No, de Pablo Larraín
Apertura 15 Bafici
En el mundo internáutico a veces
se pierde el contexto de las cosas. Se puede encontrar un texto sobre un tema
sin conocer dónde fue producido. A veces pareciera que las
páginas, los sitios, los blogs,
pertenecen sola a una nación: la de internet. Pero en el mundo hay
naciones, países y ciudadanos con una u otra historia individual y social y,
las más de las veces, eso que se llama identidad se forma en el cruce de esas
instancias.
Por eso, empiezo a escribir este
texto manifestando que soy argentina. Pero además de mi existencia ciudadana,
tengo otra identidad: Soy cinéfila y, a falta de una palabra mejor, crítica de
cine. Digo a falta de una palabra mejor para no entrar en el debate de lo que
pienso sobre este rótulo, idea que profundicé en mi último libro Estado Transitorio. Cinefilia en el Siglo XXI. No me quiero
desviar: soy cinéfila entonces y me dedico al cine lo que me llevó a ver todas
las películas del chileno Larraín. La primera de ellas, Fuga, la vi en el Festival de Lima.
Las películas de Larraín son muy
distintas entre si, excepto porque las tres últimas transcurren durante el
mandato del dictador latinoamericano Pinochet en sus distintas etapas: en el
comienzo (Post- Morten), en el desarrollo (Tony Manero) y en el final (NO). Aparentemente
la familia del realizador fue, en parte o en algunas de sus partes,
funcionaria, o funcional, al dictador, pero a mí me parece que no tengo que
tomar esos datos para explayarme sobre la película por varias razones: no
conozco a Larraín, ni nada de su historia familiar. En segundo lugar Larraín no
habla directamente de él, ni de su historia personal, en sus películas. Larraín
no explicita “esta es mi historia, o esto está basado en mis vivencias”. Aparte
porque valorar, o no, el trabajo de una persona por su historia familiar me parece bastante
determinista.
Creo que NO solo puede
relacionarse con otra u otras películas. Y allí, entonces, vuelvo al comienzo
de este texto: soy argentina y soy cinéfila. Soy argentina, hija de un país con
desaparecidos, con abuelas que buscan a sus nietos, y con todavía lagunas a
propósito de algunas cosas. Soy cinéfila: vi todas las películas de
Larraín, pero también vi, por nombrar algunas, las películas de Albertina Carri,
de Prividera, de Benjamín Ávila, de Ana Poliak y fundamentalmente en este caso,
del chileno Patricio Guzmán.
La verdad, me costó ver NO sin
acordarme de NOSTALGIA DE LA LUZ, el último trabajo de este eximio documentalista
que es Guzmán, una obra maestra del Siglo XXI (en este blog se puede buscar
texto y entrevista con Patricio). Pero claro, NO no es un documental. ¿Por
dónde empezar, entonces? Por decir que NO es una ficción muy bien hecha: los actores
están muy bien (Alfredo Castro, Bernal, Antonia Zegers por nombrar algunos),
fue filmada en un soporte de la época en la cual transcurre, la historia está
bien llevada, y tiene un material de archivo realmente impresionante.
De alguna manera, NO está en la
línea de películas como Secretos de
Estado (2011, G. Clooney), e incluso
Argo (2012, B. Affleck) donde no se discuten tanto ideas políticas o
concepciones del mundo sino más bien se siguen los pasos del personaje
principal, y/o sus antagonistas, y el contexto social funciona con relación a
lo que hacen o dejan de hacer estos. Esto está marcado desde la
primera escena de la película. El protagonista René Saavedra (García Bernal)
habla casi a cámara de un cambio social, de la experiencia de libertad y la
imagen que sigue es de un comercial de una gaseosa.
Es que René es creativo en una
agencia de publicidad mientras se está desarrollando la campaña por el Sí o el
No sobre la continuidad (basada en el plebiscito de 1988) en el poder de
Augusto Pinochet. René es consultado por aquellos que militan por el No. Si
bien al principio René se muestra distante con el tiempo se va interesado y
cambiando algunas ideas previas. En el camino de ser la cabeza de la campaña pronuncia
ideas abyectas como que hay que mostrar “lo lindo”, y no “lo feo”. Entiéndase
lo feo como las madres o esposas de de desaparecidos y los fusilados durante la
dictadura de Pinochet.
¿Dónde se desarrolla la película,
entonces? Se desarrolla sobre todo dentro la vida de René, y en el interior de los dimes y diretes de agencias de
publicidad y sus creativos. Por momentos se discute más de estética que de
política. Desde ya, no diría que René es un alter ego del cineasta (habría que
preguntarle al director si se identifica, o no, y en qué con su personaje). Lo
que sí puedo decir (con el conocimiento que me dieron los documentales como El caso Pinochet) que la películam aún con las leyes de la ficción, no
cuenta tanto la historia de Chile como la historia del publicista René.
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