viernes, 12 de abril de 2013

P3ND3JOS/15 Bafici


Que un festival se desarrolle en la ciudad en la que uno habita tiene sus ventajas, y sus desventajas. Las primeras son obvias y no hace falta explicitarlas. Las segundas: a veces es dificultoso congeniar las responsabilidades cotidianas con el hecho de ver y querer ver muchas películas. De todas maneras, no me tomo esto como una carrera. Vi un par de películas ya pero voy referirme a la última que vi: P3nd3jos de Raúl Perrone porque es la que más me impactó. Pero antes una pequeña mención al corto de Trapero (Cielo) sobre el backstage del rodaje de Gatica, el Mono de Leonardo Favio: conmovedor.

No quiero caer en esa de “es la mejor de Perrone” – eso después da lugar a “la peor de”- pero ciertamente P3ND3JOS es una película sorprendente. Es más, creo que después de este “último” trabajo (¡el Nº 30!) a Perrone deberían dejar de llamarlo “El Perro” y rebautizarlo “la Bestia”. Porque si bien la película vuelve sobre algunos temas que en los últimos años han sido objeto de su interés (los pibes en tránsito, el skate) la forma en que son abordados es complemente diferente: a través del formato 4:3 en blanco y negro, en tres actos, una coda y una duración de 2 horas y media aproximadamente.

El mismo Raúl Perrone sostuvo en la presentación de la película en este festival (colmada de pibes y pibas) algo así como: “siempre dije que las películas tenían que durar 70 minutos pero no sé qué me pasó, creo que me comí un pochoclo y la película dura esto y está bueno verla de corrido.” P3nd3jos es entonces una rara avis dentro de la filmografía de Perrone. No quiero decir que es hipnótica porque es un adjetivo que se puso de moda para describir a las películas del tailandés Weerasethakul entre aquellos que no entendían bien de qué la iba, o a los que no le llegaban sus películas, pero por esa extraña costumbre de tener que decir algo decían “hipnótica”.

En primer lugar, si bien P3ND3JOS transcurre en Ituzaingó, la ciudad no es retratada como en otros trabajos, digamos, de manera realista. Es más, es una película mucho más de interiores que de exteriores, de formas y figuras antes que de gente haciendo sus tareas cotidianas. El formato ayuda a ciertos efectos como a los primeros planos del rostro (tomados desde un encuadre parecido a la manera en que lo hace la película homenajeada dentro de P3nd3jos: La Pasión de Juana de Arco de Dreyer) y las palabras aparecen  a través de intertítulos que no son muchos pero dicen muchísimo de las relaciones entre estos chicos y sus padres (quienes apenas se muestran) y entre ellos. El resto música y sonidos.


Han dicho por ahí que es una película abstracta en oposición a  narrativa. Sin embargo, si bien hay secuencias que podrían considerarse así como la “danza” de los skaters, o la banda de sonido ambiental (la mezcla de cumbia, ópera, sonidos del contacto entre el skate y el piso, sonidos del tren) a mí me contó muchas cosas. Desde mi punto de vista, hay una comprensión y un conocimiento muy grande en Perrone sobre sus personajes. Por eso, sostengo que si bien la película puede ser en algunos pasajes abstracta, cuenta como ninguna el mundo de estos pibes en tránsito, sus rituales, sus hábitos, sus formas de relacionarse y la violencia que los acecha.

Por otro lado, también está la marca suburbana que, insistimos, no aparece de manera realista, pero está para aquel que la escuche y pueda reconocerla. Me refiero, por ejemplo, al ruido del tren. El paso del vagón por los rieles hace una cadencia muy particular y esta, depende como sopla el viento (y la hora del día), se escucha más o menos integrándose definitivamente a los actos cotidianos, a la rutina del ser suburbano. En este película no hay ruidos de aviones (y se agradece) hay ruidos del tren que pasa. Y esos ruidos forman parte del “extraño” paisaje que habitan estos pibes. Igual que los ruidos guturales que aparecían en El hombre Elefante, de Lynch, acompañaban por momentos a su personaje.

P3nd3jos es la película más cerebral que vi de Perrone. Y aunque hay marcas reconocibles (las descriptas y los famosos cielos) asoman nuevas cosas. Es también, a pesar de su aire sombrío y por momentos crepuscular, una película que le da entrada al humor. Un humor que, por otro lado, las veces que traté a Raúl pude percibir y disfrutar. Este humor asoma paradigmáticamente en la escena donde un hombre adulto se calza unos patines del “año del Ñaupa” (los de tiritas naranjas) y se manda a la pista de skate. No hace falta agregarle palabras a este momento realmente genial.

En fin, habría mucho más para decir de la película, pero como digo últimamente me contento con haber dicho algo. El próximo post también va a ser de películas argentinas distintas estéticamente aunque unidas porque sus personajes tienen ocupaciones particulares.

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