Un par de años atrás llegaba a
Rotterdam para asistir al festival de cine que se desarrolla en esa ciudad.
Estaba sola, hacía bastante frío, cargaba una valija muy pesada, los brazos se
me acalambraban, no había escaleras mecánicas en los subtes (o mejor dicho yo
no las encontraba porque no entendía nada de holandés) y se estaba haciendo de
noche. La cinefilia me había trasladado a un festival considerado por muchos
como el más importante en lo que a proyección de películas de las más diversas
estéticas, y lugares, se refiere, pero en ese momento no dejaba de preguntarme
“¿quién c… me mandó a estar acá? ¿Qué hago acá?”.
Pero… el habla (no así la lengua)
es patrimonio de todos y, por suerte, me pude hacer entender con otro
transeúnte. Le conté por qué estaba allí y con mucha amabilidad me explicó cómo
llegar a donde tenía que ir, y también me habló del festival. Ahí comprendí que
el festival era verdaderamente un asunto ciudadano (en los días subsiguientes
me volví a cruzar con esta persona que contenta me contó las películas que
había visto) y que había hecho bien en hacer el “sacrificio” de estar allí.
El festival de Buenos Aires es y
tiene que ser un tema de la ciudadanía
Este año, en el que Marcelo
Panozzo asumió la dirección del Bafici, el festival cambió de sede. Cuando se
anunció el cambio (del Abasto al Village Recoleta) muchos se quejaron. “¿Cómo
es posible que se vaya a Recoleta?”, según algunos el lugar cajetilla por
excelencia. Esa queja desde el lugar común (habría que ver dónde se concentran
los porteños más “pudientes” hoy) escondía otra cuestión: que en realidad el Bafici
se trasladaba de un complejo… a otro!
Lo que quiero decir, la discusión
no tendría que ser sobre qué Multiplex es mejor sino sobre si es posible contar
con un edificio público donde pueda desarrollarse un festival de esta magnitud,
y qué más se puede hacer para hacer del festival un evento accesible a todos
los habitantes de la ciudad. Todos. Incluidos los que viven en los barrios más
marginados.
Dada la situación,
paradójicamente el Bafici desde su nacimiento se desarrolló en un Multiplex, el
cambio del Abasto al Village no me pareció dramático entre otras cosas porque en
el Village la entrada es directa al cine y los únicos negocios linderos a esta
son el de un café de la M, y una librería. O sea, si bien es un Shopping Mall
en la entrada a los cines lo disimula bastante. A diferencia del Abasto donde para
llegar a los cines, y sobre todo si se bajaba del subte, en uno u otro momento
te cruzabas con las casas de marcas de variados artículos en el Village ese
tipo de “encuentro” se puede eludir.
Quizás, la contra más grande del
Village es que, a diferencia del Abasto, no tiene una boca de subte tan cercana
y eso, es cierto, retrasa. Esto lo compensa el hecho de que al alejarse unos
metros del Complejo hay un poco de verde, un espacio abierto sin tanto cemento
donde, si pinta, da para sentarse y hacer un pic nic allí. Y un poco de hipismo
al Bafici no le vendría nada mal.
Las cifras impactan. Unas 370 mil personas se acercaron a las 11 sedes del Festival donde se
proyectaron un total 473 películas
(165 fueron cortos, 36 mediometrajes y 272 largometrajes), exhibidas en 1004 funciones comerciales y 77 funciones de prensa, con un 85% de entradas vendidas.
Más películas/The Silent Star
En distintos post me he referido
a varias películas. Tengo la sensación de que este año, quizás, algunas películas
fundamentales estuvieron ubicadas de manera no tan visible. Es cierto que el
Bafici es un festival esencialmente de cine contemporáneo, y esa es su mayor
virtud, pero este año se programaron gemas como la serie de películas de la
DEFA, realizadas en la Alemania Oriental después de la conformación de las 2
Alemania, que realmente merecían la pena estar en primer plano. Por ejemplo, The Silent Star una exponente de la
ciencia ficción del período post Segunda Guerra Mundial sorprendentemente
parecida a Star Trek.
Las similitudes aquí van desde el
elenco multiétnico hasta la voz en off del capitán de la nave que cuenta lo que
va ocurriendo. Sí acá también el capitán, como hace Kirk en Star Trek, lleva un
diario de viaje. Dicen que la película de proyectó en Estados Unidos un tiempo
antes de la filmación de la serie mundialmente referenciada. Tener la
oportunidad de ver en pantalla grande The
Silent Star fue para mí unas de las experiencias más enriquecedoras de este
festival.
Animals
No se puede reprochar al festival
que no haya programado lo que está pasando en el cine contemporáneo. Estuvieron
los grandes nombres, los nombres, y los nuevos nombres. No estoy segura de que
haya sido un año muy significativo para los nuevos nombres. De todas maneras,
mis apreciaciones (como insisto siempre) son parciales, no reflejan de ninguna
manera el todo porque obviamente no vi todas las películas, y seguramente
muchas también me perdí.
Animals es, un poco como sus protagonistas, una película como de
graduación con hermosas intenciones que personalmente agradezco (sobre todo en
lo que respecta a su mirada sobre los animales y la naturaleza) pero que,
teniendo en cuenta sus compañeras de sección (Mujer Lobo, Arraianos, etc),
quizás estaba un poco por debajo del standar. Es que Animals tiene un aire un poco amateur.
De todas maneras, los últimos días me crucé con un par de películas prolijas,
muy bien hechas, pero muy similares a otras que ya había visto y agradecí que
existieran películas como Animals.
Joven y alocada
Dentro de la sección Vanguardia y
género me sorprendió gratamente Joven y
Alocada de la chilena Marialy Rivas con producción de Pablo Larraín. Esta cuenta
la vida de Daniela de 17 años y su blog (homónimo al título del film) donde
discurre a propósito de sus deseos y encuentros sexuales en tono soez. Lejos de
cualquier tipo de pose, la película se mete de lleno y sin auto censuras en el
ecléctico momento del despertar sexual en la adolescencia en medio de un contexto
no exactamente contenedor o inspirador. Es que Daniela es hija de una madre, y
alumna de una escuela represiva en estos asuntos lo que la lleva a pivotear de
un lugar a otro. Aparentemente, la Daniela existe en la vida real y fue autora
de este blog tan particular donde se mezclan la fe religiosa con las hormonas
en ebullición y los castigos familiares que, como queda claro, no siempre son
ejemplares, ni sirven para algo.
Los Posibles
Los posibles, proyectada en la Selección Oficial Fuera de Competencia
(junto a las reseñadas El Crítico y El Gran Simulador entre otras), es el
último trabajo de Santiago Mitre, el director de El estudiante, quien en este caso codirigió con el coreógrafo Juan
Onofrí Barbato. Es muy difícil filmar danza y salir airoso, pero Los Posibles sortea el obstáculo sin caer
en la tentación de encuadrar de frente a la coreografía (como lo hacen los
musicales tipo Chicago) y reducir así
la danza a una cuestión puramente ornamental.
Es que la danza es un arte del espacio
y al sumarle como en este caso la imagen- movimiento puede transformarse,
también, en un arte del tiempo. La segunda secuencia de la película (donde el
movimiento acompaña a la percusión) es ejemplificativa en este sentido. Los Posibles es, además y aún en su
abstracción, la prueba de que lo que algunos consideran imposible (que el arte
puede salvar al mundo o, para no ser tan grandilocuente, a un grupo de pibes)
todavía es posible. Los Posibles, y
valga el título, bailan en búsqueda de una identidad alejada del estigma que a
veces impone la sociedad. Y Mitre y Onofrí (el autor de la coreografía que se
pudo ver en el hermosísimo teatro de La Plata) son también la prueba de que hay
muchas facetas para seguir explorando dentro del cine argentino.
Vic y Flo vieron un Oso
Y si de estigmas se trata vale
mencionar a Vic y Flo vieron un oso del
realizador canadiense Dënis Cóté. A diferencia de Los Posibles, en este película no hay salvación en el horizonte, no
hay posibilidad para Vic y Flo (una pareja de mujeres) de integrarse a una
sociedad que le pone trabas, metafóricas y literales, en el camino. Quiero ser
sincera, la película no me deslumbró. Quizás iba con demasiadas expectativas.
Al comienzo me pareció un cuento de hadas alucinante en el que dos mujeres,
finalmente y a pesar de todas las heridas, pueden consumar su amor en un
entorno bucólico. Pero no, a mediados del film Cöté nos da indicios de que esto
no va a ser posible y todo muta en el peor cuento de terror. No digo que la
película no sea interesante, digo que me imaginé mucho más. Tampoco es tan
grave, claro, y estuvo bueno poder verla. Vic
y Flo vieron un oso fue, además, mi última película de este 15 Bafici.
Epílogo II
(Russo, Frías, Oubiña)
Distintos conversatorios existieron
en el 15 Bafici pero solo pude asistir a la presentación del libro El nuevo cine latinoamericano de los años
sesenta: Entre el mito político y la modernidad fílmica del peruano Isaac
León Frías, más conocido como Chacho. Co condujeron la presentación los
argentinos David Oubiña y Eduardo Russo. Como siempre estas charlas donde se
repasa la cinematografía latinoamericana son interesantes y enriquecedoras no solo por los conceptos que
se ponen en juego sino porque, inevitablemente, surgen anécdotas. Algunas de las
cuales integran este libro y fueron contadas por el autor que asistió a la primera
edición del a esta altura mítico Festival
de Cine de Viña del Mar en los años ‘60.
Locuaz, interesado, atento a
repensar la historia del cine en América Latina, y con la convicción, que personalmente
comparto, de que todavía queda mucho por descubrir y revisitar, el conocido crítico
peruano dio una lección de cinefilia.
Una cinefilia que, como lo
demuestra cada año el Bafici, sigue viva.