Por Lorena Cancela.
Días atrás, a propósito de la
candidatura de The act of Killing de Joshua Oppenhemir como Mejor Documental en
la próxima entrega de los Premios Oscar se suscitó un debate en el periódico
The Guardian. Allí inteligentemente Nick Fraser dice algo así como: “No me
gusta la premisa estética o moral de la película y me encuentro profundamente en
contra del film. Traer asesinos a la pantalla y recrear sus asesinatos en
beneficio de un público de cine o televisión me parece una mala idea por unas cuantas
razones. Las escenas donde los asesinos son alentados a contar sus hazañas - a veces moviendo los labios como con
satisfacción- son desagradables no porque me revelen mucho sino porque tienen
muy poca importancia.”
A ver… sé que parto de una fragilidad intelectual al
expresarme sobre una película que no vi,
que encima ha sido elegida por muchos críticos de cine en distintas listas de
acá y allá como de las mejores del año y por si faltaba una razón más está
nominada al Oscar. O sea, sé que de antemano me gano la desconfianza y el
desprecio de unos cuantos al decir: “Me niego a ver esta película”. Por eso
antes de comenzar quiero decir que no busco tener razón con lo que expreso y si la película gana el Oscar, u otros premios, se transforma en el documental
de la segunda década del Siglo XXI, o cualquier otra cosa, voy a seguir sin
querer ver la película.
Con otras palabras, no me tiro
contra la película, el director, o la gente que la votó y le parece fantástica.
Simplemente quiero esbozar aquí mis razones de por qué me niego a ver la
película. Empiezo por las más estructurales: Ser crítico, o crítica de cine, no
significa tener que ver todo. Todo es nada y todo crítico de cine que ha hecho el
“duelo” saludable a tiempo sabe que hay muchas películas que no podrá ver antes
de partir de este mundo. Es un error conceptual creer que el crítico de cine
tiene que ver todo. Por otro lado, un crítico de cine no es, y no tiene que
ser, un chicho teledirigido (digamos una especie de Truman). Es decir, un tipo
que se guía por lo que otros dicen, o – como en el caso de esta película que se
exhibió en el Bafici- tiene que ver todo lo que este festival, u otro festival,
programa.
Entiendo a la crítica de cine
como un acto de libertad (elegir qué películas ver en el tiempo libre por
ejemplo) y creatividad (tratar de escribir lo que a uno le parece, sin dejarse
llevar por lo que otros dicen). Esta última franja genera a veces un par de
problemas éticos porque muchos expresan sus opiniones destrozando a otros con
argumentos vacuos. Por eso, insisto, acá no voy a cuestionar a aquellos que
consideran valiosa a esta película, solo explicaré por qué me niego a verla.
Me negué a ver The act of killing por una cuestión casi
visceral. La verdad, no tengo estómago para escuchar como unos genocidas –
situémonos en Indonesia en los años ’60 estos personajes cometieron un cruento
genocidio– se vanaglorian de lo que hicieron. Y se vanaglorian de este lado de
la reja, y no detrás de la reja porque no han sido juzgados. Es más se los
considera héroes. Ver una película así sería como ver una película donde Videla y
Massera relatan lo que hicieron, de este lado de la reja, y encima se
vanaglorian. Es demasiado para mí.
No entiendo, ¿por qué darle la
palabra a esta gente y no, por ejemplo, a las víctimas? Leí por ahí que el
director quiso escuchar los testimonios de algunos sobrevivientes pero que
estos tenían miedo y se negaron a hablar. Entonces por eso se inclinó por estos
otros testimonios a los que siguió por un par de años. Me pregunto ¿no hubiera
sido mejor que haga un film silente con los rostros de los sobrevivientes
mirando a cámara? ¿Contándonos con su mirada todo su sufrimiento? Me imagino
una película con un prólogo dando cuenta del contexto y luego primer plano de
los rostros de distintas víctimas por varios minutos. Si la cuestión era hablar
de algo que no se habla, hablar de ese algo no necesariamente significa ponerlo
en palabras. La imagen- movimiento, la historia del cine, nos ha
aleccionado y en algunos casos nos ha hecho mejores personas sin
que medien las palabras.
Es cierto que el arte busca
traspasar los límites, y que cuanto más confrontativo de lo establecido, mejor.
No soy una defensora del “buen gusto”. Ahora ¿cuál es el límite para obras así?
Todos acuerdan en que la recepción es independiente de la película en sí y
entonces ¿y si la película es recepcionada por otros como que estos asesinos son realmente unos héroes? Tengo más dudas que certezas en este punto, pero
no le hubiera dado el don de la escucha a estas personas a menos que estuvieran
detrás de una reja. No sé si tengo, o no razón, pero no lo hubiera hecho.
Insisto, es una cuestión visceral.
Por otro lado, están los
defensores del debate, de que la película suscita debate. Pero ¿y qué pasa con
la gente que sigue sufriendo, tiene miedo, que está allá? ¿Hasta que punto el
debate que se suscita, por ejemplo en facebook, puede ayudar a que estos
asesinos sean juzgados? Porque sino ¿de qué trata la película? ¿De cuán bajo
puede caer la humanidad? ¿De cuán crueles podemos ser los unos contra los
otros? ¿De qué sirve conocer en detalle como un tipo torturaba y asesinaba a
otro sino es en el marco de una investigación judicial?
No vi The act of Killing y no la
veré. Quizás es una obra maestra, quizás sea un hito en la manera en como se
narra un genocidio. No lo sé. Simplemente, yo no tengo estómago para verla. Y
eso no me hace ni mejor, ni peor, crítica de cine.
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