martes, 17 de abril de 2012

14 Bafici (Segunda parte)

Escribo en la mitad del desarrollo del Bafici, y me pregunto: ¿habrá alguien allá? ¿O los posibles lectores están viendo películas? ¿La televisión? Flaqueo… ¿Tiene realmente sentido expresarse sobre una cantidad de películas que probablemente veremos unos pocos?  Pero tengo el impulso de escribir, y voy a dejar que este me controle. Los hombres escriben “porque tienen miedo a la muerte, quieren dejar algo que de cuenta de su paso por esta existencia”  La cita es de un diálogo entre dos de los personajes de Light of the river (2009, Luz del río) de Tetsuo Hirakawa. Vale aclarar que esos dos personajes que se preguntaban sobre la existencia, la lectura y la escritura eran dos ratas.

Luz del rio cuenta la historia de una familia de ratas que por obra del hombre (la construcción de un viaducto) deben abandonar su hogar: la orilla del río. A partir de allí emprenden una aventura del estilo viaje iniciático que los hará encontrarse con ratas malvadas, gatos simpáticos, y gorriones solidarios. En la película (de animación tradicional, en 2 dimensiones, con los ojos al estilo japonés que tanto gustan) todos los lugares comunes están al revés: No necesariamente alguien de la misma especie es amigable, no siempre los gatos se quieren comer a los ratones, etc. Aunque tenga una génesis común a las películas de Dysney (una familia que ha perdido a su figura materna) termina yendo hacia un lugar completamente diferente, revalorizando el valor de la naturaleza, y de la convivencia con esta. Filosóficamente, la película es ecológica existencialista, y es parte de la sección Baficito.

La animación Alois Nebel (2011, Tomás Lunák) forma parte de la sección Nocturna. Verdaderamente, la calidad de animación y experimentación que tienen las películas checas siempre me sorprende. Aquí, supongo, utilizaron el método de trabajar la imagen con una filmación previa, y el resultado es apabullante: hay imágenes, y pasajes de la película que son como una obra de arte en sí. La historia que cuenta (de un hombre – el del título - que transita el fin del comunismo en una estación de tren, en el ’89, en la República Checa) no es muy afilada, pero el solo hecho de contemplar, y admirar, la animación vale mirar el film.
 
No diría lo mismo de The woman in the septic tank de Marlon N. Rivera ¿Qué hace en la Competencia Internacional del Bafici una película así? Yo la hubiera puesto en Cine del Futuro. Es que la película, para bien y para mal, tiene un tono de ejercicio de estudiantes más que de película acabada. La historia: un grupo de jóvenes filipinos que quiere hacer su película pero para que vaya al Oscar, y no al circuito de festivales. Es que el “villano” de la película es un ridículo que se pasea por Cannes, y Venecia. Desconozco la interna del cine filipino (y me la imagino muy interna) por lo tanto no sé a quién pudiera parecerse ese director, pero lo que sí sé que a partir de allí la película arremete, y glorifica, todos los lugares comunes, y más: en la villa te roban, las actrices son unas vanidosas (al menos hasta el final donde en un giro escatológico, a una, la salvan), las madres pobres prostituyen a sus hijos… Y todo visto desde la mirada de este grupo de ¿iluminados con auto caro? En fin…. Hay quien comparó a esta película con Upa, una película argentina pero esta está a metros de distancia.

Un amor de jeneusse (Un amor de juventud, 1981) de Mia Hansen Love se inscribe en la tradición del cine francés de los amores torturantes, disfuncionales, con un trasfondo de película de época. Pues si bien la acción está fechada a fines del S.XX y principios del S:XXI, los personajes no se escriben por e-mail sino por cartas. Pero este gesto anacrónico solo define la primera relación de Camille, la romántica, de la juventud. Es que la película tiene dos partes delimitadas por los dos amores de Camille: el amor con un joven como ella, y el amor con un hombre mayor que ella que, a su vez, delinean dos tipos de amor. 


Luego de intentar quitarse la vida porque su primer amor (si mal no recuerdo Lousianne) se va de viaje a Sudamérica, y decide ponerle punto final a la relación, Camille se repone de este evento y comienza una relación con un hombre maduro al que la une el hecho de que ella estudia arquitectura, y él es arquitecto. Cuando Camille ingresa al mundo de la arquitectura (de los cimientos y “lo funcional” tal cual se define a esta disciplina en la película en oposición a lo artístico) se va a transformar.

Así ella, una vez que se reencuentre con su antiguo amor, va a poder ir y venir por distintos escenarios: el artístico (del amor de juventud que no tiene utilidad) y el funcional. Desde mi punto de vista más que tratar al amor en sus diferentes edades, quizás sin proponérselo, la directora bucea en el amor bajo diferentes coyunturas, y estructuras: Por un lado, está el amor extremo y totalizador que se sostiene pura y exclusivamente por las ganas de estar con el otro, el amor romántico. Por el otro, está el amor aburguesado, de casas compartidas, y proyectos económicos en común cuyos cimientos son la casa institucionalizada, con su orden y su propia microfísica del poder. En este sentido, es elocuente el pasaje donde Camille le dice a su joven amante: Nosotros nos vamos a acostar en la habitación de huésped. 

Camilla pasa de ser un personaje romántico al que el amor lo controla, a un personaje que controla al amor. Y más allá de cuál de las dos Camille me guste más (o me sienta más identificada) es muy interesante la mutación, y el desarrollo, de este personaje femenino. ¿Una heroína S.XXI, quizás?

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