Mektoub, my love, Canto 1.
Que Abdellatif Kechiche es un experto
en representar escenas de sexo que rozan lo pornográfico lo viene
demostrando de su polémica “La vida de Adéle” una película de
iniciación donde una chica que está descubriendo su sexualidad se
enamora de otra con la cual tiene apasionados encuentros. Con el
tiempo, una de las actrices dijo que la experiencia de filmar dichas
escenas se le transformó en traumática y así el director de la
conmovedora “L' esquive”, sobre un grupo de estudiantes que
ensayan para representar una obra de Marivaux en la escuela de un
barrio periférico a la ciudad de Paris e integrado por descendientes
de inmigrantes árabes, se transformó en un director maldito.
En
algunos casos, fue acusado de ser un voyeurista patriarcal porque la
manera en la cual filmaba a esas dos chicas podía emparentarse con
la pulsión escópica construida de acuerdo con el M.R.I, y a su vez
centrada en la idea de que el cuerpo de la mujer es un objeto de
consumo visual.
Bueno, en este nuevo film, su último
opus, podría acusársele de algo parecido porque la presencia de
alguien que mira su entorno, y que por momentos se transforma en un
narrador delegado de la instancia narrativa que está afuera (por
decirlo mal y pronto: el director) está presente todo el film. Sin
embargo lo que hace Amin es distinto a lo que hace Kechiche. Uno y
otro cuentan películas distintas por tanto no sé si definiría a
Amin como un alter ego de Kechiche.
La empieza con este
personaje, Amin, que espía visual y sonoramente como su amiga, y
amor secreto de la infancia, mantiene relaciones con su primo. El tema
no queda ahí: Amin está enamorado de Ophélie. Si el contexto fuera una película de
Hitchcock a uno le daría por interpretar que Amin es un perverso en
el sentido que se queda presenciado como la mujer que adora desde su
infancia goza con otro hombre. Sin embargo, el personaje de Amin
funciona más como conector entre las escenas que como un personaje
en sí mismo: no tiene ninguna escena sexualizada y parece más bien
reacio a interactuar fisícamente con los demás. Encima es
fotógrafo. Entonces ¿quién es Amín? Es el que hace que las
situaciones pasen, el fantasma. El “amigo invisible”.
Su carnadura como personaje es distinta
a la de los demás. Amin es un extranjero (viene de
París) y en algún punto extemporáneo: él mira las cosas no con
distancia sino con extrañeza, no pertenece a nada, ni a nadie en
especial, ni nada, ni nadie, le pertenece. Ni siquiera le pertenecen
sus propias pulsiones porque parece que no las tiene: él solo mira.
Sí, claro tiene la pulsión de mirar, y quizás su único auténtico
momento es cuando presencia el parto de una animal de la granja, pero
por lo demás es pura ausencia. Una vez Kiarostami dijo a propósito
del rol del director algo así como que es el que no hace nada pero
sin él las cosas no pasarían. Bueno, ese también podría ser Amín.
Amin mira y trata de comprender a
Ophélie y también a su mamá y a su tía y a cuanta mujer se cruce
en su camino. Amin mira y ve mujeres empoderadas, alejadas de la
sumisión, del pacaterismo. Sin embargo, Kechiche mira a mujeres. Y
mira mucho sus gluteos, sus pechos. Y las filma mostrándose, y les
vuelve a filmar sus glúteos y sus pechos. Y sus cuerpos
completamente alejados de cualquier canon. Y sí, no lo sé, pero
asumo que Kechiché es un hombre heterosexual que relaciona el placer
visual con cierta forma de ver las cosas.
Eso ¿lo hace denostable? Si no
existiera el personaje de Amin quizás alguien pudiera concluir en
que Kechiche es un dinosaurio que solo quiere ver colas y pechos.
Pero en la película está Amin el que ve mujeres hermosas, cada una
con sus creencias, el que escucha, el que no interviene, ni juzga.
Y todo en medio del verano. El verano
de los '90 sin celulares, con mucho sol y el cuerpo al viento.
Salvando las distancias, por momentos la película me hizo acordar a
“Cuento de verano” de Rohmer. Salvando las distancias... las mismas
que hay entre los directores y sus propios personajes.