Mark,
en el país de las pesadillas
Desde
Citizen Kane, quizás antes también,
los espectadores estamos familiarizados con que el cine norteamericano nos
muestre las excentricidades de algunos millonarios (Kane coleccionaba animales
y piezas de distinto valor arqueológico) y también algunos de sus bizarros
comportamientos. Salvando las
distancias estilísticas y conceptuales, Foxcatcher
de Bennett Miller también discurre sobre la alienación del poder cuando va de la mano
de mucho dinero. Basada en una historia real, la película cuenta los dramáticos
sucesos ocurridos en los años ochenta del S. XX entre la familia Du Pont, su
heredero Jonh y los Schultz: dos hermanos campeones olímpicos en lucha. ¿Cómo
es que familias que no estaban destinadas a encontrarse terminan haciéndolo?
Pues
bien, ahí comienza la historia de la película. Un día, luego de su
entrenamiento habitual, Mark, el hermano menor, es contactado sorpresivamente
por el apoderado de John que le cursa una invitación a la morada Foxcatcher para una entrevista. La comunicación
y la llegada a la mansión funcionan como el anuncio de que cosas fantasmales,
de cuento de terror, podrán ocurrir a partir de allí. Pues si bien el comienzo
de la película tiene un aire hiperrealista (el entrenamiento, la charla a los
estudiantes) desde la llamada hay elementos de la puesta en escena que cooperan
como para que el ambiente se enrarezca. De hecho, la llegada a la mansión desde
el aire, es como fantástica. En el encuentro John (Steve Carell) le sugiere a
Mark apoyarlo, ser su mecenas. Este último, conmovido, acepta la propuesta sin imaginar
que allí comenzará una suerte de calvario con un desenlace insospechado.
No
voy a develar detalles de la trama, nunca lo hago por respeto a quienes lo vieron,
pero sí quiero señalar algunas cosas sobre esta: en principio que a pesar de
ciertos trazos gruesos (sobre los que iré más abajo) me pareció una película
interesante en su mirada, y en general bastante coherente con una ideología. Por
ejemplo, teniendo en cuenta que muchas películas del estilo son ambiguas con
respecto al uso de armas, me pareció que este film deja claro que el libre
acceso a estas no es lo mejor que le puede ocurrir a una sociedad. En algunos aspectos, podríamos especular con que es una película demócrata. Por otro
lado, en su desenlace también deja claro que el enemigo de la familia
norteamericana no viene en este caso del exterior sino del corazón mismo de la
Nación.
Claro,
Bennett Miller no es Gus Van Sant, y por eso va marcando una suerte de tensión
sobre los objetos para que todo termine de resignificar en el final. No, no
estamos aquí frente a un tipo de narración donde predomine el plano secuencia.
Más bien, es un relato de tipo convencional, que va sumando información a la
trama y, salvando algunos detalles, bien llevado. Los detalles tienen que ver con
los rasgos de algunos personajes, estos están construidos resaltando solo
algunas de sus partes. Tomo a Mark: cuando se describe su curriculum al momento
de firmar el contrato con Du Pont se afirma que es graduado en literatura de
una universidad, y sin embargo actúa como si no tuviera ningún tipo de
instrucción (es un poco reduccionista pensar que porque se dedica a la lucha el
tipo es una bestia). John, es justamente todo lo contrario: es el tipo
instruido, “fino”, que escribe y sabe de distintos temas.
El
mejor de todos los personajes, por sus ambigüedades (pero también por la
función que ocupa y como lo ocupa), es Dave quien en Mark Ruffalo encuentra al
mejor actor. Admito que mis expectativas eran ver brillar a Steve en su papel
dramático (creo que es uno de los cómicos más sutiles de los últimos años, un
auténtico actor-autor) pero Ruffalo se lleva aquí todos los lauros. Cuando
entra en escena y empieza a intermediar entre las fuerzas ocultas que circulan
subterráneamente entre Du Pont y Mark la película se vuelve mucho más
interesante. Es como si Ruffalo compusiera un papel de tintes brechtianos:
tiene, como personaje, un punto de vista sobre lo que está pasando entre Mark y
John, pareciera que posee como una información extra por sobre la historia
misma y actúa en consecuencia, tratando de mediar.
Carell
está bien en su rol, claro, sobre todo, en la pose corporal, pero algunos de los giros psicopáticos que hace en
medio de los diálogos, recuerdan a sus intervenciones en The Office (la serie) donde compone al Gerente de la Oficina. En esta
última, lo que más disfruta hacer como personaje es interrumpir el curso de una
situación para decir cualquier cosa, no aportar “nada” (es totalmente
surrealista). Sin embargo, esa sutileza maníaca y desconcertante por
interrumpir aquí aparece pero solo en su gesto exterior, no con la brillantez
que lo caracteriza en su composición de Michael Scott. ¿Será acaso que el
maquillaje le dificultó cierta plasticidad?
Otro
aspecto que no es desarrollado del todo, es la supuesta homosexualidad, o la
atracción, entre Du Pont y Mark. ¿Tuvieron un vínculo homeorótico, o no? Quizás
en su afán de quedar entre las películas oscarizadas, o quizás por cuestiones
de presiones o permisos, Foxcatcher no
profundizó en esto.
En
pocas palabras, Foxcatcher tiene
aspectos a destacar sobre todo en cuanto a su contenido que la hacen más jugada
que otras producciones del estilo. El punto de vista de la película, el que no
abandona, es el del hombre común, del trabajador. Otro punto a destacar, no
solo como contenido social sino también como variación dentro de un género, es
que la amenaza a la familia norteamericana no viene en este caso del exterior
sino de su interior mismo. Creo que
este, a pesar de todas las críticas formales que se le puedan hacer a la
película, es el aspecto a tener en cuenta para valorizar este film.
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