domingo, 3 de abril de 2011

Conversación con Raúl Perrone

Todos los sábados de abril, en la trasnoche de INCAA T.V Argentina, los televidentes podrán disfrutar del ciclo Mundo Perrone: travesía a un país independiente. La conversación que adjuntamos tuvo lugar entre quien firma y Raúl Perrone, en el año 2002, para ser precisos un 2 de abril, en el bar La Terraza de Ituzaingó, en el conurbano bonaerense. Las ideas de Raúl no solo siguen vigentes, también son contundentes, y coherentes con lo que sostiene hoy.

Lorena Cancela: A las proyecciones nocturnas de Graciadió (1997) fue mucha gente… Yo fui una de ellas.

Raúl Perrone: Si, fue mucha gente y fue como un fenómeno. Abrió las puertas a muchas cosas porque estamos hablando del año ’98. Hoy es muy corriente ver que una película esté en una sola sala, en horarios raros, dos o tres veces por día. Digo, me parece que se abrió una manera distinta de poder mostrar cine, no solo de hacerlo. Aparte, mostrándolo en video sin que se haya pasado a 35mm. A mi encantaba llegar a las 12 de la noche y encontrarme con 200, 300 pibes haciendo cola.

L: Tu cine anticipó una forma distinta de hablar (alejada de la grandilocuencia) y propia del llamado nuevo cine argentino. ¿Trabajás con guión?

R.P: Yo trabajo con pautas, más que con guiones. No hago guiones ortodoxos que se siguen a rajatabla. Mi cine está hecho de intuición y de arrebato. Son anotaciones que yo sé a donde conducen y dejo, también, mucho librado a la confianza que tengo en los actores con los que trabajo. Pero, aunque pueda sonar contradictorio, esa improvisación está absolutamente calculada: soy muy obsesivo y obsecuente con lo que quiero contar, cómo lo quiero contar, en qué planos lo quiero contar. Después el resto lo modifico de acuerdo a lo que voy sintiendo en el momento.

L.: ¿Qué es el montaje para vos? ¿Qué posibilidades te da el montaje?

R.P: Yo en realidad utilizo poco montaje. Cuando yo pensaba mi cine lo pensaba sin el montaje porque creía que no había que salvar a los actores. El cine para mi es un hecho de adrenalina pura y el montaje salva a un actor. Yo quería ver qué pasaba en un plano secuencia de tres minutos con esos tipos ahí, con la cámara sin moverse, qué pasaba con ellos, con su incomodidad. Pero después me fui dando cuenta de que el montaje también me permitía contar cosas y empecé a utilizarlo pero muy poco, quizás para marcar un principio y un final.
En el cine, si veo un primer plano de una mano agarrando un vaso y no dice nada lo interpreto como un plano publicitario. Si yo hago un primer plano es porque quiero mostrar que va a pasar algo con ese vaso.

L.: ¿El cine retrata la realidad?

R.P: Yo trato de hacer un cine muy parecido a la vida. Algunos críticos me han catalogado como vanguardista porque las caminatas en mis películas por el medio de la calle son poéticas, y a lo mejor no pertenecen a la realidad, pero yo creo que hago un cine parecido a la vida. Esas son licencias que me tomo. Yo anoto, soy un cronista de la vida. Hago anotaciones y hago toda una película de anotaciones, y de cosas que me acuerdo, que me pasaron, que viví a las 18, 19 años… Cosas universales que a todos nos pasan.

L.: ¿Qué te motiva a filmar?

R.P: Lo que me motiva son las ganas de hacer cine. Mi cine está hecho de intuiciones y motivaciones. Yo siempre digo a los tipos que estudian cine que si una nota que me hacen sirve para motivarlos, eso está hecho. Es lo que a mi me ha pasado con tipos como Favio, Bergman, Wenders. Leí notas de los tipos y me dieron ganas de hacer cine, o ir a ver una película de esos tipos. Una foto en un diario, una frase, cualquier cosa me puede motivar a hacer una película. Y todo el tiempo necesito de ese tipo de cosas. Entonces cuando tengo momentos, digamos no muy gratos - porque uno es un ser humano - voy a ver esas películas y una escena me motiva a crear y hacer películas.

L.: ¿Qué es ser independiente?

R: P: La independencia está en la cabeza. La palabra independiente es muy grande y abarcativa. También te puedo llegar a decir contradictoriamente que Spielberg es independiente porque hace lo que se le canta, con mucha plata, claro. Yo soy independiente en el sentido que sigo siendo coherente con una obra, coherente con lo que dije hace ocho años. Si hubiera hecho dos películas y estuviera trabajando para un Multimedio, hubiera aprovechado eso para hacerme el loquito y lograr algo como hace mucha gente. Pero a esta altura del partido es muy difícil que me pueda llegar a vender porque soy absolutamente caprichoso. Para mí, la independencia es hacer la película que quiero, con los actores que quiero, contarla como quiero, con la música y el afiche que quiero. Yo soy el autor real de todas mis películas: elegí hacer esas películas no porque no tenía plata, es una elección.

L.: ¿Sería una estética de la pobreza?

R.P: No, no. Lo mío es una estética de la estética. Yo hice una estética de mi cine, yo elegí esos lugares. Qué loco, la gente habla de la trilogía de Ituzaingó porque todas las películas son en Ituzaingó. Para mi Ituzaingó es como Manhattan para Woody Allen. Y filmo en Ituzaingó porque quiero darle una identidad a mi ciudad, pero eso no quiere decir que los tipos de Ituzaingó sean como los tipos de mis películas, muestro otra parte. A mi me interesan las historias de los perdedores más que de ganadores. Los ganadores me aburren. Yo filmo en Ituzaingó porque me siento cómodo o seguro – soy muy fóbico -. Todas mis películas transcurren a unas cuadras de mi casa y la posición de la cámara hace que muchas veces ni el dueño de casa reconozca la puerta de su hogar.

L.: ¿El digital democratizó la realización de películas?

R:P: El digital dignificó a los boludos y lo digo con mucha propiedad porque yo trabajé siempre en video. En el ’94 yo era como un loco para el mundo del cine y hacía este tipo de cosas en video. Pero tuvieron que venir un par de boludos daneses a demostrarle al mundo: “¡Che, el digital!”. Dignificó. Vos agarrás a cualquier estúpido y le preguntás si filmó su película en video y te responden: “No, en digital”.
Pero bueno, es la idiotez de los pibes que estudian. Cuando los pibes hacían colas para ver Graciadió no intelectualizaban, no decían: “Che, qué lástima. está hecha en video.” Salían emocionados porque vieron una película. Lo que yo decía en aquel momento, que lo digo ahora con más autoridad, es que el soporte no te condiciona para nada. Hoy está más aceptado que hace seis años atrás: la tecnología superó la idiotez. Lo maravilloso es que yo hice todo eso sin haberlo pensado: filmaba en ese formato porque no tenía otra. Me parece muy bueno que ahora se haya abierto la cabeza de la gente.

L.: ¿No creés en las escuelas de cine?

R:P: No es que no estoy de acuerdo con las escuelas de cine, las escuelas de cine tienen que existir, me parece. No estoy de acuerdo con que se les enseñe a los pibes a gastar plata y no hacer películas. No estoy de acuerdo con que todas las discusiones del cine pasen por la plata. Si yo tuviera una Escuela de Cine, y es lo que yo trato de hacer en el taller, doy dos charlas y en la tercera charla ya están todos trabajando. Soy más amante de la práctica que de la teoría. Me parece que no estoy de acuerdo con algunos profesores de las escuelas de cine y no con las escuelas de cine, las escuelas de cine deben existir.

O: ¿Cómo ves el fenómeno de los festivales?

R.P: A mi los festivales, en general, nunca me interesaron para nada. Los festivales son un mercado persa donde va la gente que no tiene nada que ver con el cine. Esa locura de encontrarte con gente que te dice voy por la octava, me parece una estupidez. Creo que a la quinta película vos no sabés ni cuál viste al principio. Y después las mesas de café con toda la gente haciendo lobby me parece una estupidez. Yo no nací para hacer eso. A lo mejor es una equivocación mía, es una negligencia mía pero tampoco viajo a festivales afuera. Estuve invitado diez días a Madrid y no fui. Me preocupan más otras cosas que ir a recorrer festivales. Si tuviera veinte y pico estaría interesante porque te invitan, vas gratis, conocés cosas, pero a los cincuenta me interesa comer pochoclos y ver películas en mi casa.

L.: Raúl, ¿qué es el cine?

R.P: El cine es visceral y sale de las tripas. El tipo que piensa lo contrario debe tener su vida fríamente calculada y yo no la tengo. Yo trabajo de esa manera, es como el amor, es como con las mujeres, tenés que enamorarte. Yo me tengo que enamorar de la película.

Copyleft Lorena Cancela

1 comentario:

  1. Una versión de esta entrevista se publicó en su momento en el sitio Otrocampo, estudios sobre cine.

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