La película de Folman, el mismo
realizador de Vals con Bashir, en su prólogo parece de Abel Ferrara: en un mega studio, Miramount Studios, el ejecutivo
de la Compañía le ofrece a Robin Wright (la actriz usa su propio nombre)
scannearla por una cifra millonaria para que sea una de las estrellas animadas del lugar.
En la conversación está presente Al, su representante, que está interpretado por
el mítico actor Harvey Keitel. Robin tiene dos hijos: Aaron y Sarah, juntos
viven en un angar reciclado al lado de un aeropuerto. Poco a poco nos enteramos
que el hijo de Robin padece una extraña enfermedad que probablemente lo dejará
ciego y sordo.
La corporación (ya sea esta un estado o una organización privada) como un
usurpador que se mete en la vida de las personas hasta el punto de sacarles la
sangre, y el alma, es un tema ferrariano que está presente tanto en New Rose Hotel, como en la versión de Los usurpadores de Cuerpos. La presencia
de Keitel hace también un guiño a una obra que tiene menos adeptos de los que
merece. Pero súbitamente este mundo oscuro e inquietante (donde incluso
maltratan a Robin por no haber elegido bien sus papeles y donde la belleza y la
juventud son valores supremos), aparentemente futurista – y digo aparentemente
porque no hay nada en la puesta en escena que nos indique que no estamos en el
presente -se transforma en una mega película de animación, construida como si
fuera una caja china y donde las imágenes nos trasladan de un mundo a otro, en el interior de la mente de los personajes.
En ese sentido, es una película que le exige al espectador que pueda
cambiar sus percepciones narrativas y pase de un formato a otro a otro: El
primero conocido, cercano a una estética realista – insisto: aún cuando transcurra
en un hipotético futuro- y el segundo menos conocido, surrealista, donde las
coordenadas no son tanto de espacio y tiempo, sino más bien de asociación libre
y cada uno ve e interpreta lo que quiere – la historia de Wright en el mundo
animado es débil-. La asociación libre probablemente también haya sido la manera
en la cual los animadores crearon el universo de “El Congreso” donde conviven símbolos religiosos que van desde
Ganesha hasta Jesucristo.
El Congreso no es una película para entender siguiendo una trama sino
dejándose arrastrar por las imágenes y ciertas coordenadas que no respetan las
mismas que tenemos en el mundo cotidiano. Y fue una muy buena elección para abrir la 16 edición del Bafici que trata, justamente, de conectarse con mundos estéticos disímiles.
Hagamos un salto poco probable y conectemos los cortos de Jorge Lenth con
esta película. El director danés –
conocido por haber sido retado por el controversial Lars Von Trier a rehacer
uno de sus cortos más famosos (El hombre Perfecto) en el film Las 5 obstrucciones – filmó en la década
del ’60 a distintos deportistas: tenistas, campeones de ping- pong,
profesionales y aficionados a la pelota en mano – un deporte del país Vasco.
Siguiendo la línea de El hombre
perfecto donde Lenth observa a un hombre en distintas rutinas cotidianas,
aquí detiene su cámara en los deportistas y sus movimientos y repeticiones. El
corto de los campeones de ping- pong parece, justamente, un scanneo de los
movimientos de los deportistas que lo practican. Es aquí no hay prácticamente
trama a propósito de los sentimientos de los ganadores o perderos sino que el film se limita a seguir los movimientos de sus piernas. Y en la repetición
capta el movimiento en su faceta más mecánica, abstrayéndolo de la figuración,
o la personificación del que lo está realizado.
El cortometraje enfocando en la pelota a mano, es distinto. Aquí Lenth
sí reflexiona sobre como este deporte es también una cuestión social, dador de
identidad para aquellos que lo practican, y de comunicación entre generaciones.
Puesto en su contexto social, el deporte trasciende lo meramente deportivo y es
una muestra de una idiosincrasia. En este sentido, casi que hay un corto dentro
de otro porque el proceso de hacer la pelota vasca es tan esmerado como practicar
el deporte mismo. Paea los que les interesa el deporte en su faceta antropológica Lenth es bien interesante.
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