lunes, 7 de abril de 2014

16 Bafici (IV) La Salada

Hay películas que sorprenden, que captan la atención del espectador desde el primer plano: por su crudeza, su belleza, o extrañeza. Si algo definió el vínculo que creé con la película La Salada de Juan Martín Hsu – egresado de la carrera de Imagen y Sonido de la U.B.A - es de extrañeza. La película empieza con una cámara fija, un plano general donde unos personajes que no hablan español (se expresan en algún idioma asiático) discuten sobre una compra mientras juegan al golf en una especie de campo artificial.

Pero ¿quiénes son estos personajes? ¿Qué compra quieren hacer? ¿Dónde transcurre la acción, en Argentina o en otro lugar? Con el tiempo, sabremos que la compra tiene que ver con un puesto en La Salada, que el hombre que practica es un Sr. Coreano, viudo, que vive y trabaja con su hija. Mientras tanto, una pareja proveniente de Bolivia (un tío y su sobrino) buscan trabajo ayudados por una simpática y carismática señorita, y un muchacho de Taiwán, llegado hace poco a la Argentina, habla con su familia por teléfono mientras copia películas argentinas. ¿Hacia dónde va todo eso?

Hsu se las arregla muy bien para contar una historia coral, construida como un rompecabezas, e ir integrando poco a poco a todos sus personajes en torno a una feria (La Salada) que, paradójicamente, apenas aparece en campo pero de alguna manera todo lo define. Su propósito no es hacer un documental sobre el lugar, u obtener algún tipo de información al respecto, sino ir sobre las tramas que pueden entretejerse alrededor de lo que muchos definen como una de las industrias incipientes que más ha crecido en los últimos años en la Argentina.

Como suele ocurrir en las óperas primas las citas, o alusiones, están presentes a lo largo de todo el film. Algunas son más obvias, como What time is there de Tsai Ming Liang o, en el comienzo, Hierro 3 de Kim Ki-duk, pero se entretejen en el relato al servicio de sus personajes y de los que les pasa. Las referencias están pero Hsu no las satura, las pone al servicio de su historia. Más que juntar, pegar o copiar, Hsu refiere a un cine que se ve que le gusta y pareciera que conoce muy bien.


Pero esa filiación no se agota en el cine de Asia porque La Salada dialoga también con el cine argentino contemporáneo. De hecho, podría trazarse un puente imaginario entre esta y Solo por hoy de Ariel Rotter que también iba sobre el componente asiático de la argentinidad, con el agregado de que Hsu incorpora los idiomas coreano, chino y guaraní en su película.  Como hacían los cineastas que lo antecedieron Hsu descubre una idiosincrasia, y una esencia, a través del habla.

La Salada seguramente no reinvente la historia del cine argentino de los últimos años, ni tampoco será un antes y un después en el Bafici pero eso no le quita mérito. Con solvencia estilística y pulso narrativo Hsu demuestra que es un cineasta con un venturoso futuro.





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