sábado, 14 de abril de 2012

Bafici: Primera parte (Il Sorriso del Capo y Policeman)

En los últimos años, cada vez  que comienza una nueva edición del Festival de Cine de Buenos Aires (Bafici), hay algo que me sorprende: que muchos se refieren a el como si fuera una existencia viva. Por ejemplo, en la conferencia de prensa se sugirió que sería bueno que cuando el evento finalmente se legisle como autárquico (una acción que se está esperando y no llega) del comité asesor formen parte todos los que fueron directores del evento. Por supuesto esto es un reconocimiento, pero también es una manera de sugerir que el evento le ha ganado a las personas, las discusiones, las coyunturas y las diferencias políticas.

En cierto, el Bafici ha cobrado existencia más allá de las personas que lo hacen cada año, implícitamente se ha institucionalizado. Esta particularidad es positiva porque si terminara de consolidarse el Bafici sería, en el mejor de los escenarios posibles, como la U.B.A.  Solo espero que esto no le haga perder al evento esa “personalidad” irreverente - en el mejor sentido-, de estructura en pleno movimiento, de evento in progress, de experimentación que supo tener en sus primeros años de vida. Digo esto porque ayer lo sentí lo sentí al Bafici un poco ensimismado… No sé quizás es una primera impresión. O la impresión de alguien que ya asistió a todos los baficis… ejem…

Yendo a las películas de este Bafici (algunas ya fueron reseñadas en este blog como This is not a film,  L’Apollonide o Bonsái) ayer vi Il Sorriso del Capo (La sonrisa del jefe) de Marco Bechis, y Policeman de Nadav Lapid. La primera, y lo digo como elogio, es una película moderna en esta época que algunos llaman posmoderna. Es que Bechis tomó fragmentos de varias de las películas que se filmaron durante el gobierno fascista de Mussolini (actualmente conservadas en Cinecittá) y explicó la construcción del fascismo y su imaginería a través del montaje (nunca la palabra mejor utilizada) de esas imágenes. A diferencia de algunas obras contemporáneas donde la edición de fragmentos fílmicos solo se utiliza como juego textural, Bechis (a quien tuve el gusto de entrevistar) usa a esas imágenes de celebración del fascismo y las dota de un sentido exactamente contrario a su propósito originario: desenmascarando, por ejemplo, el componente grotesco y ridículo del dictador.


Este nuevo sentido se transforma además en una especie de tratado a propósito de como los sistemas totalitarios se sostienen sobre un relato que mantiene a la población obnubilada, y la construcción de un enemigo exterior. El comentario, la “voz sobre”, de un hombre que vivió esos años (a quien en el final de la película descubrimos muy allegado al director) suma a este proyecto. La noche anterior había visionado en la Sala Martín Coronado del Teatro San Martín la puesta de Tim Robbis sobre 1984 de Orwell: no dejaron de estremecerse las similitudes que vi entre esta obra, y el estado de Mussolini.

Con Policeman, por el contrario, tengo diferencias. Por un lado, la adscribo dentro de un corpus de películas que llamaría de thriller neo político. En este sentido, el año pasado el Bafici exhibió una muy interesante llamada A la edad de Ellen (reseñada aquí). Por el otro, creo que la película se queda demasiado aferrada a esa especie de estructura, se transforma en algo perfecto a nivel narrativo, pero pierde las connotaciones políticas que hubiera podido tener.

Es que la película enfrenta a un grupo de policías del actual Estado de Israel con otro grupo de israelíes que quieren cambiar las desigualdades sociales de Israel. Por un lado, tenemos policías brutos y malos (los abrazos que se dan entre ellos quebrarían las costillas de más de un civil), y por el otro chicos lindos y buenos (que con suerte se besan o rozan). Por un lado, tenemos ricos y vacuos, por el otro personas que solo tienen para comer, pero con ideas políticas.

Debo decir que no entiendo bien esta película. O que lo que entiendo es que está más pendiente de su estructura, y de que ésta funcione correctamente, que de pronunciarse políticamente. Incluso en un momento uno de los personajes le dice al otro que no hable de los palestinos. ¿Por qué los personajes no podían hablar de los palestinos? ¿No será acaso que la enunciación no podía pronunciarse al respecto? No creo que haga falta recordar que uno de los principales problemas políticos de la zona es el conflicto entre israelíes y palestinos. Si tuviera que definir a Policeman diría que es no una película “políticamente correcta” sino “dramáticamente correcta”, para bien y para mal.

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