sábado, 23 de marzo de 2013

True Blood/Vampiros desaggiornados


Sobre True Blood/Vampiros de verdad


Por Lorena Cancela

El verano se despide y deja sus legados, sus anécdotas, sus recuerdos, cosas que quedarán siempre acotadas a la estación. Tengo la sensación de que el verano es la temporada más cronológica y líneal, menos disruptiva. Yo solo tengo un “aquel invierno” en mi vida, pero sí tengo varios “aquel verano”: el verano que viví esto, el verano que fui a este lugar, el verano que me enamoré de tal, el verano que besé a cual, el verano que me fui con mis amigas a no sé dónde, el verano tal y cual.

Este verano quizás lo recuerde como el verano True Blood. Sí. El verano donde me dejé “capturar” por la serie creada por Alan Ball y protagonizada, entre otros, por Anna Paquin (La nena de La lección de Piano) y Stephen Moyer. Sorprendentemente para mí, o no tan sorprendente (existe el rumor entre los que se especializan en televisión de que el verdadero team creativo de Hollywood está actualmente en este tipo de producciones) la serie es bastante diferente a las películas de “nuevos vampiros” tan de moda como los de la saga Crepúsculo.

True Blood – a tono con los tiempos que corren- es una serie plurigenérica: tiene romance, suspenso, vampirismo, fantasía. Por momentos roza el género de detectives, por otros el drama romántico. Es, también, un drama existencial. Voy a escribir tratando de no develar mucho de la trama para no quitarle ciertas sorpresas a aquellos que no la vieron aún, e iré sobre algunos aspectos que hacen de esta serie una de nuevos vampiros pero con algo especial.

Los créditos de la primera y segunda temporada son sugestivos: Una canción que recuerda por su tono y su contenido al gran Leonard Cohen repite “I wanna do bad things to you” mientras extrañas imágenes se suceden. Con el tiempo iremos descubriendo que esas formas son animales en descomposición o algún que otro “exorcismo”, plantas, caminos. Juntas, las imágenes, nos anclan o remiten a un lugar: el sur de Estados Unidos.

Efectivamente, el lugar donde transcurre la película es Bon Temps cuyos habitantes tienen que aprender a convivir con vampiros que, aparentemente, para subsistir ya no necesitan alimentarse de sangre humana sino de una sangre artificial. El problema es, claro, que no a todos los vampiros les gusta esta sangre y que esta humanización que algunos profesan no es tan clara, ni sin conflictos. Simultáneamente distintos asesinatos se suceden y el romance entre una mortal, la seductora y telepática Sookie (casi siempre con shorts), y el vampiro Bill  alerta no solo al tercero en discordia (el tierno Sam) sino a la entera población del lugar.


Los que son conocedores de esa especial zona de Estados Unidos quizás puedan encontrar ciertos estereotipos en los capítulos de estas temporadas. Pero no es menos cierto que en términos de estructura de narración es una creación un tanto al típica, al menos por dos razones: Una por el lugar que se la da al desarrollo de los personajes secundarios y sus tramas, y por lo la misma fluctuación de las características de estos a medida que avanza la historia. Otra porque es consecutiva.

Mientras que varias de las series más exitosas (Dr House, Criminal Minds, Dexter, etc.) son acumulativas (el espectador no necesita exactamente saber qué pasó en el capítulo anterior para entender de qué va el asunto) True Blood propone una relación entre uno y otro capítulo demandando, de alguna manera, un poco más de compromiso en el espectador televisivo.

El contenido es también, y en alguna medida, contra corriente. La serie muestra seres (animales, humanos, mezcla de ambos), entidades que conviven pero constantemente están peleando por ocupar el centro de la escena en los alrededores de Bon Temps y en el Merlotte´s bar. El entorno, los seres que lo habitan es fascinante y diverso. Por otro lado, los vampiros de esta serie no escatiman a la hora de tener sexo con mortales. Lejos de la tensión sexual, el histeriqueo o la conquista teen - marca registrada, por ejemplo, de la taquillera Amanecer-, aquí lo sexual ocupa un lugar central en la trama y funciona como una corriente expansiva que atraviesa, de una y otra manera, a todos los personajes.

Si Crepúsculo es la película “careta” (porque cubre o encubre ciertos rasgos), True Blood es la anti careta. Pues mientras la primera oculta, o se empeña en ocultar y tratar de controlar a las fuerzas subyacentes, las pulsiones, los deseos más candentes, la segunda los expone con fuerza y barroquismo. En True Blood no hay un orden que sostener, hay un desorden que no se puede contener. De allí que el acto sexual más apasionado pueda estar seguido de una muerte cruenta, de allí que el amor más puro se corrompa, de allí que el que parecía más bueno termine siendo el más malo. Lo erótico y lo tanático luchan constantemente en True Blood. Y no siempre gana el primero.


Las entidades, asociaciones que se van armando o mostrando (los defensores de vampiros, lo ataca vampíros) merecerían un post aparte, al igual que la transformación del personaje de Jason, el hermano de Sookie: La precisión con la que serie desnuda manejos sectarios (como la comunidad del sol), la construcción de un líder carismático es digna de tener en cuenta si se quiere entender qué es la manipulación a través de la seducción.
En fin, seguramente haya muchas otras más premisas inquietantes en la serie de Ball. El orden no llega casi nunca. Y quizás por eso sus hacedores hayan elegido situar la acción en verano. Porque quizás el verano, con sus días más largos y sus noches abiertas, invite a todo. Aquí en el sur, por ahora, hay que esperar 3 estaciones más.


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