Se desarrolló en la ciudad de Mar del Plata, el 27 festival
Internacional de Cine. Presidido por José Martínez Suárez, este año en especial
el evento contó con una programación de calidad, y pareja. Esto en parte
explica que las salas hayan estado colmadas y se produzcan pocos éxodos. Además,
el festival programó actividades especiales entre las que se contó la
muestra de afiches del cine suizo curada por el periodista y crítico Pablo De
Vita.
También hubo presentaciones de los libros: Imitación de la vida – Crónicas de cine,
compilación de críticas publicadas entre 1980 y 1995 del reconocido crítico de
cine peruano Isaac león Frías (más conocido como Chacho), el último tomo de las
crónicas de Alsina Thevenet y Estado
Transitorio. Cinefilia en el Siglo XXI de quien firma. Para la ocasión
proyecté el corto Artaud doble Bill del
cineasta armenio-canadiense Atom Egoyan, corto integrante de la película To each his own cinema (2007). Estuvo muy bueno, todas las presentaciones son diferentes y aportan algo nuevo, en este caso me reencontré con seres queridos y personas de Córdoba y El Bolsón, entre otros.
Además el festival ofreció clases, focos como el del cine sur-coreano,
retrospectivas como la de la francesa Sandrine Bonnaire, charlas y etc. Y por supuesto, anécdotas: graciosas,
penosas, patéticas. Una de ellas protagonizada por esta cronista que nuevamente
fue confundida con la actriz Valeria Bertuccelli en este caso por un director
de cine independiente argentino. Que ciertos directores de cine argentino se
creen que son genios iluminados, superiores en alguna medida al resto de los
mortales no es una novedad. Pero en esta situación este rumor quedó
particularmente en evidencia. Quien suscribe estaba desayunando, mirando la
nada, cuerpos sin forma en el ángulo de visión. El director se acerca, me saluda y me dice: ¡Hola Vale!
Frente a lo cual respondo “me parece que te estás confundiendo.” “¿Cómo. No sos
Valeria?. No, respondo. A lo cual el tipo agrega: “¿Y por qué me mirabas con
cara de Valeria como diciéndome salúdame?”. A lo cual le respondo: “Perdoname,
pero a vos no te miraba”.
Cada uno con sus gustos desde ya, pero no miraría a este señor con otros ojos que no sean como cineasta de
buenas películas. Es decir, lo miraría con todo el respecto que como artista se
merece, y no a él sino a su obra. Lo significativo de la situación no es que me
haya confundido (me ha pasado varias
veces y me he divertido mucho al respeto) sino que me haya acusado de que se
confundió porque yo lo miraba. En fin… Por suerte, había otro colega que, si lo pienso bien, es como una especie de
caballero que me viene a rescatar de ciertas situaciones extrañas en los
festivales de cine que puso paño frío a la situación, así que a él mis
agradecimientos. Ciertamente, aparte depara ver películas, un festival de cine es un momento
de convivencia y, de alguna manera, una
muestra de conductas sociales. Y de limitaciones propias, y ajenas.
Yendo a las películas, empiezo por las latinoamericanas. En
primer lugar, por la coproducción colombiana- mexicana- francesa La Sirga de William Vega. La película
está en ese confuso horizonte entre el documental y la ficción. Emplazada en un
paraje del interior de Colombia los protagonistas de la película (una mujercita
y su tío) lidian con el día a día de un
lugar en el cual, para sobrevivir, deben autoabastecerse. Están además a la
espera de unos turistas, y por eso están refaccionando el lugar (La Sirga).
Debo decir que la película me recordó por momentos a La teta asustada (no solo por el plano donde un hombre grande espía
a una mujer menor desvestirse) sino por la mirada sobre el lugar entre distante
y comprensiva. Está muy bien filmada, excelentemente filmada, aunque un poco me dejó la sensación de que es una película pensada para el ojo de los
programadores de los festivales de cine europeo.
El limpiador es,
por el contrario, una película de guión y enteramente de ficción. En su ópera
prima Adrián Saba, de apenas 23 años, eligió controlar el entorno y a los
personajes (que se cuentan con las manos) y hacer una película un poco a contramano,
en el mejor sentido, de lo que cine latinoamericano debe ser: refiriendo sutilmente
al género de la ciencia ficción, retratando los lugares de una manera abstracta
(es decir lejos del pintoresquismo) y contando una historia, un encuentro entre
dos seres: un hombre y un niño. En este sentido, si hubiera que emparentar a la película con
alguna otra ésta estaría más cerca de ciertos directores norteamericanos (tal
Sofía Coppola) que de otros compatriotas.
Eso no significa que Saba
no aproveche Lima y sus alrededores (de hecho ha dicho que quiso filmar en una
época determinada porque la niebla tiene una densidad particular en ese momento) pero los utiliza resignificándolos,
dotándolos de un sentido que no tenían. Es prometedor el debut de Saba y ojalá que
la buena recepción que está teniendo la película en distintos festivales, lo
ayude a hacer otra.
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