domingo, 10 de abril de 2011

Bafici 2011 (Segunda parte) Copia Certificada/Certified Copy

“La verdadera realidad es como la pureza: nosotros no podemos grabar la totalidad de la realidad, nosotros solamente podemos grabar partes y momentos de esa realidad” Abbas Kiarostami.
Dentro de la vida cinéfila hay directores con lo que se establece una relación amorosa que puede durar años. Recuerdo que una vez alguien me explico su amor por Bergman de la siguiente manera: Mirar sus películas era como mirar etapas de su propia vida. No hay tantos cineastas como vidas, pero sí hay cineastas que pueden cinematográficamente dar cuenta de una vida, dos, tres miles, millones. En la era de la post producción, de las imágenes virtuales, de los efectos especiales, de la exaltación de la forma, semejante afirmación quizás suene algo anticuada (pro baziniana) pero yo también podría decir que las películas de Kiarostami me han acompañado a lo largo de distintas etapas de mi vida.
Fui a ver Copia Certificada con las ansias, y la exaltación de encontrarme con un viejo amor, y con una pregunta: ¿Qué habrá hecho? Había leído por ahí que este no era el Kiarostami de siempre, que al incorporar actores profesionales (Binoche /Shimell) su obra había perdido ese no sé qué que le daba rodar con intérpretes no profesionales, que la mirada que tiene sobre Italia (el país donde transcurre la película) es aún más turística que la que tiene sobre su propio país. En fin… Un sinfín de declaraciones que después de haber visto la película me hacen preguntarme hasta qué punto vi el mismo film. ¿O acaso será, como sugiere Copia Certificada, que no existe el objeto sino la percepción que tenemos sobre el?
Es que me encontré con el Abbas Kiarostami de siempre, con el cineasta que amo cinéfilamente. En este sentido, y exceptuando el hecho de que en la película hay efectivamente actores profesionales (aunque, para ser más precisos, hay una actriz pues Shimell es – por el momento- más barítono que actor) el resto me pareció “pura” y simplemente otra película de Abbas.
¿Por qué? En primer lugar por la presencia del auto. A pocos minutos del comienzo los actores deciden emprender un viaje en auto e inician allí una conversación. Es en el auto, como en Ten, como en El sabor de las cerezas, como en Y la vida continúa, como en Bajo los Olivos donde los personajes empiezan a intercambiar opiniones, pareceres, ideas a propósito, en este caso, de qué es lo original, y qué es la copia. El tema que los reunió pues ella es historiadora de arte, y James un reconocido escritor cuyo libro le da título al film.
En segundo lugar porque la mirada sobre la región es contraria a la mirada turística: desde el auto solo se ven árboles al costado de una ruta, y el pueblo al que llegan es mostrado casi exclusivamente a través de ciertos interiores (un museo, una capilla, un café, un restaurant), pero nunca a través de un plano general como lo haría una postal turística. Incluso, la misma película cuestiona la mirada turística: A “Jim” no solo no le interesa “el cuadro” del museo del lugar que “Marie” le muestra (una copia que se creyó original por muchos años y es una suerte de Mona Lisa de la Toscana, y el “chiche” del lugar), sino que tampoco lo que el guía dice, ni el vino rosado que, supuestamente, es una especialidad de la región.
Por supuesto, hay novedades. La más visible es el tono de comedia, pero podemos enumerar otras: la relación de los personajes con el espacio y el conflicto entre un hombre y una mujer. Porque más allá de que la película es una gran disertación a propósito del original y la copia (una pregunta que en realidad es bien propia del cineasta sino la cita que abre este texto), emerge una reflexión sobre la manera en que las personas se relacionan con los espacios en una situación de coqueteo.
Es que la película comienza en una conferencia, y termina en el cuarto de un hotel. Con otras palabras, empieza en un lugar impersonal y público y termina en un espacio más íntimo. A estos personajes, que por momentos están actuando ser un matrimonio, este último espacio los condiciona, los “fuerza” a compartir cierta intimidad. Por otro lado, es la primera vez en su filmografía que un hombre y una mujer, que se atraen y se rechazan, que tienen algo en común, discuten explícitamente sobre estos temas. En Ten on Ten el cineasta sugiere que mientras El Sabor de las cerezas es una película masculina, Ten es una película femenina. ¿Será ésta, acaso, su masculino/femenino?
Por supuesto, hay otros interrogantes que quedan flotando en el aire al nivel de la trama ¿Eran esposo y esposa y en realidad el juego era jugar a no serlo? ¿Y si estaban separados y la película trata de ese reencuentro? ¿Cuál es la relación original, y cuál es la copia? Los personajes especulan a propósito de estas cuestiones, pero las respuestas quedan del lado del espectador. Un espectador al que la película, como a sus protagonistas, deja encerrado en el cuarto de hotel, como invitándolo a resolver sus propios asuntos.
Copyleft Lorena Cancela

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