La sección Panorama del Festival
de Cine de Buenos Aires programa, generalmente, los últimos trabajos de directores
consagrados o que, a pesar de su incipiente carrera, han logrado hacerse un
lugar en el panteón del séptimo arte. Así, conviven en esta sección el último
trabajo del recientemente fallecido Alain Resnais, del taiwanés Tsai Ming-liang,
del filipino Raya Martin o del sueco Lukas Moodysson, entre otros. Más abajo,
un recorrido acotado por We are the best y How to dissapeared completely de
Moodysson y Martin.
We are the best (2013, Somos los mejores) es un auténtica película
teen, un “género” que el director ya había transitado en Fucking Amal (aka descubriendo el amor, 1998). Aquí, Clara, Bobo y
luego Hedvig quieren formar una banda punk en los ´80, en Estocolmo, en pleno
auge de la música disco. En un contexto donde las chicas se arreglan con
vinchas y calzas brillantes de colores, ellas usan el pelo con crestas y se visten
con pantalones. El realizador no abandona a sus gloriosas actrices casi en ningún
momento a lo largo del film, y tampoco nos las muestra desde un punto de vista
que no sea el de ellas mismas. Es más, los adultos son mostrados más grotescos,
e incluso más errantes, que sus pasionales protagonistas. Por ejemplo, la mamá
de Bobo va y viene con un novio que no la trata del todo bien, los papás de
Klara se ríen de la actitud de la mamá de Hedvig, y la mamá de Hedvig vive
inmersa en el culto a Dios. Aunque el acento está puesto en todo lo que les
pasa a las chicas que son merecedoras del desprecio de sus pares y que, sin
embargo (y a pesar de los conflictos que se suscitan entre ellas) persisten,
insisten y van hasta el fondo en su deseo de armar la banda punk.
We are the best es un film
catártico, hacia afuera, desbordante de amor y comprensión por una etapa de la
vida y por unas chicas punk que verdaderamente merecerían todos los premios del
mundo como actrices.
How to disappear completely (2013, Como desaparecer
completamente) es uno de sus films que son difíciles de describir teniendo en
cuenta la historia. Porque la trama aquí es elíptica y dispersa, y la estética
es una intersección de géneros y/o formatos audiovisuales como el video-clip e,
incluso, los juegos computarizados. Ciertamente, hay una conjunción de
narrativas – reunidas de forma poliglósica- en la película del filipino Raya
Martin, de tan solo 30 años. Para comenzar el primer plano de un niño asustado
nos muestra un diálogo con una señorita que afirma que quiere matarlos a él, y
a su familia, porque quiere “matar sus sentimientos.” Luego, un corte y a
continuación una toma aérea nos lleva a un pasado en Las islas, un lugar que es
mostrado al mismo tiempo hermoso y tenebroso. Allí, una señorita se enfrenta a
sus padres (una mamá desaprensiva y un padre alcohólico) que la intimidad y
abusan de ellas en distintos sentidos. Pero esto no nos es mostrado de manera líneal
sino que poco a poco el espectador va construyendo la “historia” entre ellos.
En el interín nos enteramos que
la señorita está escribiendo una obra de teatro cuyo conflicto más importante
es que un soldado norteamericano mató a un niño filipino. El hecho refiere a la
venganza de Samar donde en respuesta a un ataque filipino contra Estados
Unidos, estos ordenaron matar, incluso, a niños mayores de 10 años. Sin
embargo, la historia de Filipinas no es solo la historia de la guerra con
Estados Unidos, es una sumatoria de conflictos con países vecinos (como Japón)
y la convivencia de distintas culturas que habitan en el mismo territorio. Esta
identidad poliglósica (de muchas lenguas) es lo que de alguna manera subyace en
esta película y hace que no está contada desde una estética en particular sino
(y recordando a la manera de componer de Godard) refiriendo a múltiples
estéticas como si la identidad fuera una sumatoria de estas.
La “identidad” del film es esquizofrénica,
no centrada sino descentrada y, quizás, también explique que el mismo narrador
de la película pase de un formato a
otro, de una trama a otra sin, aparentemente, ningún tipo de explicación. Y
digo aparentemente porque hay algo que une y subyace a todas estas voces: la
violencia: En primer y en último lugar la violencia que una chica (seguramente
la de protagonista de “Las Islas”) quiere ejercer sobre otro par en el prólogo,
en último lugar, la violencia que el grupo de skaters ejerce sobre unas niñas,
y en el medio la violencia injertada en una familia cuyo padre tiene “el
derecho” (la madre lo sabe y no reacciona) de abusar de su propia hija.
El acierto de Martin en How to disappear completely, al hacer
un film que también tiene momentos cautivantes, es dar cuenta de que la
violencia tiene una estructura horizontal, que se traslada de un lugar a otro,
que no hay un foco único de violencia sino que esta se ejerce también en los
ámbitos más íntimos y de variadas maneras. La idea es, efectivamente, foucaultiana.
Como desaparecer completamente es un
film áspero, difícil de ver pero al mismo tiempo, en un momento donde
lamentablemente en la Argentina hay algunos que celebran la barbarie de los “linchamientos”,
interesante para repensar algunas cuestiones.
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