lunes, 27 de febrero de 2012

Oscars 2012



Se entregaron los Premios Oscar, y la consagrada como Mejor Película fue El Artista de Michel Hazanavicius. No me sorprende que así haya sido pues la película es no solo un homenaje al cine mudo de Hollywood de los años '20 sino también una celebración de un tipo de cine: el industrial donde los avances técnicos dominan la creación artística y los productores son los que, finalmente, tienen la última palabara.

Recordemos que, al igual que en Cantando Bajo la lluvia pero al revés, en esta una estrella masculina del cine silente transita su ocaso por no querer adaptarse a los cambios del sonoro. Y si bien la película es excepcional en muchos aspectos, no es menos cierto que en otros parece un manual de como convertirse en una estrella en la Meca del cine. Es que el personaje femenino de Peppy Miller (Bërénice Bejo) oficia de contrapunto de las "locuras" del masculino George Valentin (Jean Dujardin) siendo obediente, pero un poco caprichosa, cumplidora, pero también un poco desorganizada y, sobre todo, adaptable a cualquier tipo de nueva invención.

Otra suerte hubiera corrido la película si contaba la historia de Buster Keaton, un artista integral que no pudo adpatarse a los nuevos condicionamientos del cine industrial y sonoro, o que hubiera contado por qué Chaplin se negaba a filmar con sonido. Con todo respeto a sus talentosos actores, y director, la película me parece un poco retro (en el sentido que copia una estética desde hoy) y otro tantito chupamedias.

En este sentido es que La invención de Hugo Cabret, ese rara avis dentro de la filmografía de Martin Scorsese, tenía pocas chances de llevarse la estatuilla a Mejor película. En principio porque el italo norteamericano sugería que la invención del cine, y su magia, se la debemos al francés George Méliés. No creo que la película sea lo mejor que ha filmado Scorsese - entre otras cosas al comienzo extraña que transcurra en Paris y esté hablada por actores con acento británico-, pero con el tiempo atrapa la ternura y la triste historia de Hugo, y sus intentos por devolverle al supuesto Méliés su memoria y su lugar de pionero. Scorsese hizo exactamente lo contrario que su colega francés: celebró y homenajeó al cine artesanal, de los artistas integrales que, consecuentemente, no pudieron extender su vida artística más allá de ese período.

De todas maneras, no deja de ser significativo que las dos películas que tratan de invenciones en el cine, y de alguna manera, de la cinefilia, hayan sido realizadas en un momento donde las nuevas tecnologías también están modificando su escencia.

Los descendientes de Alexander Payne era la que menos chances tenía como Mejor Película pues ese tipo de narración, centrada en la historia de una familia disfuncional, pero esquivando los golpes bajos aún cuando estemos frente a una enferma terminal, no es lo que la Academia de Hollywood ha elegido generalmete en ese rubro, aunque sí como Mejor Guión adpatado que es lo finalmente obtuvo. El resto eran películas o muy pequeñas (como Histrorias Cruzadas) o poco narrativas (como la de Malick), que tampoco corren con ventaja para este tipo de estatuilla. En síntesis, la edición 2012 fue una entrega de los Oscar, con todas las letras.

lunes, 13 de febrero de 2012

Entrevista Juan José Campanella

Esta entrevista la realicé antes de que Juan José Campanella ganará el Oscar por El Secreto de sus Ojos. Fue originariamente publicada en el número de agosto del 2009 en la revista Caras y Caretas. Me pareció interesante, en el "mes" de los Oscar, traer al blog a uno de sus ganadores latinoamericanos para conocerlo un poco más allá de ese suceso.

L.C: ¿Cómo y cuándo empezó a interesarse por el cine?


J.J.C: De chico. Yo era el que trataba de convencer al grupo de amigos, con éxito a veces, de que no fuéramos a jugar a la pelota sino al cine. La década del ’60 se caracterizaba por los cines de barrio. En Vicente López, por ejemplo, el Roxy cambiaba su programación todos los días y proyectaba películas muy buenas. A mis 12 años yo ya habría visto 5000 películas en pantalla grande. Ya en la secundaria intenté convencer a mis compañeros de que en vez de ir al viaje de egresados hiciéramos una película en Super 8. Yo había visto la reposición de Cantando bajo la lluvia y quedado conmocionado. Por esa época, como no existía el video, se reponían las películas en sus aniversarios. También me compré un libro que se llamaba “Así se hace cine” de Tony Rose; armé un guión y se los mostré a mis compañeros, pero esta vez no los convencí.


L.C: Después ¿estudió cine?


J.J.C: En ese entonces había 3 escuelas de cine: la del INCAA, Avellaneda, y el Grupo de Profesionales del Cine que funcionaba en la Escuela Panamericana. Allí un gran profesor para mí fue Manlio Pereyra (homenajeado en El mismo amor, la misma lluvia), y una gran profesora, que me acompaña hasta hoy, Aída Bortnick. Después estudié en la Escuela de Cine de Avellaneda donde otro gran referente fue José Martínez Suárez. Empecé pensando en un hobby, pero al tiempo me di cuenta que era cine lo que quería hacer.


L.C: Usted vivió y trabajó en los Estados Unidos. ¿Nos quiere contar cómo llegó allá?

J.J.C: Corría el ’82 y estaba haciendo una obra de teatro llamada Off Corrientes con Fernando Castets. A la obra le iba bien, pero sentía que había alcanzado un techo. Me acuerdo que un crítico dijo algo así como: “Esta obra no pertenece a la Argentina sino a los sótanos de los teatros neoyorquinos”. Lo dijo como crítica, pero yo le di la razón y decidí irme a donde hacían el cine que a mí me gustaba.

L.C: ¿Y cómo le fue?

J.J.C: Empecé otra etapa. Primero estudié en la Universidad de Nueva York (NYU): Ingresé entre 50 de 1500. Estuve 4 años y fui asistente de cátedra de montaje. Mi película de tesis, El Contorsionista, ganó el premio de un festival de cortos muy importante. La vio mucha gente y empecé a relacionarme con la industria. Primero filmé clips de karaoke y terminé realizando el video de Rod Stewart Downtown Train. A partir de allí me contactaron para filmar mi primer largo: El niño que gritó puta. A la película no le fue bien, pero fue respetada. Por eso a partir del ’92 me contrataron en HBO para dirigir y gané unos cuantos Emmy.  Mientras tanto, trataba de hacer mi segunda película que con un fracaso a cuestas no fue fácil. Por suerte conocí a Ricardo Freixá y él me ayudó. Después de 2 años de negociaciones con SONY, y sufrimiento, logró que se hiciera la película Ni el tiro del final sobre la novela de José Pablo Feinmann, tampoco le fue del todo bien. Cuando decidí filmar El mismo amor la misma lluvia, me di cuenta que mi lugar era la Argentina.

L.C: ¿Qué busca con sus películas?

J.J.C: Busco hacer lo que me gustaría ver. Mis directores favoritos son Ernst Lubitsch, Frank Capra y Billy Wilder. Para mí el cine tiene que ver con la comunicación, a mi me gusta que la gente vaya al cine y sea una experiencia de vida. Me gusta que la gente no se olvide de mis películas, con quién la vio, dónde estaba. Siempre hay algo de autorreferencialidad en las películas, pero hacer una película para hablar de mí no me parece. Si yo quiero hablar de mis cosas busco a un amigo y le pago un café. No me parecería bien que un espectador pague 20 pesos para ver cosas mías. 


miércoles, 1 de febrero de 2012

Entrevista Andrés Wood

VIoleta se fue a los cielos no quedó en la carrera para los Oscar, ninguna película latinoamericana está en las ternas este año, pero ganó en Sundance Film Festival. Más abajo el fragmento de una entrevista que le realicé a Andrés Wood publicada en el número de enero de la revista Caras y Caretas.



L.C: En América Latina se hizo conocido por Machuca. Esta fue, y quizás siga siendo, una de las pocas películas chilenas que después de los años ‘90 narró, en tono ficcional, los estragos de la Dictadura Militar. ¿Qué lo motivó a filmarla?

A.W: En los año ’90 algunos de los cineastas exiliados volvieron y quisieron reconstruir el cine chileno, pero no tuvieron éxito de público con sus películas, y entonces surgieron comedias ligeras, de tono sexual, que la gente sí siguió. Se decía que en Chile no se quería hablar del pasado. Paralelamente surgen las escuelas de cine y cineastas con miradas artísticas que también reniegan del pasado político. Yo estoy en el medio: no soy un cineasta del exilio, ni de las generaciones de escuela. Yo quise contar Machuca porque en parte es mi historia: fui a un colegio donde se hizo el intento de mezclar clases sociales y que fue intervenido por los militares Al ir para allá me hice cargo del contexto.


L.C: ¿Por qué le interesó contar la historia de Violeta Parra? ¿Quizás porque en Chile fue un tanto dejada de lado?

A.W: La admiración. Pero ella es una artista tan inabarcable, inclasificable, quizás nuestra mayor artista, que me llevó un tiempo hasta que me animé: nunca se había hecho una película argumental de ella. Yo no sabía qué podía pasar y la película no es fácil de ver, no está contada de manera convencional, pero los espectadores se conectaron.

L.C. ¿Esperaba la buena respuesta?

A.W: La verdad, no. De hecho, yo salí muy tímido a pelear con los distribuidores: Empecé con 15 copias, y terminé con 30. Pero una película como Harry Potter tuvo 150.

L.C: ¿Piensa que la buena respuesta quizás pudo tener que ver con los movimientos sociales que están teniendo lugar en Chile?

A.W: En Chile, y lo digo entre comillas, el sistema ha funcionado. A diferencia de Europa estamos entre un 6 y 8 % de desocupación, pero hay algo de insatisfacción en el aire porque no hay un concepto de bien común. Por otro lado, todo lo que a nosotros nos hicieron creer sobre el mercado esta nuevísima generación no lo está aceptando, y eso es un quiebre acertado, muy justo y profundo. Yo soy más grande y quiero que nos pongamos de acuerdo, que no partamos de cero nuevamente. Pero Violeta siempre fue indomable, visionaria, siempre miró el mundo desde un lugar muy particular. Y sí creo que en la actualidad hay una juventud mucho más dispuesta a conectarse con su espíritu que hace 15 años.