sábado, 6 de abril de 2019

21 Bafici, Mektoub. My love: canto 1.


Mektoub, my love, Canto 1.

Que Abdellatif Kechiche es un experto en representar escenas de sexo que rozan lo pornográfico lo viene demostrando de su polémica “La vida de Adéle” una película de iniciación donde una chica que está descubriendo su sexualidad se enamora de otra con la cual tiene apasionados encuentros. Con el tiempo, una de las actrices dijo que la experiencia de filmar dichas escenas se le transformó en traumática y así el director de la conmovedora “L' esquive”, sobre un grupo de estudiantes que ensayan para representar una obra de Marivaux en la escuela de un barrio periférico a la ciudad de Paris e integrado por descendientes de inmigrantes árabes, se transformó en un director maldito. 

En algunos casos, fue acusado de ser un voyeurista patriarcal porque la manera en la cual filmaba a esas dos chicas podía emparentarse con la pulsión escópica construida de acuerdo con el M.R.I, y a su vez centrada en la idea de que el cuerpo de la mujer es un objeto de consumo visual.

Bueno, en este nuevo film, su último opus, podría acusársele de algo parecido porque la presencia de alguien que mira su entorno, y que por momentos se transforma en un narrador delegado de la instancia narrativa que está afuera (por decirlo mal y pronto: el director) está presente todo el film. Sin embargo lo que hace Amin es distinto a lo que hace Kechiche. Uno y otro cuentan películas distintas por tanto no sé si definiría a Amin como un alter ego de Kechiche.

La empieza con este personaje, Amin, que espía visual y sonoramente como su amiga, y amor secreto de la infancia, mantiene relaciones con su primo. El tema no queda ahí: Amin está enamorado de Ophélie. Si el contexto fuera una película de Hitchcock a uno le daría por interpretar que Amin es un perverso en el sentido que se queda presenciado como la mujer que adora desde su infancia goza con otro hombre. Sin embargo, el personaje de Amin funciona más como conector entre las escenas que como un personaje en sí mismo: no tiene ninguna escena sexualizada y parece más bien reacio a interactuar fisícamente con los demás. Encima es fotógrafo. Entonces ¿quién es Amín? Es el que hace que las situaciones pasen, el fantasma. El “amigo invisible”.


Su carnadura como personaje es distinta a la de los demás. Amin es un extranjero (viene de París) y en algún punto extemporáneo: él mira las cosas no con distancia sino con extrañeza, no pertenece a nada, ni a nadie en especial, ni nada, ni nadie, le pertenece. Ni siquiera le pertenecen sus propias pulsiones porque parece que no las tiene: él solo mira. Sí, claro tiene la pulsión de mirar, y quizás su único auténtico momento es cuando presencia el parto de una animal de la granja, pero por lo demás es pura ausencia. Una vez Kiarostami dijo a propósito del rol del director algo así como que es el que no hace nada pero sin él las cosas no pasarían. Bueno, ese también podría ser Amín.

Amin mira y trata de comprender a Ophélie y también a su mamá y a su tía y a cuanta mujer se cruce en su camino. Amin mira y ve mujeres empoderadas, alejadas de la sumisión, del pacaterismo. Sin embargo, Kechiche mira a mujeres. Y mira mucho sus gluteos, sus pechos. Y las filma mostrándose, y les vuelve a filmar sus glúteos y sus pechos. Y sus cuerpos completamente alejados de cualquier canon. Y sí, no lo sé, pero asumo que Kechiché es un hombre heterosexual que relaciona el placer visual con cierta forma de ver las cosas.

Eso ¿lo hace denostable? Si no existiera el personaje de Amin quizás alguien pudiera concluir en que Kechiche es un dinosaurio que solo quiere ver colas y pechos. Pero en la película está Amin el que ve mujeres hermosas, cada una con sus creencias, el que escucha, el que no interviene, ni juzga.
Y todo en medio del verano. El verano de los '90 sin celulares, con mucho sol y el cuerpo al viento. Salvando las distancias, por momentos la película me hizo acordar a “Cuento de verano” de Rohmer. Salvando las distancias... las mismas que hay entre los directores y sus propios personajes.




martes, 17 de abril de 2018

20 Bafici: Expiación y Las Hijas del Fuego



20 Bafici: Fuerte Competencia Argentina

Si algo quizás distingue a este Bafici es la fortaleza de la Competencia Argentina: en ella se han dado cita realizadores con un amplio recorrido detrás algunos de ellos ya premiados en otras ediciones del festival. Raúl Perrone, Albertina Carri, Sergio Wolf, Inés de Oliveira Cézar participan de esta sección con trabajos realmente disímiles. Abajo una reflexión sobre dos de estos films.


 Seguramente la más polémica de esta sección sea "Las Hijas del fuego' de Albertina Carri (Los Rubios) que entrecruza géneros como la road movie, la película de iniciación, el film ensayo, el cine dentro del cine y el porno. Sin embargo en muchos aspectos le debe más a la performance que a la ficción en sí pues mientras esta última es un como sí, la performance es un sí. Y ese sí, aquí con acento en el acto sexual, toma variados ribetes y termina siendo una suerte de muestrario de las formas en que se puede practicar el sexo: por amor, en grupos, con objetos, con conocidas, desconocidas, de forma tierna o masoquista, con uno mismo. Una pareja de mujeres encara un viaje hacia la ciudad natal de una de ellas y en el camino (que interesantemente es de sur a norte) se encuentra con otras mujeres que aportan y suman sus visiones del mundo. Los diálogos giran en torno al machismo y el patriarcado del mundo exterior. Incluso en un momento, y casi como si la película se transformara en una historieta, el grupo de mujeres oficia de salvadores de una mujer en situación de opresión.
 Aparte del contenido de lo que se dice, lo interesante del caso también es el riesgo que toma la realizadora al filmar con tanta verdad el acto sexual. Lo que conlleva a revalorizar el rodaje como acto en sí, no creo que haya utilizado imágenes construidas digitalmente.
Y así lo que aparecen son las lenguas (en un sentido semiótico y literal) de los cuerpos. Cuerpos fogosos, de todas formas y colores. O sea, ellos mismos también expresando sus propias formas de hablar. Hay guiños serios en el film (el que más me llegó es el de la Esto referencia a Lucrecia Martel) pero también por momentos el film tiene algo bizarro. Porque el sexo tiene a veces algo ridículo.
La voz de Analia Couceyro, que también colaboró con Carri en "Los Rubios", suma poesía a lo performativo y muta al film en ensayo como ocurría en “Los Rubios”. Una película donde el sexo no es síntoma (como en "La Noche" de Castro) sino que es gozo desenfrenado, juego ardiente excepto cuando la repetición acerca el alegato a un film porno con todas las letras. Todas las actrices (algunas de ellas no profesionales) merecen un aplauso de pie por dejarse llevar frente a una cámara por esta propuesta.



En las antípodas en cuanto a modo de realización del film se encuentra la película “Expiación” del prolífico e incansable cineasta de Ituzaingó (aunque a estas alturas lo compartimos con el mundo) Raúl Perrone. Y digo en las antípodas no porque no muestra escenas de sexo sino porque hay una forma de pensar y de encarar el armado del film que poco tiene que ver con “La hijas del fuego”. Porque mientras que Carri necesita y va sobre los cuerpos extra- filmícos para armar su relato dando prioridad al rodaje, Perrone construye un film con un fuerte trabajo de post- producción, de elaboración de la imagen (un diseño de imagen que firma él mismo) y con un diseño de sonido que cobra fuerte protagonismo durante todo el film.
"Expiación" apabulla, en un buen sentido. En cada plano hay tanta información diseminada por los distintos canales comunicativos (el sonido, el encuadre, los objetos, los actores) que en cuanto se llega a construir una información lineal, esta es interrumpida por otra información. Sería difícil describir el film apelando a la tradicional sinopsis del tipo: “en una casa se encuentran un grupo de personas y tal y cual cosa” porque la película es como un hipertexto sobre el que se abren capas y capas de sentido. Sí, hay un grupo de personas en un espacio común (¿es realmente la casa de alguno?) pero incluso esos personajes cambian su estatuto: no hay indicaciones claras de quiénes son los padres y quiénes los hijos, cuáles son los lazos que los unen si es que estos existen. Lo que sí, lo que es “real” (y lo digo casi en un sentido demoníaco) es el discurso del Presidente de facto Rafael Videla. Esa presencia audiovisual ancla y da forma al contexto  opresivo y caótico que se vive en el espacio de la casa. El film, evita los tradicionales íconos (los falcon verde, los uniformes, las armas) y se construye más por metáforas y símbolos (como el bigote de uno de los que están en la casa) que por referencias literales.
Si bien “Expiación” es heredera de la búsqueda visual y experimental que viene transitando Raúl Perrone, buscando superarse cada vez, desde “Pendejos” en adelante también le debe, seguramente inconcientemente, al teatro absurdo de la argentina Griselda Gambaro y/o a un pequeño grupo de cine argentino conocido como el Grupo de los 5 que transitó búsquedas estéticas narrativas divergentes para dar cuenta de lo dictatorial.  O como sostuvo el mismo cineasta en la presentación de la película en el Bafici: es su vivencia personal del período más oscuro del país.


sábado, 14 de abril de 2018

20 Baficis



Bafici 20. Diario íntimo para que lo vea el que quiera.

Llega un momento en que la necesidad de decir algo sobre las películas se debe más a cuestiones ligadas con un inventario memorístico que a la inocente creencia (sostenida por muchas colegas) de que uno estaría haciendo algo por el cine: el cine no difundido, el cine que se ve en los festivales, ese cine que los sanmaritanos programadores te acercan a vos, como si fuesen médiums, seres con una sensibilidad tal para descubrir aquello que vos humilde espectador atrapado en tu casa no podés dejar de ver.

Lo cierto es que  ese discurso romántico (que un poco ha atravesado al Bafici desde sus inicios) se actualiza en cada nueva edición pero también uno va cayendo en la cuenta de que esa sensibilidad, y ya lo dijeron los dadaístas, no deja de estar atravesada (conciente o inconcientemente) de intereses, asociaciones, figuritas de intercambio. ¿Eso está mal? No necesariamente. Ya lo dijo Bourdie, existe un campo intelectual y en medio de ese conglomerado simbólico todos queremos, eventualmente algunos, permanentemente otros, ocupar el centro. 

Esta edición del Bafici que recién comienza me ha llevado a pensar algunas cosas. No solo del festival sino de mi persona con relación al festival. Voy al Bafici desde su primera edición. Por ese entonces con mi credencial de estudiante rogaba en las filas de rush de entonces que me dejaran pasar porque no quería, yo sentía que no podía, perderme tal o cual film. Sentía el mismo fervor por todas las películas, terminaran a la que hora que terminaran. Eso implicaba que muchas veces regresara a mi Ituzaingó de residencia en tren y muchas veces en “lujanera”, un transporte que iba de Once a Luján y que ya no existe.

En ese “camino” me cruce gente alucinante, que me formaron, con las que entablé relaciones, y con los cuales compartí la misma pasión. Lamentablemente, algunos de ellos ya no frecuentan el festival. A veces me pasa que siento que el evento se ha vuelto un poco frío. Uno llega a la oficina de prensa y se encuentra con una persona que no sonríe ni por casualidad y que en vez de atender al “periodista” atiende su teléfono. A mi hasta me dio miedo: tenía cara de “muy pocos amigos”. Algunas dirán que estoy un poco mimosa, y otros que son los tiempos que corren, pero… Por suerte, y como para balancear, la personas del área profesional son cálidas y amorosas. “Quién dijo que todo está perdido?”

(Blue my mind)

En estos primeros días he visto algunas buenas películas. La que más me ha impactado ha sido “Blue my Mind” de la suiza Lisa Brülhmann. Aquí estamos frente un film potente, intenso, excelentemente filmado. Una película de adolescentes pero que muta en un film fantástico sin irse de un registro, digamos, verosímil al film de teens en riesgo. La película describe también como el estado de bienestar no puede contener a adolescentes que están totalmente desconectados de sus padres y que estos, a su vez, no tienen ni la menor idea de hacia donde va, o está, la su cabeza de sus hijos. Yo le daría un premio a esta mujer que también es actriz y ha filmado su primera ópera prima.

Lo curioso es que esta película forma parte de la misma competencia que “1048 Lunes” de Charlotte Serrand (quien también integra el jurado de Vanguardia y género) y que, a simple vista, es una película menor. Con ·menor” no quiero decir que está mal, o juzgarla negativamente, o destruir a su realizadora que parecía muy simpática. Quiero decir que no se entiende cómo es que dos películas así forman parte de la misma competencia. Lamentablemente, a uno le adviene la pregunta ¿será porque Charlotte trabajó con Albert Serra? Eso dice el catálogo en su primera línea: “Charlotte Serrand fue colaboradora de Albert Serra en sus últimos proyectos”. Pero entonces ¿qué? ¿Hay un linaje en el cine “independiente”? Como hay un linaje en la televisión local. 

Me parece que presentar a una señorita realizadora joven como diciendo que trabajó con un cineasta que algunos consideran muy importante no es lo mejor. Para la realizadora misma, pienso. Me extraña… porque quien firma esa sentencia es un buen profesional.

Aluciné con “The green fog” de Guy Maddin. En la universidad uno de los “juegos” que tenía con el Profesor de Estética del Cine era adivinar las películas de acuerdo con los fragmentos que él pasaba. Y esta película, que de alguna manera refiere a “Vértigo” de Hitchcock y está compuesta por material encontrado, es ideal para que vuelva a ese juego adivinatorio. Aparte es graciosa porque los fragmentos fuera de su contexto significan de otra manera. Todavía recuerdo uno de los Baficis donde Maddin presentó esa suerte de instalación en la que Geraldine Chaplin recitaba. ¡My God! 

“Sandro, la película” va por el mismo camino. Es una película hecha con fragmentos de otros films (incluso algunos firmados por el mismo Sandro) y distintos audios. Y cumple con su cometido de contar la historia de Roberto Sánchez luego devenido en Sandro y más luego en Sandro de América. Hay que hacer fuerza para que la película cuando llegue a su estreno convoque público en las salas. Se lo merece.
¿Qué mas? Bueno, hay otras películas, pero mejor las dejo para otro post.

viernes, 23 de febrero de 2018

La forma del agua: El pasado está a la vuelta de la esquina


El Pasado a la vuelta de la esquina

Quizás una característica de la filmografía del mexicano Guillermo del Toro sea ese límite impreciso entre el relato histórico y la fantasía. Una característica que, por otro lado, define  a distintas películas de nuestra época, esa mezcla entre realidad y ficción, entre datos objetivos de hechos que ocurrieron y otros que forman parte de la imaginación. Ya lo había experimentado en “El laberinto del Fauno” (2006). Pero ¿qué distingue a Del Toro del resto de películas así como, por dar un ejemplo, “El Gran Dinosaurio” donde también se mezclan datos de la ciencia dura con el hecho de que los hombres y los dinosaurios conviven? Que Del Toro no busca un relato hiperrealista sino fantasioso. No busca una impresión de realidad en sus relatos sino verosimilitud, coherencia entre los elementos de la puesta en escena para que el espectador ingrese en su propuesta.

“La forma del agua” podría transcurrir en el período de posguerra. Podría ser una alegoría de los fascismos (y funciona así también en ciertos niveles) pero es sobre todo una película sobre el amor. No solo sobre el amor carnal, genital (quizás el punto más discutible de este film) sino sobre el amor como el reconocimiento de otro. Otro que no comparte nuestras características genéticas, ni contextuales pero con el cual, sin embargo, nos podemos comunicar. Y con el cual podemos entablar una relación de amor. Toda una proclama en tiempos donde el narcisismo parece ser la única vía de conexión entre los seres. Y sino recordemos el final "La la land".


Eliza Esposito (Sally Hawkins) trabaja en un laboratorio donde un ser anfibio está siendo investigado y abusado por Strickland (Michael Shannon). Asimismo un científico, suerte de espía con doble identidad llamado en realidad Dimitris (Michael Stulhbarg) vela por la seguridad del hallazgo. Mientras tanto, Eliza y Zelda (Octavia Spencer) limpian el lugar donde el Ser anfibio está reclutado. Como decía, hay rasgos que se podrían asimilar a la guerra fría entre Estados Unidos y Rusia y también a los experimentos de Menguele durante la 2GM. Y sin embargo, los elementos contextuales adquieren vuelo propio, se resignifican en un contexto de coherencia interna a la película.

A medida que Eliza limpia el laboratorio entabla una relación con este ser que demuestra rasgos violentos pero que también puede ser muy dulce. Y la relación crece y con ella la comunicación. Una comunicación que está atravesada por parámetros distintos a los de los humanos y que Eliza (incapacitada de hablar) puede comprender. Así, lo que comienza como una amistad termina mutando en un romance con sexo incluido. Esta última parte, no por la consumación del sexo mismo, es a mi criterio la menos interesante del film. ¿Por qué? Porque el ser termina comportándose (de acuerdo con los gestos de la misma Eliza y la respuesta de su amiga Zelda en lo que además es el diálogo más bizarro del film) como un hombre heterosexual con falo. Así, lo que era un canto a la diversidad, ancla en un estereotipo.

Por lo demás, el film tiene momentos subyugantes. El elemento agua que de por sí es amorfo, envolvente, recorre un film nostálgico, anclado en el pasado, quizás como añoranza del útero. De hecho, una de las frases del film es “el tiempo es el río que fluye del pasado” como si nuestro presente estuviera condicionado por lo que pasó antes. Como si lo que pasó antes estuviera a la vuelta de la esquina, como si el tiempo lineal realmente no existiera. Como si ir para adelante fuera una afrenta contra lo verdadero. Hay otra frase en el film: "La vida es el fracaso de todos los planes."

En esa añoranza del pasado, Del Toro también se las ingenia para hablar del cine. De ese cine que se nos escabulle de las manos, el de la sala cinematográfica. Su film es por tanto un homenaje también a la cinefilia, al amor por el cine (el de la iluminación pública en la sala cinematográfica).


jueves, 21 de diciembre de 2017

Star Wars: Los últimos Jedi

"El futuro llegó hace rato"



Algunos fans, algunos críticos, están disconformes con esta nueva entrega de “Star Wars”. Dicen que no tiene una trama sólida, que es puro efecto especial, que los personajes no llegan a emocionar, que todo es esquemático (según fórmulas comerciales). Digamos que hay algo de verdad en todo eso aunque también surge la pregunta: ¿No fue siempre “Star Wars” el terreno de la trama débil? ¿No fue siempre “Star Wars” la película de algunas dicotomías? Desde sus tempranos inicios allá por 1977, “Star Wars” fue el terreno del efecto especial y de los personajes más bien planos (según los define Casetti) que luchaban entre dos fuerzas: la luz y la oscuridad. Mientras Bogdanovich, Coppola, Scorsese buscaban romper ciertos límites estéticos dentro de Hollywood, sus pares Spielberg y Lucas buscaban ampliar los géneros haciendo películas de fórmula pero ampliándolas: las persecuciones intergalácticas en el espacio de “Star Wars” o la caza del Tiburón en el océano no dejan de repetir aquella práctica del western: la lucha de uno/s contra otro/s en nombre de la civilización.
No hace falta ser muy ducho en cine para darse cuenta de que en términos estéticos el modelo que triunfó fue el de estos últimos. Y no solo, o exclusivamente, por la innovaciones que le aportaron a las películas mismas (en términos de trucajes por ejemplo) sino por lo que lograron conquistar a su alrededor: el objeto de culto por un lado (los muñecos), la experiencia inmersiva en el parque de diversiones por el otro que les reportó millones extra en la recaudación. En algunos casos, como el de “Star Wars”, incluso mayores que lo recaudado en boletería (Maltby).

Bye bye Jedi

Esto fue hace más de 30 años cuando Disney todavía no había expandido sus fronteras, ni había adquirido una parte importante de las Majors o estudios que actualmente posee. Sin embargo, el componente comercial ya estaba presente desde la génesis de “Star Wars”. O sea, enojarse por el asunto comercial es obviar que siempre estuvo allí.
Quizás lo que duela es que en esta película se termina todo lo anterior. Lo interesante que tenían las anteriores: las ambigüedades de los personajes (ese ir y venir en algunos casos de la bondad a la maldad como los cowboys), lo cómico o lo risueño casi que desaparecen. Aquí todo eso está presente pero patinado con una filosofía new age distinta a la filosofía oriental bajo la cual, de alguna manera, podrían analizarse las versiones anteriores.
De hecho, el título es concreto: “Los últimos Jedi”. Aunque (ojo spoileo) los que la vimos sabemos que no es así, que algunos continúan. Lo que se termina entonces es el linaje de esos jedis. Los otros jedis, los jedis que amamos. Los jedis filosóficos, los que intentaban explicar, de alguna manera, la existencia. Esos jedi son lo que no existen más. En este sentido, funciona la escena que menos me gusta de la película cuando un ridículo Yoda (porque no tiene el encanto del original) reaparece y quema, literalmente, la tradición. De alguna manera, esa escena es equiparable a la muerte de Han Solo en manos de Kylo en la entrega anterior.
Sabiendo esto, y evitando caer en el gesto nostálgico, la película se disfruta. Y más que con “Star Wars” propiamente dicha se podría comparar con “Las crónicas de Narnia” (el amor y el respeto por los animales es un componente contemporáneo) o con “Harry Potter”: el Lider Supremo es muy parecido a otros malvados del universo del Mago.

Luces de la oscuridad



Dicho esto no resulta extraño que sea más difícil distinguir entre la luz y sus contradicciones, y la oscuridad y  su padecimiento. Ya no hay luz u oscuridad en el sentido de las anteriores. Incluso quien representa a la luz (Rey) y el que representa la oscuridad (Kylo) coquetean románticamente. Incluso cuando Kylo tiene que completar su “mandato” y matar a su madre, como lo hizo con su padre, no lo hace.
A lo largo de los años, y dependiendo de las versiones, esa luz (la fuerza jedi) fue marcada como más o menos ambigua: Cuando Obi-Wan Kenobi mutila a Anakin ¿no está siendo acaso tan malo como él? “Star Wars” en general exaltó los valores del héroe, de cierto héroe: del héroe que no duda en matar llegado el caso. Lo que la diferenciaba respecto de otras películas cuyos personajes actúan igual es que filosofaba al respecto.

Por eso es que creo que lo que se termina en esta nueva entrega de Rian Johnson no es tanto la ética de hacer negocios con el cine. Lo que se termina es cierto tipo de Jedi. Y lo que viene podrá llamarse igual pero no será lo mismo. O sí será lo mismo: lo mismo o muy parecido a otras películas de Disney.

martes, 5 de diciembre de 2017

Festival de Mar del Plata 2017: Recuerdos cinéfilos



Recuerdos cinéfilos: Festival de Mar del Plata 2017

Llegar a Mar de Plata cada año en noviembre implica para mí la activación de una serie de recuerdos de la infancia y la temprana adolescencia. Y por supuesto, el despertar de los recuerdos ligados al cine mismo y las anécdotas específicas. Pareciera que la memoria no solo es selectiva es exclusiva: se activa también dependiendo donde se encuentre. Por ejemplo, en Mar del Plata perdí un diente y para esconderme de la vergüenza que eso me generaba me escondía en el cine a ver “Roger Rabbit”. Yo bloqueo ese recuerdo durante el año hasta que llego a Mar del Plata. O capaz hay alguien que no se me viene a la mente hace años, como si hubiera pasado al olvido, en Mar del Plata aparece: Cierto… En esta ciudad también conocí a tal o cual. 


 Hay algo recurrente y repetitivo en torno a un festival, como una especie de moebius, pero también hay algo de novedad. La parte de la repetición está ligada a ciertas acciones, rituales digamos: llegar, dejar la valija, ir a buscar la credencial y el catálogo y revisar las funciones a las que se puede acceder. Si bien uno tiene ciertas expectativas de qué película ver, con los años aprendí a no obsesionarse directamente con ninguna: Es que muchas veces se presentan variables que hacen cambiar el plan original y entonces me entrego al descubrimiento de una sala a oscuras que no se sabe bien en qué terminará cuando las luces se vuelvan a encender Bueno, de eso se trata también un festival: de descubrir y de hacer coincidir la mirada con la de otro que vio esa película y consideró que merecería ser proyectada. 

Y eso genera como una picazón, o una comezón en el estómago. Un sentimiento como de inquietud o excitación que dura unos segundos: esos segundos fundamentales para un cinéfilo que abarcan el fundido de las luces (afortunadamente muchas de las salas siguen manteniendo esta costumbre) y luego el oscuro casi infinitesimal. Yo sé que los que disfrutan el cine como lo hago entienden a qué me refiero.

(Good Luck) 

 Yendo a las películas de 32 Festival de Cine de Mar del Plata debo decir que de las que pude ver me gustaron casi todas. En esta oportunidad, decidí enfocarme en la Competencia Internacional y allí pude ver películas como la ganadora, “Wajib” de Annemarie Jacir y otras deslumbrantes como “Good luck” de Ben Russell, un documental sobre minería bajo tierra (en Serbia) y minería al aire libre (en Surinan) que no solo termina siendo un alegato sobre los trabajadores sino también una reflexión sobre el cine mismo. Sobre  todo en su primera parte “Good luck”, luego de su descenso en largo plano secuencia hacia el interior de la mina, remite a la proyección de luces y sombras en la paredes. Recordándonos la idea (esbozada también en el documental de Werner Herzog “La cueva de los sueños olvidados”) de que el hombre primitivo, resguardándose de los animales y las inclemencias del clima en las cavernas, tuvo la experiencia cinemática. Si bien en su segunda parte el documental se torna más convencional, no deja de ser un interesante y sólido trabajo donde un fuerte contenido está asociado a una experimentación estética también radical. 

La ganadora “Wajib” está más en línea de los festivales independientes (obtuvo un Premio paralelo en Locarno) pero no por eso es escasa de méritos. Al contrario, la realizadora palestina Jacir se las ingenia para hacer un film donde, con la excusa de una inminente boda, muestra el día a día de una ciudad (Nazaret) y confronta dos generaciones y dos puntos de vista: el de los que viven allí y los que viven afuera. Lejos del cliché (acá no se ve ni una bomba, ni un terrorista y los militares son vistos de lejos) el cruce entre el documento y la ficción no solo se da por las locaciones naturales donde transcurre la película sino también porque los protagonistas de la trama son Padre e hijo en la vida real: los Bakri. El rol de la mujer, los quehaceres domésticos, el vínculo con la tradición, todos estos temas son expuestos en la película sin ningún subrayado y con un respeto y cariñó por todos los personajes digno de admiración. 


En este racconto cinéfilo, y antes de ir terminando este post, también se me viene a la memoria algunas palabras de Claude Lelouch sobre su concepto de la verdad en el cine. Con respecto al inolvidable plano de “Un hombre y una mujer” que transcurre en la estación de tren el realizador francés comentó que a la actriz (Anouk Aimée) no le dio previo aviso de que en la escena iba a aparecer Jean Louis Trintignant, y por eso la escena tiene verdad y emoción.

Además comentó a propósito de este mismo film que Francois Truffaut se acercó a él y le dijo que “Un hombre y una mujer” era “la” película de la  nouvelle vague y le ofrecían ser tapa de Cahiers du Cinema. A lo que Lelouch dijo “yo no soy parte de la nouvelle vague, Francois, soy hijo del cine” y que entonces Truffaut le dijo que era un engreído y termino saliendo una nota mala de la película en la publicación. También sostuvo que la “nouvelle vague” fue algo malo para el cine francés y que él aprendió de sus películas las cosas que no quería hacer.

Para los admiradores de Truffaut, como quien suscribe, las declaraciones fueron estremecedoras pero confirmaron el hecho de que en todos lados se cuecen habas. Por otro lado, Lelouch y Godard se juntaron cuando quisieron destituir a Henri Langlois (coleccionista y a quien se le debe la salvaguarda de una parte importante de la Historia del Cine durante la ocupación nazí) de la Cinemateca. O sea, en lo importante estaban juntos. 

Claude Lelouch se mostró contento y muy locuaz en su Conferencia en Mar del Plata, conducida por Pablo De Vita. A sus ochenta años mostró pasión y amor por el cine. Y sostuvo que el cine le salvó no solo metafóricamente su vida (dijo que fue la expresión a la que más fiel fue en su vida) sino también literalmente: su madre los escondía a él y sus hermanos de los nazis en el cine.
Contundente declaración con la que elijo cerrar este post.

viernes, 27 de enero de 2017

La la land


El musical con cabeza

No son tanto las citas lo que hacen de “la la land” de Damien Chazelle una película contemporánea sino, quizás, su mirada sobre el amor distina a la de los musicales de antaño. Abajo una opinión al respecto.


 A lo largo de mi vida cinéfila creo que habré visto “Cantando bajo la lluvia” como diez veces. Y no me canso de ver a Gene Kelly “dancing in the rain”. No me canso de contagiarme de esa sensación de estar contento porque encontró gente que lo hace feliz en su vida, porque Gene baila porque está enamorado y ese sentimiento traspasa la pantalla y nos contagia y nos dan ganas de bailar y chapotear con él. La razón me dice: “¡Pero si eso es un decorado!” “¡No le creas a Gene….!” ”¡No es agua lo que cae sino leche!” Pero yo le creo. ¡Qué importa que eso sea un estudio y no la calle! No me importa. Gene me lo hace olvidar, me hace perder la cabeza, me mete de lleno en su baile. Me trasmite sus ganas de vivir y de crear.

Según algunos críticos y teóricos, para bien y para mal, esa era la función del musical. Hacer olvidar a la gente sus problemas, sus angustias. Recuerdo que durante algunos años, sobre todo en la universidad, me sentí culpable porque los musicales me gustaban. ¡Cómo podía ser que mientras se estaba gestando el neorrealismo italiano en Estados Unidos estaban con estas películas! En mi fuero interno, aunque era una espectadora e imitadora oculta de “Fama” y “Flashdance”, no podía perdonarme pasar por alto mi conciencia social. Por eso por unos años me olvidé de los musicales. Mejor dicho, me “olvidé” de los musicales de Hollywood. 

Con los años, entendí que estaba cometiendo un error. Que si el musical servía para hacer feliz a la gente eso no tenía porqué ser algo malo. Que en realidad la búsqueda de la felicidad es un derecho como cualquier otro. Y que está bueno que el cine nos los recuerde de tanto en tanto. Porque el musical no es la felicidad, es la búsqueda de la felicidad en la mente de uno. Es el cambio del estado del ánimo, es la activación de algo químico en nuestro cuerpo. Por eso los colores son tan importantes en el musical porque nos despiertan emociones de alegría, de excitación.

“Cantando bajo la lluvia” es en ese sentido el musical perfecto: tiene baile, amor, color y final feliz. Y el final es feliz porque sus personajes, finalmente, encuentran la felicidad: la felicidad de pareja y la felicidad profesional. Las dos líneas argumentales de la película se unen en un desenlace teatral, porque transcurre un teatro, y porque Cosmo le declara su amor a Cathy cual un personaje de Shakespeare. Por supuesto, no vamos a ser ingenuos, “Cantando bajo la lluvia” es también la “venta” de una nueva técnica (el Technicolor) y la afirmación de que el que manda finalmente en la película es el productor que elige los actores, decide cuando cambiar de rumbo y, por supuesto, deja de hacer películas mudas para hacerlas “habladas! (las “talking pictures”). 

 “La la land” tiene varias referencias a “Cantando Bajo la lluvia” y también a otros tantos musicales y, sin embargo, no tiene nada que ver con ellos. Es una suerte de compaginación recreada de distintas momentos de musicales. Está estructurada como si estuviéramos viendo uno a uno distintos videos de musicales por youtube. Eso no es algo negativo. No lo veo como tal, lo veo como es el arte hoy: una reescritura constante. Y para hacer eso, el artista necesita mucho cerebro, necesita usar mucho su memoria, y la memoria es una actividad cerebral. La cinefilia como se la definía, identificar la cita, es también una actividad cerebral.

Lo que me pasó al ver “la la land” fue que vi más cerebro que corazón. Vi a una bailarina (Emma Stone) más atlética que intensa, que se mueve más que desde el interior, como lo hacía Debbie, desde el exterior. De hecho, sus muecas son bastante pronunciadas.

Pero eso no hace a “la la land” una mala película. El arte es alucinante, la relación entre la banda de imagen y sonido también (y me parece que en ese punto se me escapan muchas cosas) y el recorrido que hace por Los Ángeles, si bien es turístico, no está nada mal. Yo que no fui nunca allí físicamente al menos descubrí que existe El Observatorio Griffith. Que Mía vaya de un casting a otro sin suerte no significa nada más que eso. Eso es lo que ella, en medio de una película con una historia débil, más bien episódica, hace: va de un casting a otro sin suerte hasta que bueno… un día tiene suerte. O desgracia, depende como se lo mire.

Para mí es una desgracia. A diferencia de “Cantando bajo la lluvia” el ascenso profesional de Mía es el descenso de su relación con Sebastián. Mía, la vemos con los años, elige otro tipo de hombre y no al sensible y soñador Sebastián. 

Eso es lo “original” de “La la land” y lo que, en tal caso, la diferencia de todas las otras películas a las que hace referencia (incluso a “Los Paraguas de Cherburgo” que tampoco tiene un final feliz pero por otros motivos): que privilegia “la realidad” y no el sueño. Que privilegia el pragmatismo y no el amor, que privilegia el éxito personal y no el ascenso espiritual. La mirada final de Mía a Sebastián, casi cámara a Mía, es en este punto, escalofriante.


Insisto, con esto no quiero decir que “la la land” sea una mala película, ni nada por el estilo. Tiene sus momentos y seguramente cada espectador conectará de distinta manera. Pero si quiero decir que me parece actual o contemporánea, no tanto por la sumatoria citas, sino porque privilegia el pragmatismo al amor. En ese punto es exactamente al revés que los musicales que la anteceden.

Copyright Lorena Cancela