelo, se viste de varón y sale. Al comienzo del film el espectador podría pensar que se trata de una película de búsqueda de la identidad, una road movie de iniciación, integración y reconocimiento de las diferencias (uno de los chicos que se suma a la travesía es de Chiapas y no habla el español) pero a medida que avanza el relato el asunto cambia.

Y cambia al punto tal de transformarse en una especie de infierno en la tierra por los distintos conflictos que deben enfrentar los amigos: el narcotráfico, los paramilitares, la pelea del pobre contra el pobre, la trata de personas. La escena en la cual la muchacha del grupo desaparece es escalofriante. Un tren se detiene, presumiblemente con la complicidad del maquinista, y unos hombres armados secuestran a las mujeres del convoy. La imagen remite a la mítica El Gran Asalto y robo al tren de Porter pero aquí las cosas son más horrorosas: los hombres se llevan a las mujeres incluida a nuestra protagonista que es descubierta por uno de los secuestradores como mujer.

Los espectadores informados sabemos e intuimos su futuro pero la película no lo vuelve a retomar. Este es mi mayor reparo para con la película: que narra fundamentalmente momentos extremos pero no los profundiza, los expone pero no los vuelve a retomar, los escenifica en toda su crueldad pero los deja como olvidados para seguir con las “reglas” de la ficción, con que la historia tenga un desenlace y llegue a la tesis final que le da título: que la vida del inmigrante latinoamericano que logra cruzar la frontera hacia los Estados Unidos no es sinónimo de un paraíso terrenal. La jaula de Oro también obtuvo el Premio del Público, entre otras distinciones de esta 28 edición.

Pelo Malo de la venezolana Mariana Rondón, otras de las galardonadas, también elige como uno de sus temas centrales la identidad pero aquí el relato no tiene un tono épico – como en el caso anterior- sino más bien costumbrista. Lo interesante es que a partir de ese costumbrismo la directora construye una alegoría de un contexto más amplio: la Caracas actual, ecléctica y, de acuerdo como la muestra la película, contradictoria. Una mamá soltera vive con sus dos hijos: un bebé y un niño que está en tránsito hacia la pubertad: Junior. El niño tiene una obsesión: tener pelo lacio en vez de crespo (de allí el título del film).

Verdaderamente, el guión de la película está muy bien construido pues cada uno de los conflictos que se suscitan (sobre todo entre Junior y su mamá) son como una muestra de algo más grande que los trasciende. Por un lado, está el tema de la identidad de género (tal cual una persona se ve o siente internamente en su vínculo con el mundo) representada en el personaje de de Junior y su  imagen en tránsito representativa de un momento de construcción de su esquema corporal y social que presumiblemente lo acompañará de allí en más.  Y por otro lado está el tema del rol de la madre y la no naturalidad en su vínculo con Junior.  Es decir, la película desnaturaliza el lugar de común de que ser madre es igual a amar a los hijos.

Sutilmente Pelo Malo cuestiona lo dado, el sentido común, y es una película al mismo tiempo valiente y hecha con sensibilidad.

Aunque no haya obtenido ningún galardón, otra película que toma la identidad como tema central para la construcción del guión es la griega El Eterno retorno de Antonis Paraskevas de Elina Psykou. Esta película cuenta la vida del hombre del título, un conductor de televisión que supo tener su momento de gloria en los años ’90 pero que con la llegada del nuevo milenio no encuentra su lugar. Su necesidad de fama y notoriedad de cualquier tipo es tan fuerte que, junto con el director del canal, simula su propio secuestro. La realizadora, de visita en Mar del Plata, sostuvo que no se inspiró en nadie en especial para hacer su película pero sí en noticias periodísticas.

Antonis se encuentra solo en un hotel (y las referencias cinéfilas podrían ir desde El Resplandor a Perdidos en Tokio) y mira repetidamente un video de cocina molecular para realizar unos spaghettis de colores que no logra que le salgan bien. Mientras tanto, sigue las noticias sobre su desaparición en los medios. Claro que con el correr de los días el tópico Antonis pasa de ser un tema central a un simple recuadro en la portada de los diarios. Esto genera una confusión tan grande en Antonis que tiene un brote psicótico que lo lleva a mutar en otro ser: cruel consigo mismo (se auto mutila) y con los demás.

El Eterno retorno de Antonis Paraskevas es una película inteligente, fuerte y también alegórica: Si bien la realizadora confesó que escribió el guión antes del estallido de la crisis económica en Grecia, podríamos especular con que su historia es anticipatoria y que la caída y posterior autodestrucción de Antonis se puede interpretar como una metáfora de los últimos años de la historia socio- política de Grecia. A nivel formal está muy bien llevada: buen uso de la cámara fija, el espacio interior y el humor negro, cualidades que son comunes en otros jóvenes realizadores griegos como Yorgos Lanthimos o  Athina Rachel Tsangari.

La herida del español Fernando Franco se concentra en algunos días en la vida de Ana: una joven que trabaja en emergencias a bordo de una ambulancia. Si bien Ana logra ser cuidadosa y atenta con los pacientes que le toca cargar no es capaz de darse a sí misma los mismos cuidados pues padece un trastorno de ansiedad. Marian Álvarez, que merecidamente se llevó el Premio a la Mejor Actriz, construye una Ana al mismo tiempo querible y odiosa, violenta e indefensa, con tintes de la profesora de piano, el emblemático personaje que años atrás compuso Isabelle Huppert en La pianista, de Haneke.


La Herida es reiterativa y al mismo tiempo deja algunas lagunas informativas, por ejemplo no se termina de comprender bien por qué Ana está tan enojada con su padre: si porque abusó de ella, o se fue con otra mujer. La Herida es meticulosa cuando muestra las rutinas no sanas de Ana pero deja en el terreno del misterio por qué Ana está así. De todas maneras, que no expliqué su alteración nerviosa es uno de sus aciertos: no hay una explicación lógica que permita entender cabalmente el mapa de la angustia y el dolor humano. 

sábado, 23 de noviembre de 2013

MDFF2013/Drinking Buddies/Bong Joon-Ho

Hoy a la noche se conocerán los Premios Astor del 28 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Hay que decir que este año la Competencia Internacional tuvo un nivel parejo con una marcada presencia del cine hispanoparlante representado en películas de países como Venezuela, España, México, Chile, Bolivia y la Argentina. Esto ha hecho que en los pasillos del evento algunos comentaran que el tono de la competencia (por usar la alteridad semántica) era similar al del Festival de Cine de San Sebastián. Aunque en la misma también se exhibían películas de Grecia, Irán (la ya comentada en el post anterior Bright Day), Alemania y Estados Unidos, por nombrar algunos otros países.


De este último país hay que destacar la presentación de Drinking Buddies de Joe Swanberg, uno de los representantes más importantes del “movimiento” conocido como mumblecore: películas realizadas con muy poco presupuesto, entre amigos, y que se centran en los vínculos, sobre todo entre jóvenes, de la Norteamérica menos mostrada por el cine de Hollywood. En este caso, Joe hizo una salvedad porque no trabajó con actores conocidos por él, o de su tribu, sino con intérpretes como Olvia Wilde (sí la 13 de Doctor House) y Anna Kendrick (recordada por su papel en Amor sin escalas), entre otros.

Drinking Buddies, y como su título lo indica, cuenta la vida un grupo de jóvenes adultos que atraviesan distintas crisis: existenciales, conyugales en su tránsito hacia la adultez. Los amigos son en su mayoría laburantes que están buscando su lugar en el mundo. Lo interesante de la película, y según comentó el mismo realizador, es que los diálogos fueron improvisados por los mismos actores. Es decir, si bien él escribió el guión, las situaciones, marcó los interiores y/o exteriores, el resto fue enteramente improvisado por los actores. Sería exagerado decir que es el John Cassavetes contemporáneo aunque se vislumbra cierta influencia. En este sentido, se destaca sobre todo la actuación de Anna quien demuestra tener la versatilidad suficiente como para moverse en producciones de alto presupuesto como en más pequeñas como estas, por un lado, y para transitar distintos matices de interpretación: de alegría, tristeza, culpa, por el otro.

No creo que la película tenga chances de ganar en alguno de los rubros principales, pero me parece bien que el festival programe en su Competencia una propuesta fresca, de enredos amorosos, una comedia romántica lado B. Al margen, hay que decir que Joe parecía muy amigable, casi como los personajes de su película: parece ser que el tipo es amante de la cerveza artesanal, así que no dudó en arengar a los asistentes de su película en el Auditorium a que si lo veían por ahí lo inviten con una cerveza.

(En el medio Bong Joon-ho)

Otro realizador que se mostró muy amable fue Bong Joon-ho. El cineasta coreano que oficia también de Jurado en esta 28 edición, respondió al público en general (que vale remarcar que hizo interesantes y muy pertinentes preguntas) sin ansiedad y con amabilidad. Incluso, resaltó la labor de su intérprete. Como suele suceder en conversaciones así, más distendidas y generalmente con mejor clima que las tradicionales y esquemáticas conferencias de prensa, distintos temas y revelaciones discurrieron entre los presentes. Una de ellas relacionada con el final de Mother. A propósito de este donde unas mujeres mayores se emborrachan en la carretera, Ho dijo que es una costumbre coreana. Aunque, siguió: “mientras estaba en un festival se me acercó un periodista y me dijo que le encantó esa escena porque es igual a una costumbre turca.” Por supuesto, las risas, comparaciones y los comentarios a propósito de la universalidad de ciertas acciones no tardaron en aparecer.


Ho estuvo muy bien: respondió, no eludió (ni cuando le preguntaron sobre el conflicto con los Hnos. Weinstein sobre el corte final de su película Snowpiercer) y también hizo recomendaciones cinéfilas: The Criterion Collection va a editar próximamente la película The housemaid de Kim Ki-young, una película fundamental del cine coreano que, por otro lado, fue programada por el 11 Festival de Cine de Buenos Aires (Bafici). 

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Festival de Mar del Plata/India de Rosellini

Dedicarse a la crítica de cine no es fácil. Contrariamente al lugar común que considera al crítico un ocioso, un tipo que vive de lo que otros hacen, creo que el crítico (al menos como yo entiendo a la crítica y tal como lo definí en Estado Transitorio) es un luchador. Para un crítico que realmente ama al cine (que tiene un vínculo desinteresado, o interesado pero en términos estrictamente intelectuales o emocionales o espirituales) no siempre es fácil llegar a un festival. A veces hay que sortear distintos obstáculos para hacer algo que, por otro lado y a primera vista, no es un fundamental. Porque, seamos, sinceros, mirar películas no es algo fundamental. En el estado actual del mundo (donde laten guerras, todavía hay gente que pasa hambre o vive en la calle al rayo del sol o el frío más cruel, frente a la trata de personas, una naturaleza que nos advierte del daño que le estamos haciendo) mirar películas no es algo fundamental.,

Sin embargo, esa inutilidad de la crítica es la que la hace interesante. Que la crítica no sirva para nada es lo  que hace a la crítica  necesaria en un mundo utilitario donde tener es valer, donde tantos contactos tienes tanto vales…. Los que se quejan de la crítica de cine quizás se quejan de algunos que hacen crítica, o dicen hacerla. Los que hacen de la crítica algo utilitario, o usan al cine para sacar algún rédito: material, momentáneo, mundano, mediocre, a corto plazo. Sin crítica, sin tipos que hicieron y honran la actividad, no habría festivales de cine, como el de Mar del Plata que, por ejemplo, surgió por iniciativa del Presidente Juan Domingo Perón y continuó gracias a la labor de un grupo de críticos que engrandecieron a la profesión y al mundo.

En su vigésimo octava edición, el Festival de Mar del Plata tiene a uno de los mejores cortos institucionales realizado por el genial Juan Pablo Zaramella. El director de la multipremiada Luminaris realizó un corto que sintetiza la ciudad y lo onírico del cine a través de un lobo de mar animado que recorre y atraviesa distintos espacios. Antes variados cortos de Sucesos Argentinos (el noticiero que se proyectaba en los cines argentinos antes de cada película) cumplen con una de las funciones más importantes de los festivales: educar. Los cortos educan no exclusiva o necesariamente por el contenido que muestran (uno de los cortos es muy anacrónico en este sentido porque invita a denunciar a los que maltratan a las paradas de colectivos: que eran literalmente palos donde se pintaban los números) sino porque dan cuenta de cómo pensaba, sentía, o se buscaba forjar y construir el entramado social.

Y si de entramados sociales hablamos no puedo dejar de referirme en este primer post a la película Bright Day del iraní Hassein Shahabi. En la línea de películas como La Separación  de Fahardi, e incluso Ten de Abbas Kiarostami (dos realizadores que, y en respuesta a mi pregunta, el mismo Hassein citó como referencias en la conferencia de prensa que dio en el festival) Bright Day da cuenta de unas horas en la vida de una maestra de jardín de infantes, Farhoudi, que ayudada por el remisero Kiani trata de reclutar testigos para un juicio que puede llevar a un hombre  (el padre de una alumna suya) a la muerte. Sin embargo, el juicio apenas se muestra (marcando una distancia con películas como Primer Plano o la citada La Separación) y el foco está puesto en el periplo emocional y moral de esta mujer que lucha por lo que cree que es justo, y lo que tiene que enfrentar por eso.


Bright Day no es una película perfecta, ni es una obra maestra de la cinematografía pero rescata el espíritu del mejor cine iraní: aquel que cree que a través de una cámara se puede descubrir al mundo y a los seres humanos y sus almas.

Si de descubrir al mundo se trata, de ese cine que algunos teóricos han definido como enciclopédico, no puedo dejar de mencionar a India de Roberto Rosellini. Esta película de 1959 que el festival proyecta en copia restaurada – aunque en la función que asistí hubo problemas con el color – cumple con eso del cine como ventana abierta al mundo. Ahora bien, este concepto no debería interpretarse como sinónimo de un recorte neutral del mundo. De hecho el mismo Rosellini, a través de la voz off del comienzo que etiqueta y compara, deja en evidencia la presencia de un narrador no neutro que nos introduce a la India. Claro que la genialidad del italiano radica, entre otras cosas, en que avanzado el relato él le da la palabra a los habitantes de los lugares que visita para que cuenten su historia en tono ficcional. O sea, por un lado, Rosellini se corre del lugar del que filma y enmarca la mirada (el que juzga, clasifica y etiqueta lo que ve) y por el otro rompe con la frontera de lo que supone un documental debe ser.


El capítulo dedicado a los elefantes es antológico. Rosellini, y tal como ha demostrado en otras de sus películas ficcionales, filma como nadie a los animales, y a estos en su relación con el hombre para bien y para mal. Ver este tipo de películas justifica el traslado a Mar del Plata. 

jueves, 7 de noviembre de 2013

Gravedad/Alfonso Cuarón

De frente, y adentro


¿Es posible decir que en la película de Cuarón por momentos sentimos que estamos en el espacio? Sí, es posible. En el reino de las películas de inmersión donde importa más estar adentro de la pantalla que frente a ella, esto es posible. Y por supuesto, el 3D es el mejor aliado para lograr este efecto. Ahora bien, la película de Cuarón, y de ahí su virtud, no puede ser medida, o interpretada solo desde ese punto de vista: de que es una película sensorial. De hecho, tiene dos partes bien marcadas que apelan a modos de relación con la pantalla bien distintos.

Al primero lo denominaré provisoriamente modelo contemplativo, y al segundo modelo inversivo. El modelo contemplativo se condice con el comienzo de la película. Aunque los personajes están trabajando, contemplan la Tierra: sus pliegues, sus océanos, y grietas. Efectivamente, Cuarón construye imágenes de una hipnótica belleza acordes con la sensibilidad de su era. Ryan y Matt contemplan el cosmos mientras hacen su tarea dirigidos por distintos controladores en la tierra. Podríamos decir que Ryan y Matt son una suerte de continuación, 60 y pico años después, del personaje de Jeffries en La Ventana Indiscreta de Hitchcock: para los tres el mundo tangible, la realidad, está fuera de alcance.

Incluso la torpeza motriz a la que están expuestos los personajes por estar en el espacio, es similar a la que experimenta Jeffries desde su silla de ruedas. Pero mientras Jeffries mira, y saca conjeturas sobre el comportamiento humano, y los potenciales peligros de la intimidad de un cuarto (que no solo tienen que ver con el asesinato sino también con los “peligros” de la vida en pareja); Ryan y Matt miran – acorde con el acceso a las tomas satelitales propias de la era google- la Tierra desde lejos. Eso sí, y como sus antecesores, no se privan de coquetear. Hasta ahí llega la primera parte de la película donde el mundo cercano de La Ventana Indiscreta, y la complejidad humana que puede desatarse en un cuarto matrimonial para bien y para mal, es reemplazada por imágenes de una Tierra que se ve demasiado hermosa.

Pero en un momento todo cambia, y no solo cambia a nivel de la trama – la diégesis, simple pero historia al fin - sino también a nivel de las competencias espectatoriales que se nos “exigen”. Cuando llega la tormenta de residuos espaciales, y los personajes quedan enteramente aislados, se produce un giro en el relato. Este giro se observa, por ejemplos, en el tipo de planos que empiezan a ser más cerrados. De hecho, casi toda la última parte (de la inmersión) transcurre en el interior de una nave espacial descuajeringada. Así, ni nuestra protagonista, que se ha quedado sola, ni nosotros con ella podemos abstraernos de la situación de estar, paradójicamente, encerrados en el espacio.

(Sandra Bullock, Ryan)

Hay una escena (vertiginosa si se mira la película en 3 D) en la cual Ryan queda dando vueltas, y vueltas, y más vueltas, a la deriva… Esa deriva exterior se condecirá en el transcurso de esta segunda parte con una orfandad interior; Ryan ha perdido todas las coordenadas. No hay espacio, no hay tiempo, se percibe como una vacío.  Esa podría ser una de las exigencias que le pide la película al espectador en esta segunda parte: que acepte ese vacío, esa deriva, que se corra del lugar de estar mirando de frente, con la cabeza erguida como un voyeur. Cuarón logra como pocos, y ayudado por las nuevas tecnologías, una atmósfera extraña para el cine de entretenimiento que generalmente usa el 3 d para el lucimiento del efecto especial. 

Por esto creo, sin querer ser exagerada o describir a Gravedad como un hito del cine, insistir con que Cuarón hace un uso paradójico de la inmersión y el 3 D. ¿En qué sentido? En el sentido que esta tecnología se usa generalmente para generar algún tipo de disfrute visual. Y no se ha utilizado tanto como escenario para un drama de sesgo existencial. Recordemos sino El Gran Gatsby, la película de Luhrmann estrenada este año, en la que el 3D tenía sentido solo con relación a los movimientos de las telas o la intensidad de las luces. Aquí, si bien es cierto que estamos dentro de la pantalla, estamos allí desde un lugar distinto con Ryan, sus alucinaciones, recuerdos e imperfecta  humanidad.


Eso es lo que hace a Gravedad extraña e interesante. El hecho de que parece una cosa- incluso por momentos se podría especular con que es una especie de western espacial, pero finalmente aquí los personajes no quieren conquistar nada- y termina siendo otra. Una película distinta y atípica con respecto a otras producciones que también transcurren en el espacio exterior.