20 000 días en la Tierra es una de esas películas en las cuales uno siente una suerte de
gratitud hacia los programadores porque la hayan elegido para participar
de este 16 bafici.
Dirigida por Iain Forsyth y Jane Pollard, y parte de la Competencia Internacional,
el film es un documental sobre Nick Cave, autor y alma mater de Nick Cave and the Bad sees, el cantautor australiano oriundo de Warracknabeal, una ciudad a unos 300 kilómetros
de Melbourne.
El documental cuenta con guión del mismo Cave y escapa
de ciertos lugares comunes como ver al rock star en su vida cotidiana, léase:
haciendo las compras, llevando a los hijos al colegio, conversando con el
vecino. Es más, casi el único acto cotidiano que lo vemos hacer a Cave es
levantarse de la cama listo para transitar un día más de sus más de 20 000 días
en la Tierra. Si bien Cave habla de canibalismo al comenzar el film, su aire de
Príncipe de las tinieblas, no lo perderá a lo largo de toda la película en
donde se irán sucediendo retazos de su historia personal, y sobre todo, su
cosmovisión como artista y sus canciones recientes.
Porque 20 000
días en la Tierra no es un documental para dejar “bien parado” a un artista – como, aún con todos sus aciertos, es el film sobre Woody Allen de Robert Weide-, tampoco es un film parecido a
esos que, cada tanto, pasan en los canales de cable dedicados a la música donde
sus artistas son mostrados en facetas cómicas, o haciendo gala de su cambio de
vida hacia la salubridad, el trabajo de Iain y Jane muestra un pensamiento, una
cosmovisión, es como un trabajo monográfico que tiene a su objeto de estudio
como protagonista y guionista.
Y
a pesar de que hay una suerte de monólogo, mediado por un supuesto interlocutor
psicoanalista, Cave habla muy poco de sí mismo, o de cuán difícil es, o fue,
ser sí mismo. Es más, a diferencia de lo que uno esperaría de un artista de culto,
mítico, casi un poeta maldito, Cave cuenta muy tranquilo que tuvo una excelente
infancia en su Australia natal y en su pueblo (que ni siquiera es una de las
ciudades más importantes de su país) y una magnífica relación con sus padres, y
hermana. Es eso solo lo que sabremos de su vida además de que está casado con Susie,
vive en Inglaterra, Brighton, y tiene dos hijos mellizos. Del resto, su pasado
en Berlín, su relación con una diseñadora brasileña (y el hijo que tuvo con
ella), nada nos dirá el documental.
Tampoco
irá sobre momentos míticos para la cinefilia como su participación en la
película de Win Wenders Las alas del
deseo (1987), aunque el compositor destaque que su padre, en uno de los
pocos conciertos que lo vio actuar, le dijo que era como un ángel.
Es
entonces el film ¿un making of de su
último álbum Push the sky away? No
necesariamente aunque vemos a Cave componer y ensayar esta y otras canciones.
Forzando los límites de lo que un documental debe ser en su búsqueda de dar
algún tipo de información, la película está más cerca de ser un poema con una
sucesión de escenas e imágenes conectadas arbitraria, poéticamente, que un
documental que quiere poner en orden una vida e instalarse en el género de la
bio o autobiografía.
Es
más, algunas imágenes del film parecen cuadros del pintor inglés Turner, otras
son escenas donde Cave parece un super hérore, un dibujo animado que se
enfrenta con su pasado en un auto que lo traslada de aquí y de allá: a la
canción que cantó con Kylie Minogue, o a uno de sus compañeros de ruta que lo
abandonó porque no podía con la exigencia de un matrimonio y las Bad sees.
Y
con todo a uno le queda la sensación de que el hombre que vemos enfundado en
trajes negro chupin, es el verdadero Cave, un tipo que no puede dejar de
componer de canciones, de memorizar y dramatizar pasajes de su vida, de hacer
carne en distintos poemas situaciones de la vida del hombre romántico y sus éxitos y fracasos. El hombre que anda siempre de traje
negro y nunca en jean.
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