“Además, hay otra
razón. El budismo exige mucho de nuestra fe. Es natural, ya que toda religión
es un acto de fe. Así como la patria es un acto de fe. ¿Qué es, me he
preguntado muchas veces, ser argentino? Ser argentino es sentir que somos
argentinos. ¿Qué es ser budista? Ser budista es no comprender porque eso puede
cumplirse en pocos minutos, sentir las cuatro nobles verdades y el óctuple
camino” Jorge Luis Borges. Conferencia sobre el budismo.
La identidad de una persona no
está relacionada exclusiva, o necesariamente, con el lugar en el que nace. Como
se adoptan nacionalidades, también se pueden adoptar, o mejor dicho adaptar,
identidades, formas de permanecer en el mundo. Se puede adoptar una
idiosincrasia, que no necesariamente esté ligada al territorio donde nacemos. Podemos
adoptar una religión, o volvernos devotos de una deidad hindú. De algo de esto,
y mucho más, trata Vrindavana de Ernesto Baca.
Baca, de larga y reconocida
trayectoria en el terreno de la experimentación con y sobre la imagen en la
Argentina, motivado por su espiritualidad se trasladó hace unos años a
Vrindavana, en el Norte de la India para filmar ¿un ritual? ¿Una puja? ¿A
quién? ¿Una práctica? Es que a
diferencia de otros documentales sobre ese territorio donde predomina el corte
informacional-racional (esto es esto y es así o asá), o espectacular (al estilo
Slumdog Millonaire) en esta película
el portador de la cámara no explica, o explicita, nada y elige el registro
observacional para dar cuenta del transcurrir de una ciudad que, según describe
“gira alrededor de un centro en común, y ese lugar es el de “Krishna”, el
habitante principal de Vrindavana”.
En este sentido, es que podríamos
decir que la compaginación de imágenes es más disociativa que asociativa,
similar en su estética (aunque radicalmente diferente en su por qué) a algunos
de los trabajos de las vanguardias de principios del Siglo XX (de Clair a
Vertov), y con contrastes entre texturas propias del siglo que corre (analógico, digital). Así, a la
toma tres cuarto de la cara de un elefante (a su vez obturada por el paso de
cuerpos), le sigue un plano de la parte de atrás de una cabeza, y luego una
imagen de una rueda de parque de diversiones.
Si el espectador se deja llevar
por la propuesta y se despoja de la intención de conceptualizar lo que ve puede
ocurrir, como le paso a quien suscribe, algo curioso: que sea el director, y no
al revés como ocurre la mayoría de las veces, nuestro narrador delegado en el
viaje a esta ciudad. Que sea el director el que está allí por nosotros ubicando
la cámara acá o allá no solo para que observemos sino para que comprendamos
algo de ese mundo ecléctico y extremo, de coloridas comidas y paisajes, extenso, de celebraciones y mantras
devocionales, esculturas, monumentos, y animales alrededor.
Si Baca tuvo un propósito al
hacer este trabajo éste, seguramente, no fue descriptivo. Describir es
etiquetar, encasillar, decir esto está primero y esto va segundo. Y su cámara
esta allí en busca de dar cuenta de algo que está más allá de la misma imagen,
algo que pueda trascender las fronteras. Un plano llama particularmente la
atención: el de los cuerpos reflejados, a su vez, en un espejo de agua. La idea
del reflejo, de que los objetos y seres son con relación a algo que no vemos y
los trasciende, es central en la cosmovisión dividida entre lo físico y lo
inmaterial y, entiendo, es fundamental en este trabajo de Baca.
Por supuesto, hay también marcas
Baca: la presencia de los trenes como, si mal no recuerdo, en Cabeza de Palo, los planos transitivos,
abstractos y plásticos. En fin, elementos comunes a otros de sus trabajos. Vale
destacar que las imágenes están acompañadas por el tratamiento de sonido de
Gaspar Scheuer - otro realizador que recientemente ha demostrado su talento
como director en Samurai donde,
casualmente o no tanto, Oriente está presente- y que para visionar la película
este mes en el Centro Cultural Borges los espectadores deberán despojarse de
sus zapatos. Una indicación para nada absurda teniendo en cuenta el film de que
se trata: Vrindavana.
felicitaciones Lorena!
ResponderEliminargracias x escribir esta nota.
sin dudas, Vrindavana es una pelicula que te transporta a ese mundo lleno de sabidurìa.
en lo personal, es estar presente en ese lugar, tuve la suerte de caminar esas callecitas y tb estar en el Yamuna, ese rio sagrado. tierra de krishna.
un abrazo de luz. Om!
hugo camaño.
¡Qué honor! ¡¡Muchas gracias Hugo por tus palabras!!!
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