Es sabido: los festivales de cine
son el espacio en el cual podemos relacionarnos con películas que no llegan al
circuito comercial. Aún cuando los festivales tengan una suerte de “circuito”,
y sus relaciones diplomáticas e incluso comerciales entre sí, son el lugar
propicio para descubrir obras como El
Examen del húngaro Péter Bergendy
(2011), una auténtica gema de bajo presupuesto, y alta calidad artística,
desconocida en estas tierras y que nos conecta con un país que ha contado, y cuenta,
con cineastas como el recientemente fallecido Miklós Jancsó, o Béla Tarr.
Al comenzar El Examen parece otra película más de espionaje en la época de la
cortina de hierro. Pero con el correr del metraje el film va mutando en una
película de conspiración con tintes de cine negro y paródicos. Gabriella Hamori
funciona como una femme fatale que se
mueve sin tapujos en un mundo de sobretodos grises. Aunque no es el cruce de
géneros, o la rescritura de los mismos, lo más importante en este film. Tampoco
el absurdo y lo patético de la vigilancia, como lo muestra La vida de los otros. Lo que más llama la atención es la manera en
la cual dentro de ese mundo burocrático las almas de los hombres se corrompen y
cruzan todo límite moral. Un excelente guión, una iluminación acorde,
actuaciones armoniosas hacen que su director sea un nombre a tener en
cuenta.
El Pasado (2013) de Asghar Farhadi. Por esta película,
Bérénice Bejò obtuvo el Premio a la
Mejor actriz en el festival de cine de Cannes. En algún momento se rumoreó que
se lo dieron a ella porque no podían dárselo a Adele Exarchopoulos
porque premiaron a la película donde participaba. Pero, la actuación de Bejó es
sutil y verosímil. El iráni Farhadi vuelve a diseccionar el momento de un
divorcio (en este caso donde ya ha pasado un tiempo de la separación y las
partes han acordado firnarlo) y lo hace enfrentando lo doloroso del asunto. A contramano de algunas películas que festejan
los divorcios, Farhad no esquiva mostrar los sentimientos de desgarro que
atraviesan sus partes (hijos incluidos), y lo dificultoso que es rearmar una
nueva vida.
Porque los personajes de El Pasado están tratando de re armarse pero les cuesta. El director nos lo muestra en el pasaje emocional que- quizás-
los lleve de un estado a otro. Esto les
da un aire fantasmático a cada uno pues todos están condicionados por lo que pasó, o
no pasó: una mujer con ganas de rearmar su vida con otro hombre se enfrenta a una mujer postrada, una
adolescente con ganas de haber tenido a su papá al lado más años, debe lidiar con la posible convivencia de su madre con otro hombre.
Como no podía ser de otra manera
tratándose de un talentoso cineasta iraní, que encima está acompañado en la
fotografía por Mahmoud Kalari, parte del equipo de varias películas del maestro
Abbas Kiarostami, la puesta en cuadro de la película (el aspecto formal) es
magistral. Pero mientras otros directores del estilo dejan correr frente al lente
a sus personajes y se preocupan más por la plástica de la imagen que por el
sentimiento que estos atraviesan, Farhadi sigue a sus personajes en sus
acciones o reacciones emocionales. La última escena de la película es, en este
sentido, ejemplar: Un hombre (Samir) se está por ir de la sala de hospital
donde se encuentra su esposa en coma, pero duda… y Farhadi nos muestra su duda,
la escenifica, la hace material. Un gran logro dentro de una película con
muchos otros.
Mandela (2013) Justin
Chadwick, con la canción de U2 Ordinary Love, es una película con
rasgos de tele-film, como para dar en capítulos en algunos de los canales que
se especializan en películas históricas. De todas maneras, la historia está
bien llevada y a pesar de algunas caracterizaciones un tanto estereotipadas
como la composición de Winnie, la combativa mujer de Mandela de la que se
terminó separando porque ella no quería negociar con el Reino Unido, y un trazo
grueso para contar algunas situaciones, se sostiene en sus casi dos horas y
media de metraje con momentos realmente emotivos.
Lunchbox, amor a la carta (2013) de Ritesh Batra, es una película
de esas donde la ficción y el documento se unen demarcando fronteras imperceptibles.
Pues por un lado está la relación casual – aunque determinante- entre dos desconocidos
solitarios que por distintos motivos empiezan a tener un intercambio epistolar,
y por el otro lado palpita la imagen de una India que no se suele ver en los
films de Bollywood. Es cierto que la película tiene un tinte for export- por
este asunto de recurrir a la comida – pero no se queda allí. Más bien a partir
de allí construye una interesante relación entre dos personajes que en el lapso
de unos días dejarán correr sus vidas, y con ella sus deseos y frustraciones,
en el papel.
De tal padre, tal hijo (2013) de Hirokazu
Koreeda es una de esas películas que retoman a Ozu y sus películas
de padres e hijos, pero en el Siglo XXI. Todo es perfecto en la vida de los
Nonoyima hasta que un dato altera radicalmente sus vidas y deben relacionarse
con otra familia que es diametralmente opuesta a la suya. A partir de allí
Koreeda acompaña a sus personajes en un viaje emocional complejo (estamos
hablando de la paternidad) y sinuoso. Con precisión casi científica, Koreeda
nos muestra como las acciones que hacemos como adultos tomamos, o las cosas que
decimos, repercuten en los niños que terminan siendo los más indefensos frente
a nuestra neurosis.
Pero hay algo más en los
estereotipos de familias que nos muestra Koreeda: hay dos modelos masculinos
que se contraponen y presumiblemente dos ideas de Japón: una hiper
tecnologizada y otra artesanal, casi hippy. Y si bien por momentos el
estereotipo domina la película (el padre exitoso y rígido vs. el padre laxo
pero más vago) por otros nos sumerge en un mundo emocional, de sentimientos
encontrados, muy distinto a lo que solemos ver en otras películas japonesas. La
película también muestra como, si bien la tecnología domina el paisaje, todavía
se mantiene ciertas conductas ancestrales y una suerte de patriarcado donde
los hombres toman casi todas las decisiones.