domingo, 8 de abril de 2012

Un método peligroso

Un personaje en busca de un autor

(A Dangerous Method, 2011)

Tenía muchas ganas de ver Un método peligroso de David Cronenberg. Es que los directores de la "imagen mental" son siempre interesantes, y el notable canadiense sustentó una parte importante de su filmografía en la indagación de la mente en varias de sus facetas: distorsionada en Festín desnudo, telepática y manipulada en Scanners, tecnologizada en eXistenZ. En este sentido, no me extrañó que se sintiera atraído por una historia sobre los contactos entre Freud y Jung en un momento (años previos a la Primera Guerra Mundial) donde ambos pensadores investigaban los vericuetos de la psiquis y buscaban sistematizar algún tipo de terapia para tratar ciertos males mentales. Lamentablemente, el resultado me decepcionó.

Es que Un método peligroso me pareció más que una película de autor, un folletín que bien puede ser exhibido a las 4 de la tarde en Hallmark. Lo cual no es malo, pero no es a lo que nos tenía acostumbrados Cronenberg. Un método… es una novela que toma los pasajes más candentes de ambas teorías: Del lado de Freud su foco en la sexualidad y cómo ésta podría revelar algunos trastornos del hombre burgués, del lado de Jung su sospecha de que la sexualidad no lo definiría todo. Incluso si la película se hubiera plantado allí, hubiera sido aceptable. Quiero decir podría haber sido una película del estilo "duelo de ideas" como Frost/Nixon o El discurso del Rey en las que, a pesar del maniqueísmo, hay algún tipo de contenido.

Pero no, quizás para evitar un titanes en la pantalla, o un blanco/negro, Cronenberg eligió otro camino y el resultado es una mezcla entre una película de autor, y de productor, intelectual pero al mismo tiempo banal, de ideas, aunque de género (se acentúa el melodrama), con condimentos de relación sadomasoquista y villano incluido (Jung). Incluso se sugiere que este último actúa mal porque es ario. Y no porque hay algo de la teoría psicoanalítica que puede hacer agua, derrapar, sobre todo en lo que a la distancia con el paciente respecta. Y más si, como en este caso, la paciente es una mujer bella e inteligente como lo fue Sabina Spielrein que, por otro lado, merece una película aparte.

Por último, las actuaciones no están armonizadas. Keira Knightly (Sabina) quizás hubiera deslumbrado en otra película, pero aquí sus gestos parecen excesivos. Por otro lado, Fassbender, el actor que interpreta a Jung, compone un personaje muy plano, más cerca de la maqueta que de los matices. Viggo Mortesen compone un Freud más que respetable, con claroscuros y sutiles cambios de mirada, pero lamentablemente la película no lo ayuda a lucirse.


La verdad, esperaba más. Esperaba que la película me contrastara con mis propios conceptos o ideas sobre el psicoanálisis de una manera sutil, no mostrándome como Jung le da nalgadas a Sabina que terminan ocupando unos cuantos minutos de una película a la que le faltan. Y en el final, abrupto por cierto: ¿era necesario usar el cartel típico para contar qué pasó con las personas en la vida real después que los dejó la ficción? En pocas palabras, fui al cine en busca de un autor y no encontré a nadie...

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