martes, 5 de diciembre de 2017

Festival de Mar del Plata 2017: Recuerdos cinéfilos



Recuerdos cinéfilos: Festival de Mar del Plata 2017

Llegar a Mar de Plata cada año en noviembre implica para mí la activación de una serie de recuerdos de la infancia y la temprana adolescencia. Y por supuesto, el despertar de los recuerdos ligados al cine mismo y las anécdotas específicas. Pareciera que la memoria no solo es selectiva es exclusiva: se activa también dependiendo donde se encuentre. Por ejemplo, en Mar del Plata perdí un diente y para esconderme de la vergüenza que eso me generaba me escondía en el cine a ver “Roger Rabbit”. Yo bloqueo ese recuerdo durante el año hasta que llego a Mar del Plata. O capaz hay alguien que no se me viene a la mente hace años, como si hubiera pasado al olvido, en Mar del Plata aparece: Cierto… En esta ciudad también conocí a tal o cual. 


 Hay algo recurrente y repetitivo en torno a un festival, como una especie de moebius, pero también hay algo de novedad. La parte de la repetición está ligada a ciertas acciones, rituales digamos: llegar, dejar la valija, ir a buscar la credencial y el catálogo y revisar las funciones a las que se puede acceder. Si bien uno tiene ciertas expectativas de qué película ver, con los años aprendí a no obsesionarse directamente con ninguna: Es que muchas veces se presentan variables que hacen cambiar el plan original y entonces me entrego al descubrimiento de una sala a oscuras que no se sabe bien en qué terminará cuando las luces se vuelvan a encender Bueno, de eso se trata también un festival: de descubrir y de hacer coincidir la mirada con la de otro que vio esa película y consideró que merecería ser proyectada. 

Y eso genera como una picazón, o una comezón en el estómago. Un sentimiento como de inquietud o excitación que dura unos segundos: esos segundos fundamentales para un cinéfilo que abarcan el fundido de las luces (afortunadamente muchas de las salas siguen manteniendo esta costumbre) y luego el oscuro casi infinitesimal. Yo sé que los que disfrutan el cine como lo hago entienden a qué me refiero.

(Good Luck) 

 Yendo a las películas de 32 Festival de Cine de Mar del Plata debo decir que de las que pude ver me gustaron casi todas. En esta oportunidad, decidí enfocarme en la Competencia Internacional y allí pude ver películas como la ganadora, “Wajib” de Annemarie Jacir y otras deslumbrantes como “Good luck” de Ben Russell, un documental sobre minería bajo tierra (en Serbia) y minería al aire libre (en Surinan) que no solo termina siendo un alegato sobre los trabajadores sino también una reflexión sobre el cine mismo. Sobre  todo en su primera parte “Good luck”, luego de su descenso en largo plano secuencia hacia el interior de la mina, remite a la proyección de luces y sombras en la paredes. Recordándonos la idea (esbozada también en el documental de Werner Herzog “La cueva de los sueños olvidados”) de que el hombre primitivo, resguardándose de los animales y las inclemencias del clima en las cavernas, tuvo la experiencia cinemática. Si bien en su segunda parte el documental se torna más convencional, no deja de ser un interesante y sólido trabajo donde un fuerte contenido está asociado a una experimentación estética también radical. 

La ganadora “Wajib” está más en línea de los festivales independientes (obtuvo un Premio paralelo en Locarno) pero no por eso es escasa de méritos. Al contrario, la realizadora palestina Jacir se las ingenia para hacer un film donde, con la excusa de una inminente boda, muestra el día a día de una ciudad (Nazaret) y confronta dos generaciones y dos puntos de vista: el de los que viven allí y los que viven afuera. Lejos del cliché (acá no se ve ni una bomba, ni un terrorista y los militares son vistos de lejos) el cruce entre el documento y la ficción no solo se da por las locaciones naturales donde transcurre la película sino también porque los protagonistas de la trama son Padre e hijo en la vida real: los Bakri. El rol de la mujer, los quehaceres domésticos, el vínculo con la tradición, todos estos temas son expuestos en la película sin ningún subrayado y con un respeto y cariñó por todos los personajes digno de admiración. 


En este racconto cinéfilo, y antes de ir terminando este post, también se me viene a la memoria algunas palabras de Claude Lelouch sobre su concepto de la verdad en el cine. Con respecto al inolvidable plano de “Un hombre y una mujer” que transcurre en la estación de tren el realizador francés comentó que a la actriz (Anouk Aimée) no le dio previo aviso de que en la escena iba a aparecer Jean Louis Trintignant, y por eso la escena tiene verdad y emoción.

Además comentó a propósito de este mismo film que Francois Truffaut se acercó a él y le dijo que “Un hombre y una mujer” era “la” película de la  nouvelle vague y le ofrecían ser tapa de Cahiers du Cinema. A lo que Lelouch dijo “yo no soy parte de la nouvelle vague, Francois, soy hijo del cine” y que entonces Truffaut le dijo que era un engreído y termino saliendo una nota mala de la película en la publicación. También sostuvo que la “nouvelle vague” fue algo malo para el cine francés y que él aprendió de sus películas las cosas que no quería hacer.

Para los admiradores de Truffaut, como quien suscribe, las declaraciones fueron estremecedoras pero confirmaron el hecho de que en todos lados se cuecen habas. Por otro lado, Lelouch y Godard se juntaron cuando quisieron destituir a Henri Langlois (coleccionista y a quien se le debe la salvaguarda de una parte importante de la Historia del Cine durante la ocupación nazí) de la Cinemateca. O sea, en lo importante estaban juntos. 

Claude Lelouch se mostró contento y muy locuaz en su Conferencia en Mar del Plata, conducida por Pablo De Vita. A sus ochenta años mostró pasión y amor por el cine. Y sostuvo que el cine le salvó no solo metafóricamente su vida (dijo que fue la expresión a la que más fiel fue en su vida) sino también literalmente: su madre los escondía a él y sus hermanos de los nazis en el cine.
Contundente declaración con la que elijo cerrar este post.

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