lunes, 24 de febrero de 2014

Por qué me negué a ver The act of killing

Y la película que hubiera hecho yo...
Por Lorena Cancela.

Días atrás, a propósito de la candidatura de The act of Killing de Joshua Oppenhemir como Mejor Documental en la próxima entrega de los Premios Oscar se suscitó un debate en el periódico The Guardian. Allí inteligentemente Nick Fraser dice algo así como: “No me gusta la premisa estética o moral de la película y me encuentro profundamente en contra del film. Traer asesinos a la pantalla y recrear sus asesinatos en beneficio de un público de cine o televisión me parece una mala idea por unas cuantas razones. Las escenas donde los asesinos son alentados a contar sus hazañas  - a veces moviendo los labios como con satisfacción- son desagradables no porque me revelen mucho sino porque tienen muy poca importancia.” 

A ver… sé  que parto de una fragilidad intelectual al expresarme sobre  una película que no vi, que encima ha sido elegida por muchos críticos de cine en distintas listas de acá y allá como de las mejores del año y por si faltaba una razón más está nominada al Oscar. O sea, sé que de antemano me gano la desconfianza y el desprecio de unos cuantos al decir: “Me niego a ver esta película”. Por eso antes de comenzar quiero decir que no busco tener razón con lo que expreso y si la película gana el Oscar, u otros premios, se transforma en el documental de la segunda década del Siglo XXI, o cualquier otra cosa, voy a seguir sin querer ver la película. 

Con otras palabras, no me tiro contra la película, el director, o la gente que la votó y le parece fantástica. Simplemente quiero esbozar aquí mis razones de por qué me niego a ver la película. Empiezo por las más estructurales: Ser crítico, o crítica de cine, no significa tener que ver todo. Todo es nada y todo crítico de cine que ha hecho el “duelo” saludable a tiempo sabe que hay muchas películas que no podrá ver antes de partir de este mundo. Es un error conceptual creer que el crítico de cine tiene que ver todo. Por otro lado, un crítico de cine no es, y no tiene que ser, un chicho teledirigido (digamos una especie de Truman). Es decir, un tipo que se guía por lo que otros dicen, o – como en el caso de esta película que se exhibió en el Bafici- tiene que ver todo lo que este festival, u otro festival, programa.

Entiendo a la crítica de cine como un acto de libertad (elegir qué películas ver en el tiempo libre por ejemplo) y creatividad (tratar de escribir lo que a uno le parece, sin dejarse llevar por lo que otros dicen). Esta última franja genera a veces un par de problemas éticos porque muchos expresan sus opiniones destrozando a otros con argumentos vacuos. Por eso, insisto, acá no voy a cuestionar a aquellos que consideran valiosa a esta película, solo explicaré por qué me niego a verla.

Me negué a ver The act of killing por una cuestión casi visceral. La verdad, no tengo estómago para escuchar como unos genocidas – situémonos en Indonesia en los años ’60 estos personajes cometieron un cruento genocidio– se vanaglorian de lo que hicieron. Y se vanaglorian de este lado de la reja, y no detrás de la reja porque no han sido juzgados. Es más se los considera héroes. Ver una película así sería como ver una película donde Videla y Massera relatan lo que hicieron, de este lado de la reja, y encima se vanaglorian. Es demasiado para mí.

No entiendo, ¿por qué darle la palabra a esta gente y no, por ejemplo, a las víctimas? Leí por ahí que el director quiso escuchar los testimonios de algunos sobrevivientes pero que estos tenían miedo y se negaron a hablar. Entonces por eso se inclinó por estos otros testimonios a los que siguió por un par de años. Me pregunto ¿no hubiera sido mejor que haga un film silente con los rostros de los sobrevivientes mirando a cámara? ¿Contándonos con su mirada todo su sufrimiento? Me imagino una película con un prólogo dando cuenta del contexto y luego primer plano de los rostros de distintas víctimas por varios minutos. Si la cuestión era hablar de algo que no se habla, hablar de ese algo no necesariamente significa ponerlo en palabras. La imagen- movimiento, la historia del cine, nos ha aleccionado y en algunos casos nos ha hecho mejores personas sin que medien las palabras.

Es cierto que el arte busca traspasar los límites, y que cuanto más confrontativo de lo establecido, mejor. No soy una defensora del “buen gusto”. Ahora ¿cuál es el límite para obras así? Todos acuerdan en que la recepción es independiente de la película en sí y entonces ¿y si la película es recepcionada por otros como que estos  asesinos son realmente unos héroes?  Tengo más dudas que certezas en este punto, pero no le hubiera dado el don de la escucha a estas personas a menos que estuvieran detrás de una reja. No sé si tengo, o no razón, pero no lo hubiera hecho. Insisto, es una cuestión visceral.

Por otro lado, están los defensores del debate, de que la película suscita debate. Pero ¿y qué pasa con la gente que sigue sufriendo, tiene miedo, que está allá? ¿Hasta que punto el debate que se suscita, por ejemplo en facebook, puede ayudar a que estos asesinos sean juzgados? Porque sino ¿de qué trata la película? ¿De cuán bajo puede caer la humanidad? ¿De cuán crueles podemos ser los unos contra los otros? ¿De qué sirve conocer en detalle como un tipo torturaba y asesinaba a otro sino es en el marco de una investigación judicial?

No vi The act of Killing  y no la veré. Quizás es una obra maestra, quizás sea un hito en la manera en como se narra un genocidio. No lo sé. Simplemente, yo no tengo estómago para verla. Y eso no me hace ni mejor, ni peor, crítica de cine.




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