El 1 de Mayo es el día en el que se conmemora a los trabajadores en todo el mundo, y en la Argentina es también un día especial para la cinefilia: se cumplen 70 años del estreno de El Ciudadano (1941) de Orson Welles. Ésta, que figura en las listas de las mejores películas de todos los tiempos, no debería ser mirada solo como una pieza de museo, o una gema de colección sino como una obra abierta. De hecho, su trama tiene resonancias bien actuales. Abajo, unas palabras alusivas.
En el anecdotario de la Historia del Cine, al que a veces es pertinente recurrir para tratar de comprender algunas cuestiones, El Ciudadano es la primera película de Welles y, paradójicamente, la última en la que éste tuvo total libertad de acción.
¿Qué significaba, en el Hollywood de entonces, tener libertad? Por ejemplo, que ningún productor interviniera en el rodaje, ni en el montaje, o el corte final de la película (final cut). El mismo Welles en Mi viaje por el cine Norteamericano (1995) - el documental de Martin Scorsese –, recalcaba que solo esa vez fue totalmente libre para realizar un film. Los cinéfilos saben que sus subsiguientes proyectos fueron en varias partes recreados en la sala de montaje. Incluso uno de ellos, Sed de Mal (1958), recién pudo verse como lo había imaginado Welles hace apenas unos años atrás: cuando el crítico norteamericano Jonathan Rosenbaum, guiado por unas anotaciones del mismo Orson, supervisó la reconstrucción de la película.
Sin embargo, el devenir de Welles en Hollywood no es lo que lo hace ocupar un lugar distintivo en la Historia del Cine. En el documental citado también se sostiene que otro director, King Vidor, se retiró ofuscado del rodaje de Duelo al Sol (1946) por la presión, y el asedio constante del reconocido productor David O. Selznick. Lo que, en todo caso, marcaría una diferencia de Welles con relación a otros cineastas es que éste realizó una película clave de la historia del Siglo XX., con apenas veintitantos años, y sin ninguna experiencia previa en la dirección cinematográfica.
Señalado, y quizás estigmatizado como niño prodigio, Welles ingresó al cine de la mano del teatro y la radio. Su versión de Macbeth, de Shakespeare, en el Mercury Theatre protagonizada exclusivamente por actores negros, es un momento clave para el teatro contemporáneo. Por otro lado, el programa radial en el que recreó, basándose en La Guerra de los Mundos de H. G.Welles, una supuesta invasión alienígena, hizo otro tanto en la historia de la radiofonía. A propósito de esta comentada trasmisión, vapuleada por el autor de la novela, si bien existen imágenes donde Orson aparece arrepentido y pidiendo disculpas por los problemas ocasionados, en realidad, de acuerdo con algunos testimonios, él se sentía satisfecho por el revuelo.
En el documental Batlle Over Citizen Kane (1996, Batalla sobre Citizen Kane) uno de sus colaboradores sostiene que Welles no solo supo en el momento los percances que estaba ocasionando en la comunidad (recordemos que algunos oyentes creyeron que la invasión era real) sino que también recibió un llamado de atención de uno de los directivos de la radio el que, por supuesto, desestimó. Algunos de los que lo conocieron sostienen que su presencia y sus maneras apabullaban. Él mismo reconoce, en el mismo documental, que en su hogar paterno le decían con regularidad que era un genio y por eso, sin imaginarse lo que vendría después, lo creía y se comportaba como tal.
El argumento de El Ciudadano trata de un periodista que, cual detective (de allí, que algunos relacionen al film con el cine negro) quiere averiguar quién fue realmente Kane: un magnate de los medios que terminó sus días aislado en un palacio llamado Xanadú. La figura de este hombre está a su vez teñida de otro misterio: la palabra Rosebud la cual, aparentemente, fue pronunciada por éste antes de morir. Si bien el misterio de la palabra de alguna manera se devela, lo que no termina de resolverse es quién fue realmente este señor que transitó y proclamó, en su doble función de director de un diario e incipiente dirigente político, concepciones populares y liberales, se alistó con algunos de los intereses del pueblo, y terminó quejándose del impuesto a las ganancias para los ricos.
La falta de información certera a propósito de la figura, y la manera en la cual ésta nos es trasmitida (a través del “testimonio” de distintos personajes que, incluso, se contradicen entre sí) es lo que llevó a sostener a algunos estudiosos de la narración cinematográfica que el film, aún cuando fuera realizado dentro del período clásico, antecede a la llamada modernidad cinematográfica. Por dar un ejemplo, si el primer período se caracteriza por el ‘alto grado de comunicabilidad’ de la trama, como sostiene Bordwell, bien podríamos decir que El Ciudadano se caracteriza por su alto grado de opacidad de la historia dado que nunca llegamos a entender del todo quién fue Kane, o por qué actuó como actuó.
La polémica que rodeó a la película, y la hizo naufragar al momento de su exhibición en los Estados Unidos, se suscitó porque un grupo sostuvo que Welles, para recrear a Kane, se había inspirado en William Randolph Hearst, un magnate de los medios que llegó a construir un imperio en E.E.U.U y, a pesar de encontrarse a fines de los ’40 en decadencia, gozaba todavía de cierta influencia. Efectivamente, y según los conocedores, la vida de Hearst tiene puntos de contacto con la de Kane, y es altamente probable que Welles, junto a su guionista Mankiewicz, se hayan sentido inspirados por el personaje público. Pero también hay que señalar que la ficción no cumple punto por punto con la biografía del primero. Inclusive, algunos analistas han homologado algunas descripciones que se hacen de Kane con el mismo Welles.
La teórica inglesa Laura Mulvey sostiene en Ciudadano Kane (un análisis brillante de su autoría publicado a propósito de los 50 años del estreno de la película) que lo que en realidad quiso demostrar Welles era su posición a propósito del papel de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. La autora afirma que el joven Orson, un hombre de izquierda simpatizante de las ideas de Roosevelt, quería mostrar qué pasaría si los Estados Unidos se quedaban, como Kane, aislados y atrapados en un castillo como el de Xanadú. Es decir, sin ir a la guerra contra el bloque totalitario.
Esta interpretación, con la cual se puede estar, o no, de acuerdo, confirma cuan viva sigue la pieza de Welles, y cuantos abordajes pueden seguir construyéndose sobre ella. Para cerrar estas palabras con una referencia local, en El Mural (2010), Héctor Olivera, en una escena que es casi una referencia textual al film norteamericano, iguala la figura de Kane con la del director del extinguido diario argentino Crítica: Natalio Botana.
Copyleft Lorena Cancela