También creo que es erróneo
sostener que el colectivo denominado un poco arbitrariamente nuevo cine argentino
(digo arbitrariamente porque en los sesenta ya había existido uno y porque los
directores no se sentían parte de un grupo en sentido estricto) no abordó la
Dictadura Militar. Directoras como Ana Poliak y Albertina Carri en un tono
mucho más testimonial, por momentos documental, no esquivaron el desafío de
tratar de articular un discurso sobre lo indecible, lo horroroso. Por ejemplo, Ana
Poliak en La Fe del volcán, elegía un
relato centrado en el uso de la primera persona para bucear en lugares de su
infancia que en su recorrido encuentra modificados para siempre. Albertina
Carri prefería, para contar y recordar a sus padres desaparecidos, intercalar
el relato testimonial con animaciones. En ambas películas, la presencia de la
primera persona era fundamental para estructurar el relato. Ellas transitaron
una línea que con el tiempo fue cobrando fuerza a inauguró todo una corriente:
la del documental en primera persona testimonial donde el recuerdo personal
funciona como muestra de algo macro.
La larga noche de Francisco Sanctis es un relato totalmente
ficcional pero no por eso abyecto. La
larga noche de Francisco Sanctis no es La
vida es bella de Begnini, un film polémico por dejar en fuera de campo el
horror de los campos de concentración y tratar de articular una comedia en medio
de todo eso. Al contrario, si bien hay un entorno que los directores eligen
deliberadamente no mostrar (las reuniones clandestinas, las armas, los falcon verdes,
las vestimentas, los militares, los cantos) no por eso no traslucen la opresión
que se vivía en ese momento. Menos es más, dicen algunos, y de alguna manera
eso se pone en juego en este film.
Por otro lado, se pone en juego en el film la microfísica del poder: para que un Estado represor sea
efectivo tiene que crear y hacer crecer policías en cada uno de los habitantes.
Así funciona la esposa de Francisco y su amigo, como los personajes de la
inteligente Terror y Miserias del Tercer Reich, de Brecht.
Es cierto que el film tiene algo
genérico (y por eso algunos lo han comparado con Después de Hora de Scorsese) pero la historia supera al género.
Francisco podría haberse hecho el tonto con la información que le llega pero elige
hacer algo, elige ayudar: no es un héroe (duda, se siente contrariado, teme)
pero finalmente asume el compromiso de salvar a dos personas. Efectivamente,
los desaparecidos no son una cuestión de cantidad. Aún cuando hubieran sido
solo esos dos su desaparición habría sido una aberración.
Uno de los libros más
conmovedores que leí en mi vida fue Frente al límite de Todorov. En este el teórico
búlgaro describe y testimonia la vida de personas “comunes” que salvaron a
muchos deportados durante la Segunda Guerra Mundial. La historia de Constantini
habla de estos. Interpretada magistralmente por Diego Velázquez, tiene también
la virtud de recrear una Buenos Aires nocturna sin gente en las calles,
silenciosa, de toque de queda, donde solo se escuchan los eventuales pasos de
algún que otro transeúnte.
Tengo alguna que otra duda con
respecto a la recepción: ¿qué entenderá, o cómo leerá la película, aquel que no
esté familiarizados con la Dictadura Militar argentina? ¿Pensará que el periplo
nocturno de Francisco es fruto de una especie de paranoia o asfixia propia de
un hombre de clase de media que sin posibilidades de crecer y con dos hijos
cree que tiene que salvar a dos personas? Realmente, esperamos que no. Si de
filiaciones se trata más que con Después
de Hora de Scorsese creo que su pariente lejano es La muerte del Señor Lazarescu, del rumano Puiu, donde también un
hombre es víctima de un sistema.