jueves, 23 de mayo de 2013

Los Posibles en la Lugones




Una recomendación para aquellos que estén interesados en una propuesta cinematográfica argentina diferente: extrañamente narrativa y al mismo tiempo abstracta. A partir de hoy se proyecta en la Sala Lugones del Teatro Municipal San Martín de Buenos Aires Los Posibles por 6 únicas funciones. Es muy difícil filmar danza sin caer en los clichés propios del "género danzarín" como la frontalidad rigurosa de la cámara para filmar la coreografía (recurso, por otro lado, tan utilizado en los musicales cinematográficos que ilustran las obras de Broadway como Chicago). Pero la película sortea el obstáculo sin caer en la tentación de encuadrar de frente y reducir así la danza a una cuestión puramente ornamental. Presupongo que la elección de rodar y montar no como el ojo humano ve la coreografía in situ sino como la coreografía se ve en la pantalla, o monitor, es uno de los aciertos de este trabajo.

Es que la danza es un arte del espacio y al sumarle como en este caso la imagen- movimiento puede transformarse, también, en un arte del tiempo. La segunda secuencia de la película (donde el movimiento acompaña a la percusión) es ejemplificativa en este sentido. Los Posibles es, además y aún en su abstracción, la prueba de que lo que algunos consideran imposible (que el arte puede salvar al mundo o, para no ser tan grandilocuente, a un grupo de pibes) todavía es posible. Los Posibles, y valga el título, bailan en búsqueda de una identidad alejada del estigma que a veces impone la sociedad. Y Mitre y Onofrí (el autor de la coreografía que se pudo ver en el hermosísimo teatro de La Plata) son también la prueba de que hay muchas facetas para seguir explorando dentro del cine argentino.

Un cine argentino que, en su faceta espectacular, se está caracterizando por buscar historias de personajes grandilocuentes, interpretadas por actores de renombre, y que viven situaciones límites. Los Posibles es exactamente el reverso de esta tendencia y, excepto por la idea de que un personaje funciona con relación a un grupo (desde adentro o enfrentado), tampoco tiene mucho que ver con la anterior película de Mitre: El estudiante. 

sábado, 18 de mayo de 2013

El Gran Gatsby/Baz Luhrmann


Tratar de explicar a El Gran Gatsby de Baz Luhrmann comparándola con otras transposiciones que se han hecho de la novela de Scott Fitzgerald sería, quizás, meterse en un callejón sin salida. Fundamentalmente porque, y como señalan los créditos del film, la película está “basada” en la novela homónima. O sea, Luhrmann no elige hacer una relectura de la obra sino tomar algunos elementos para ponerlos al servicio de su  puesta en escena que gusta de la parafernalia y el manierismo.


O sea, aquel que está buscando enfrentarse con una mirada sobre esa época tan especial, y mítica, de la historia de Estados Unidos, mejor que busque ver otra película. El Gran Gatsby de Luhrmann no es una reflexión sobre el dinero, su circulación, la corrupción u otros temas contemporáneos sino que es la historia de un personaje (Gatsby) que está profunda y caprichosamente enamorado de una mujer. De todas las lecturas posibles (entendiendo a estas como el relleno de ciertas lagunas de la historia por parte del lector) Baz acentúa y se focaliza en esa parte de la historia: el melodrama.

Por eso, el intertexto de la película son sobre todo otras películas grandilocuentes sobre personajes que atraviesan momentos cúlmines (Titanic, o El Aviador por nombrar dos títulos que también lo tienen a Leo Di Caprio como protagonista) que otras versiones, o películas, que trataron de desentrañar qué hay detrás de un hombre que vive en un castillo como, por ejemplo, El Ciudadano, o incluso Sunset Boulevard a la que Luhrmann alude casi  lúdicamente en el final.

¿De qué va entonces la trama de El Gran Gatsby? Un debutante escritor Nick Carraway (Tobey Maguire), y por indicación psiquiátrica, empieza a contar su vida y, por ende, la del enigmático personaje Gatsby. Es que Nick ha sido testigo privilegiado (y su posición como tal no la cambiará a lo largo de toda la película) de la vida de Gatsby. Así, entre idas y venidas del presente (la escritura) al pasado (todo lo que rodeó a Gatsby) se va tejiendo el entramado de la historia en la que se acentúa el melodrama. Es que Jay Gatsby está totalmente enamorado de Daisy Buchanan (Carey Mulligan) pero ella está casada con Tom Buchanan (Joel Edgerton), el antagonista y villano en cuestión.


El resto, despliegue de vestuario, de escenarios, de colores, de texturas  que en este caso se ven potenciados, sobre todo en los minutos iniciales, por el recurso del 3 D. Ahora bien, este recurso no es esencial a lo largo de todo el film. Tiene “efecto” sobre todo cuando se pone en juego cierta gramática (las tomas en picado a alta velocidad o determinados movimientos con las telas) y después deja de ser imprescindible. El Gran Gatsby se puede ver perfectamente en 2 dimensiones.

Con esto no quiero decir que la película no construya, aunque superficialmente, algún tipo de contenido. En este sentido, se podría sospechar que a Luhrmann le gusta menos la aristocracia (en el desenlace son los únicos repudiados) que los mafiosos. Es más, se podría especular con que siente algún tipo de admiración por los personajes como Gatsby, un mafioso importante, al que en su película redime. Pero no hay que pretender de esta versión más de lo que es: una película que responde al cine entendido como espectáculo.

Aún cuando podría reprochársele que no haya sido del todo cuidadoso con la continuidad de ciertas escenas  (podrían ser saltos temporales pero el vestuario de los personajes -sobre todo cuando Daisy conoce el castillo de Jay- cambia de un momento sin mucha explicación) es un buen espectáculo, es un show con mucho presupuesto detrás. 

Dicho es Gatsby de Luhrmann ¿una mala película? ¿O una película que no cumple con sus expectativas? La crítica no la recibió laudatoriamente, ahora ¿qué esperaban del director de Moulin Rouge? El Gran Gatsby de Luhrmann es totalmente Luhrmann: visualmente desbordante, arrolladoramente vertiginosa en sus minutos iniciales, fascinante en términos de cruces de texturas: las de la propia imagen (la percepción de distintos tamaños del grano) y las texturas de las telas. Es, como Moulin Rouge, una película que contrapone un escenario de época con canciones contemporáneas (algunas versionadas).

Por momentos, El Gran Gatsby parece un dibujo animado hecho con toda la tecnología a su favor. En este sentido, es que encuentra en Di Caprio a su gran actor. Dos o tres gestos del actor (Di Caprio se mantiene en general en pocos cambios de registro) bastan para trasmitir esa personalidad entre angelada y endemoniada que Luhrmann le imprime a Gatsby. En fin, El Gran Gatsby -que hasta ayer en la Argentina no se había asegurado su lugar entre las tres primeras en la taquilla- es lo que es: una película de efecto visual, manierista como otras películas de su director aunque en la que, quizás, el estudio ha metido la cola un poco más.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Estreno en Buenos Aires: En otro país de Hong Sang-soo


Por primera vez en Buenos Aires estreno en salas de En otro país de este magnífico director sur coreano.

Quizás no sea el surcoreano Hong Sang-soo el más virtuoso de los cineastas del continente asiático: utiliza repetidamente el zoom (un recurso más afín a la t.v que al cine) y sus películas, en general, son parecidas entre sí. Tampoco, y a diferencia de algunos de sus colegas como su compatriota Kim Ki-duk, ha demostrado mucho interés en los temas folclóricos. Por otro lado, si las películas asiáticas en general se caracterizan por largos silencios, en las películas de Sang-soo los personajes hablan casi todo el tiempo. Sin embargo, esto no transforma a Sang-soo en un cineasta menor. Es justamente lo que él hace diferente del resto, lo que lo hace interesante y atrapante.

Contrariamente a gran parte del cine contemporáneo que se exhibe en festivales Hong Sang-soo es un director optimista. Podría ser, y como para bautizarlo cinéfilamente, el anti Haneke, a pesar de que en la película que nos ocupa (En otro país, filmada en inglés) “use” a la actriz fetiche del austríaco. Es que en la filmografía de Sang-soo (14 largometrajes hasta la fecha y un par de cortos), aún cuando las cosas terminen mal, terminan bien. Y mientras Haneke narra las relaciones interpersonales con el apego  y el drama intrínseco a la cultura occidental Sang-soo, por el contrario, narra las relaciones  con cierto desapego.

Sin llegar al extremo de Amour (la coda romántica de una pareja que se amó y autoabasteció toda la vida) pensemos en el personaje de La Pianista: una mujer joven aferrada a sus obsesiones y rituales obsesivos,  y comparémosla, por ejemplo, con una personaje de más o menos la misma edad de la filmografía de Sang-soo, como el protagonista de Nobody´s Daughter Haewon. Evidentemente, no tienen nada que ver. Tampoco puedo imaginarme que el personaje femenino de esta misma película (una estudiante apuesta e inteligente que desestabiliza a los hombres con los que se topa) devenga en un personaje como el de la pianista en el futuro.

Eso no significa que los personajes de Sang-soo no carguen con sus frustraciones y neurosis. Lo que los diferencia, en todo caso, es que pueden entrar y salir de ellas, no se quedan atrapados. La fluidez, que muchos usan para describir sus películas, tiene que ver con esto, con la posibilidad de entrar y salir, de apegarse y desapegarse lo cual deja como resultado una atmósfera, en el mejor sentido, liviana. Incluso a veces los personajes que pueblan sus películas tienen comentarios auto- concientes sobre su accionar. Eso los hace, al mismo tiempo, reflexivos y por momentos… patéticos.

Lo interesante del caso (el guiño) es que muchas veces este tipo de personajes - como en el caso de En otro país, Nobody´s Daughter Haewon o The day he arrives-, son intelectuales: estudiantes de humanidades e incluso, cineastas y/o profesores de cine. Si hubiera que extrapolar personalidades entre Occidente y Oriente, podríamos decir que algunos de los protagonistas de sus películas tienen giros woodyallenescos.

La palabra junto con la comida son engranajes siempre presentes en su filmografía: Comer y hablar, hablar y comer (y… ¿por qué no?) no siempre en ese orden, aparecen más tarde o más temprano en sus films. Otro aspecto que emerge, casi como un personaje más, es el clima. Sí, los personajes están como condicionados por este y muchas veces su accionar (o humor) depende de si está nublado o… hay sol.

En En otro país la interrelación con el clima es bien explícita: En las tres historias llueve, o está a punto de llover. El paraguas, que juega como un objeto chaplinesco, es el hilo conductor entre las tres Anne (siempre interpretada por la francesa Hupert): una mujer que transita distintas circunstancias en el mismo entorno: un complejo vacacional, las calles del pueblo, un posible faro, la playa- La mujer, aunque sea una Anne distinta, también se topa con los mismos personajes, como el del guardavidas.


En el primer “capítulo”, Anne es cineasta y está en el pueblo costero por mediación de otro cineasta que tiene a su esposa embarazada. Sang-soo muestra a esta última un poco déspota y manipuladora. El hombre es despistado y parece no del todo comprometido con la realidad de su situación. La directora francesa es displicente, distante y “colgada”. Al punto tal que “olvida” que en el intermedio de un festival de cine se besó con su anfitrión. La escena, aparte de ser muy graciosa, da cuenta de la intensidad o la supresión del recuerdo, en uno u otro caso. Esa es otra de las “marcas” Sang-soo, referirse a cosas serias, pero en un tono cómico.


En la segunda historia Anne está en el pueblo esperando a un amante. Aquí el sueño y el ensueño tienen un papel fundamental y Anne está todo el tiempo como entre realidades. Sang-soo confunde al espectador a propósito de si el amante finalmente llega, o no.


En la tercera y última historia Anne es una recién separada invitada al pueblo por intermedio de una amiga. La mujer, europea, se muestra un tanto caprichosa e infantil. En esta historia, hay un contraste muy marcado entre la mujer occidental y la oriental (esta es casi el reverso de la mujer oriental de la primera historia). Mientras la primera considera que el entorno tiene que satisfacerla, la segunda parece muy independiente. “La escena” de esta segunda historia es la del encuentro con el monje. Otra vez, de manera liviana (que aquí no debería ser sinónimo de light) tiene lugar un inteligente diálogo entre las tres partes sobre el apego y el despojo.
Leí en algún lugar que En otro país no es la mejor película de Hong Sang-soo.  Quizás no lo sea aunque… ¿es eso importante? ¿El cine tiene que catalogarse como una competencia deportiva? Desde este  punto de vista, considero que es una suerte para los cinéfilos que una película de este realizador coreano se estrene comercialmente y finalmente en Buenos Aires y es, además, una suerte que todavía existan películas de Sang-soo en el mundo: con sus personajes emocionalmente inestables, sus idas y venidas, su baja autoestima o vanidad, su gusto por el sexo y la comida. En fin, un cineasta que ve eso que, aún con sus momentos agridulces, define a las personas en su tránsito por la vida.

Copyleft Lorena Cancela.