Sería cómodo criticar a Mommy de Xavier Dolan por sus “flaquezas”
estéticas – que las tiene- o enojarse porque en el pasado Festival de Cine de
Cannes compartió el Premio Especial del Jurado con el mismísimo Jean Luc Godard.
Y sin embargo, después de haber visto las dos películas (Adios al Lenguaje y Mommy)
entiendo e incluso celebro este premio compartido. Sí, yo misma en su
momento cuestioné este decisión – cómo
podía ser que le hicieran esto a Godard- pero después de ver el trabajo de
Godard y el de Dolan la decisión no me parece desacertada.
En primer lugar, Adiós al lenguaje no es una obra
maestra. Es una película más – desde ya inteligente, provocadora- dentro de una
extensa filmografía de un cineasta genial y original que a sus 80 años sigue tan
rebelde como hace 50 años atrás. Godard es un irreverente y construye desde la
rebelión: en los años ’60 contra el
raccord y el montaje en el eje, en el Siglo XXI contra el 3 D. Pero sus
rebeliones, casi dadaístas, a veces son solo eso: películas perturbadoras, meramente
conceptuales, con poca historia o trama y profundamente metatextuales.
Mommy, sin embargo, no me pareció una película rebelde, me pareció brutal,
difícil, fresca y sumamente contemporánea. No es rebelde - aunque su
protagonista sí lo sea y probablemente su director también: carezco de datos
sobre la vida y/o personalidad de Dolan excepto que tiene veinte y tantos- porque
Dolan naturaliza lo que en Godard era rebeldía. Por ejemplo, el quiebre del raccord de mirada (la forma de
articular el plano contra plano como lo
utiliza casi siempre el cine de Hollywood), o el hecho de cambiar abruptamente
de punto de vista (en el comienzo del film esto es muy palpable) son formas,
usos cinematográficos que en esta película son totalmente funcionales a la historia,
como si el relato (el como) y el qué aquí sean lo mismo.
Es que esta manera cubista de
contar, tiene mucho que ver con las emociones y el estado psíquico y emocional
de los personajes. Dolan cuenta la historia desde ellos, como si fuera uno más,
mantiene muy poca distancia de sus personajes y quizás por eso al comienzo
abruma con los gritos, los primeros planos, los primerísimos planos. Pero
¿criticarlo por eso? Dolan es un cineasta de la era selfie y la cercanía del lente con el objeto es para él algo de
todos los días – insisto más allá de que se saque o fotos de este tipo, algo
que no sé-.
Por eso, creo que este premio ex aequo es bastante sutil: La
filmografía de Godard es en muchos aspectos una experimentación, o búsqueda,
sobre la forma y algo de lo que encontró, es tomado por Dolan que lo hace suyo
y encima cuenta una historia.
¿Le faltaría mucho más? Sí, desde
ya. John Cassavetes, que también era muy joven cuando filmaba, se mantuvo cerca de sus personajes y sus
historias disfuncionales y al hacer eso retrató una parte de la vida
norteamericana que el cine de Hollywood no mostraba. El caso de Dolan es más
acotado (como el formato de pantalla de gran parte de Mommy), centrada en tres
personajes y sobre todo centrada en la relación entre una madre y un hijo
atravesados por un vínculo violento e insano. Que la maternidad es un tema
hermoso y a veces complejo, muy complejo, es algo que aparece en algunas
películas cada tanto el asunto que Dolan, fiel a su edad quizás, lo lleva al
extremo, a una bacanal de imágenes y sonidos, cambios de puntos de vista, saltos en el eje, y canciones.
Cada espectador juzgará, o no, a
estos personajes de acuerdo con sus propias vivencias, cada espectador se
enganchará con algunos detalles o ribetes de la trama de acuerdo a sus
recuerdos. Cada espectador disfrutará más, o menos, de algunas imágenes o
pasajes del film. Lo que seguramente no pase es que se quede impávido. Y eso es
ya bastante decir.
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