martes, 8 de noviembre de 2011

Mar del Plata (IV) Melancolía

En la Argentina, tenemos una frase "no hay mal que por bien no venga". La usamos cuando algo sale mal, pero por un giro del destino termina capitalizándose en algo positivo. Eso me pasó ayer cuando fui a ver la primera proyección de Melanconlía - la última película del polémico Lars Von Trier: recordemos que en el pasado Cannes fue expulsado por sus comentarios poco afortunados a propósito del nazismo - porque alguien se confundió y proyectó las latas de la película en otro orden lo que hizo que vuelva a verla a la noche.

Melancolía tiene algunos de los ingredientes que han caracterizado al cine del danés, al menos desde Bailarina en la oscuridad: espectacularidad en la puesta en escena y al mismo tiempo austeridad, diálogo (o intertexto) con géneros asociados a Hollywood (en este caso al cine catástrofe) y actores que el espectador referencia a otros contextos como, aquí, la presencia de Kirsten Dunst y Kiefer Sutherland (Charlotte Gainsbourg ya había trabajado con Trier en Anticristo). A eso hay que sumarle la división de la narración en partes, como si fuera una obra literaria, o una pieza musical

Melancolía tienen dos fragmentos bien marcados. En el primero (Justine) se celebra una boda en el contexto de una familia disfuncional perteneciente a la clase alta. Los guiños a La Celebración aparecen en distintos momentos: en el uso de la cámara en mano, en la elección de que la historia esté centrada en vínculos familiares enturbiados por razones que se dejan entrever, de que todo transcurra en una locación. En el segundo fragmento (Claire) se marca un giro radical. No solo porque se centra en la otra hermana (Justine y Claire, el demonio y el ángel) sino porque la estética (plagada de guiños y citas cinéfilas) y el tema de la película pasa a ser otro complementamente distinto a anterior: el paso, o la coalición, del planeta Melancolía con el planeta Tierra.

Esta segunda parte es la que me resultó más atrapante. Aquí Trier demuestra sus dotes de alquimista y cuenta una historia de ciencia ficción, pero alternando entre un registro realista y otro que por momentos parece un cuento fantástico. Por supuesto, tiene a sus actores que le ayudan a lograr su cometido y le entregan todo y más: Gainsbourg está sencillamente fantástica en el rol de una mujer perfeccionista y un tanto obsesiva asfixiada por la idea de que el mundo se termine. Por supuesto, el suspenso lo logra sin utlizar casi ningún efecto especial, apenas un efecto de post producción, nuevas tecnologías mediante, en el que Melancolía aparece dibujado en el horizonte estelar.

Verdaderamente, no sé si es la mejor o la peor película del danés, vengo insistiendo con que los que escribimos de cine deberíamos evitar caer en ese tipo de retórica, pero es una película que se sostiene muy bien en la pantalla grande y no solo por sus imágenes, también por el sonido. De hecho, logró que en las dos proyecciones del Auditorium de Mar del Plata los espectadores se quedaran atentos hasta el final, y eso que dura más de dos horas..

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