Pantalla Pinamar 2015 programó un
foco de películas producidas en la Península escandinava. Desde Marie Croyer, el último trabajo del
experimentado Bille August (ganador del Oscar por Pelle El Conquistador en el ’87) pasando por la ópera prima sueca Blow Fly Park de Jens Ostberg hasta La señorita Julia, de la noruega Liv
Ullmann, fueron parte del convite cinéfilo de este año.
La película danesa Marie Croyer es
un relato de época centrado en la vida de Marie quien fuera la esposa del pintor
dinamarqués más importante (P.S Koyer) que falleció en medio de cuadros
alucinógenos. Estableciendo un diálogo entre la propia pintura de Koyer y los
planos de la película, August lleva adelante un relato clásico pero contado
desde un punto de vista femenino de alguna manera redimiendo a quien
seguramente es un personaje controversial para la Historia del Arte danés:
Marie.
La sueca Blow Fly Park se centra en un joven practicante de hockey sobre
hielo al borde de la psicosis que vive sus días de la caza y de la pesca en una
comunidad que más que contenerlo lo excluye y juzga. Ostberg, también de
profesión coreógrafo y bailarín y de visita en la ciudad balnearia, comentó que
su intención era mostrar que en Suecia el hecho de exaltar las supuestas
cualidades de la masculinidad (la fuerza por ejemplo) conlleva a crear
estructuras psíquicas particulares. Sostuvo además que mientras en el jardín
les enseñan a los niños a no pegar, en la secundaria les dicen “pegá” para que
se hagan valer lo que crea una crisis de identidad que es lo que quiso mostrar
en la película.
Llama la atención que la reciente
Force Majeure (Fuerza Mayor, la traición del instinto, también sueca) de Ruben
Ostlund aborde lo mismo: un concepto de masculinidad en crisis representado en
el accionar de un hombre que aparentemente decide, en un pequeño accidente,
protegerse él antes que a su familia lo que desencadena una sucesión de
conflictos en su interior y severos cuestionamientos por parte de su esposa.
Blow Fly Park sigue a su personaje casi como los Dardenne siguen a
los suyos. Eso le da al relato una inestabilidad genérica (la película es al
mismo tiempo un drama y un thriller
pero no encaja del todo en ningún género) y también cognitiva: los espectadores
quedamos presos del desequilibrio del personaje y no podemos predecir cómo va a
actuar.
De Noruega
Noruega se destacó con películas
como La Señorita Julia de Liv Ullmann.
La musa del sueco de Ingmar Bergman traspuso al cine la pieza dramática de
August Strindberg y la adaptó casi literalmente excepto por una escena: la
intimidad entre la Señorita Julia y su empleado no transcurre en la cocina sino
en el cuarto. Interpretada por Jessica Chastain, Collin Farrel y Samantha
Morton (en los papeles de Julie, John y Katheleen respectivamente) La Señorita Julia de Ullmann respeta lo
que estaba en la pieza (que la lucha de clases a fines del S.XIX se colaba en
las zonas más íntimas del comportamiento humano como el acto sexual) pero
también resalta el machismo y la fragilidad de la mujer aún cuando esta tuviera
una posición de “poder” como Julia.
Ullmann, y quizás esa es su lectura
de la obra, nuestra como los papeles del “amo” y “el esclavo” son intercambiables,
demuestra que John es tanto víctima de la manipulación maquiavélica de Julia como
a su vez Julia es víctima de la misoginia y el paternalismo de John hacia ella.
La Señorita Julia es una apuesta extraña, esquiva al canon actual y
por momentos bergmaniana. En este último sentido, cuando John, luego de tener
relaciones con Julia, se lava con igual dosis de asco y satisfacción remite
directamente a la filmografía de quien fuera el esposo de Liv. La película es quizás
para rever, para no juzgar a la ligera y que vuelve sobre un costado medio
opaco del cine: su vínculo con las grandes piezas dramáticas.
Por Orden de Desaparición de Hans Petter Molan fue otra de las
sorpresas noruegas presentada en Pantalla Pinamar. Ovacionada en la Berlinale
cuando se presentó en el 2014, la película es un thriller pero al mismo tiempo una comedia negra, del estilo de Tarantino,
que narra la sed de venganza de un hombre (el magnífico Stellan Skarsgard)
cuando se entera los pormenores del asesinato de su hijo. El entorno de la
película, un pueblo enclavado en la nieve y como está filmado, es alucinante
pero el director a medida que avanza el relato en vez de resaltar el costado
dramático, prefiere exacerbar lo lúdico, lo cómico, aún cuando el contenido no
lo sea. Bruno Ganz, en una participación sorprendente, completa el elenco de
este film.
Carta al Rey de Hisham Zaman es una apuesta entre el documento y la ficción que comienza en un centro de refugiados en Noruega que por un día van a pasear a Oslo y sus historias terminan entrelazadas por una carta que un hombre de ochenta y tanto años, Mizhra, le escribe al Rey. A tono con el trabajo previo de este director la película se centra en los deseos y frustraciones de aquellos que dejan su lugar de origen y tienen que adaptarse no solo a otras formas de vida sino climas. Intimista, centrada en los sentimientos y deseos de sus personajes.
Beatles fue la gran satisfacción de este festival. El film de Peter
Flinth, basada en el best seller
noruego homónimo y producido por Jorgen Storm Rosenberg (ver abajo entrevista), cuenta la vida de unos adolescentes de un suburbio en Oslo
fanáticos del grupo inglés que quieren hacer música y en el medio atraviesan
amores y desamores propios de la edad. La película que tiene música original - un
hito si tenemos en cuenta que ni Ringo Starr, exceptuando las suyas propias,
puede tocar canciones del grupo en sus
conciertos- es además una suerte de
fresco de fines de los sesenta en Noruega y su relación con el resto del mundo:
no solo con los Beatles sino también con la guerra de Vietnam.
Auténtica película teen, de iniciación, tierna y áspera, pariente en algunos
aspectos de la sueca ¡Somos lo mejor! (We
are the best, Lucas Moodysson) con todos los ingredientes del género: terceros
en discordia, fiestas en casas, padres permisivos y castradores, padres que se
padecen y disfrutan y música: Beatles
fue ovacionada en la sala Oasis de Pantalla Pinamar.
Los festivales de cine tienen una
función general: programar y mostrar aquellas películas que difícilmente se
estrenen (aunque Beatles tendría aquí
unos cuantos seguidores en la Argentina) que son producidas en las afueras de
la Gran Industria. Pero a veces los festivales solo programan las películas
ganadoras, de los realizadores de moda, o del gusto de un determinado grupo de
críticos. Por el contrario, Pantalla Pinamar
esquivó sabiamente desde sus inicios ese mote y se arriesgó a indagar en
películas o cinematografías no de moda, o que no figuran en las listas
cinéfilas de fin de año. Podemos decir que este año esa premisa tuvo el mejor
resultado en este foco sorprendente sobre cine producido en los países
nórdicos.
Copyrigt/Copyleft Lorena Cancela
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